viernes, 2 de enero de 2015

CAPITULO 56




-¿Qué ha pasado? —Estoy sentada en el asiento del pasajero en el auto de Samantha y ella está conduciendo como un murciélago tratando de escapar de la luz. Me sujeto en el panel cuando hace un giro brusco a la derecha.


—No conozco los detalles. Papá me llamó hace media hora y dijo que recibió una llamada del hospital haciéndole saber que Pedro estaba allí. Tuvieron que esperar a que se despierte para saber a quién dirigirse.


Su voz se rompe en un sollozo y yo instintivamente le agarro la mano. A quién le importa si ella me odia, yo soy todo lo que tiene ahora.


—¿Así que está despierto? —Las lágrimas ruedan por mis mejillas y las ignoro.


Sólo tengo que llegar a él, abrazarlo y asegurarme de que está vivo.


—Creo que está despierto, por momentos vuelve y por otros no. Papá, mamá y Marcos ya están allí. No sé porque ninguno de nosotros tiene tu número. Bueno, yo sé por qué no lo tengo, pero ¿nadie más lo tiene? Pero Pedro me dijo una vez donde vivías, así que fui a tu casa y fue entonces cuando Juana me dijo que habías ido a la casa de Pedro.


—Gracias por buscarme. No tenía ni idea. ¡Dios, ve más rápido!


—Paula, yo no soy así, lo siento por todo.


Las dos estamos llorando ahora.


—Yo no lo supe hasta este sábado por la mañana lo importante que son el uno para el otro, lo pude ver. Esa Vanessa, que es una perra, hizo de su vida un infierno y no podría soportar que alguien le hiciera daño así de nuevo. Pero puedo ver cómo se ven el uno al otro y que realmente lo amas.


—Lo sé. No te preocupes por eso, Samy. Sólo tienes que llevarme ante él, por favor...—Oh Dios, ¿qué voy a hacer si lo pierdo? Después de todas las cosas horribles que le dije, ¿y si él nunca conoce a su hijo?


No, no debo pensar así. Él está bien. Por favor, que esté bien.
Samantha descubre un lugar de estacionamiento en la enorme plaza médica de Seattle y recorre sus mensajes de texto, buscando el mensaje de su padre que nos instruía a donde ir. Estamos tomadas de las manos, en el viaje de ascensor más largo de mi vida. Finalmente encontramos su habitación. Nicolas y Lucia están de pie afuera hablando con un médico. Lucia  cuando nos ve comienza inmediatamente a correr por el pasillo.


—Estará bien.


—Oh, gracias a Cristo.


—¿Qué ha pasado? ¿Puedo verlo? —No puedo controlar las lágrimas que caen sobre mi cara, yo sólo quiero empujarla a un lado y correr hacia mi amor.


—Sí, puedes verlo. Ellos lo sedaron. —Lucia tiene la mano en cada una de nosotras—. Podríamos haberlo perdido.


La miro y veo círculos debajo de sus ojos azules, su rostro pálido. La abrazo firmemente.


—¿Qué ha pasado? —vuelvo a preguntar.


—Estuvo involucrado en un accidente automovilístico la madrugada de hoy, hace unas dos horas. Un conductor borracho golpeó su auto y lo envió a la medianera de la carretera interestatal 5. —Lucia enjuga las lágrimas de sus ojos y yo siento ganas de vomitar.


Fue después de que lo despedí. ¡Ah, todo esto es mi culpa!


—¿Por qué estaba en el camino? —pregunta Samantha.


—Peleamos —le susurro—. Todo es mi culpa. Oh, Dios, yo soy culpable, lo siento.


—No, querida, no. —Lucia me envuelve en sus brazos y me ampara—. No es tu culpa.


—Pau, ahora lo vas a ver. Yo me quedaré aquí con mamá. —
Samy me da una palmadita tranquilizadora en el hombro y entro en la sala donde está Pedro.


Mi mundo se detiene. Él está inconsciente en la cama del hospital. Hay un vendaje sobre el ojo izquierdo y un gran hematoma en la cara.


Él está con una bata de hospital, muy similar a lo que me puse ayer. Hay un clip en el dedo índice, el medidor de presión arterial en el brazo y el suero. Su muñeca izquierda está vendada fuertemente. Yo camino por el costado de la cama, tomo su mano derecha y luego me hundo en la silla y me pongo a llorar.


—Por favor, cariño, despierta. Necesito escuchar tu voz. —Estoy acariciándole la mano y mirándolo a la cara, con ganas de que se despierte. Nicolas entra en la habitación y le da una palmadita en el hombro.


—Le dieron algún medicamento para ayudarlo a dormir.


—¿Hay lesiones internas? —le pregunto.


—No, tiene algunas costillas magulladas y un esguince en la muñeca, fue muy afortunado. Si el auto se hubiera ido en otra dirección, podría haber caído del puente.


Suspiro y descanso mi mejilla contra el hombro de Pedro.


—Lo siento mucho.


—Paula, no es tu culpa, querida. Las parejas pelean.


Miro a Nicolas con sorpresa.


—Lucia me dijo que habían peleado y probablemente por eso Pedro estaba fuera de sí. —Sonríe suavemente y me da una palmada en el hombro de nuevo.


—Podría haberlo perdido — susurro.


—Estará bien. Va a necesitar algún tratamiento durante algunas semanas. Voy a llevar a los chicos a la cafetería para tomar un café. Tómate tu tiempo.


Una hermosa enfermera rubia entra y revisa los signos vitales de Pedro y me sonríe.


—Él lo está haciendo muy bien. ¿Eres Paula?


—Sí —le digo sorprendida.


—Estaba preguntando por ti esta mañana, cuando recuperó la conciencia. Él estará encantado de verte cuando se despierte.


Ella me guiña un ojo y sale de la habitación, Pedro y yo estamos solos.


—Oh, cariño. —Me inclino y paso los dedos por su suave pelo rubio. Odio ver a Pedro así, herido y vulnerable en esta cama de hospital.


Él es muy fuerte y firme. Este no es él. No es cierto. Y sé que todo el mundo dice que no es así, pero no puedo dejar de pensar que soy culpable de que esté aquí. Mi teléfono suena y es Juana.


—Hola —susurro, para que no se despierte Pedro.


—¿Qué diablos está sucediendo? —Puedo notar que ella está en pánico y yo comienzo a hablar, bajo y rápido.


Pedro estuvo involucrado en un accidente después de dejar nuestra casa. Estamos en el hospital de Porto. Está bien, sólo herido, pero al verlo tan sedado...


—Estoy yendo a encontrarte.


—Gracias, Juana.


Me quedo sentada al lado de Pedro durante toda la mañana, mientras que las personas van y vienen. Sus padres y hermanos vienen a abrazarme y ellos se turnan para sentarse, haciendo vigilia conmigo. Juana llega, me trae un café y me sienta bien por un rato. La enfermera y el doctor van y vienen, mirando las máquinas y tomando notas.


—¿Cuánto tiempo va a dormir? —le pregunto al doctor.


—Le dimos el sedante hace seis horas, por lo que debería despertar pronto.


—¿Puedo acurrucarme junto a él? —miro al doctor.


—Su muñeca izquierda está torcida y también un par de costillas del lado izquierdo están golpeadas. Acuéstese sobre su lado derecho y se amable.


—Gracias.


Me acuesto con cautela a su derecha y beso su rostro. Apoyo la cabeza en su hombro y paso los dedos por su pelo y por su cara.


—Oh, yo te quiero mucho. Te amo —susurro—. Siento mucho la forma en que actué. Lo siento.


Sigo susurrándole, poniendo mi cabeza en su hombro y apoyando la mano en su corazón. Me quedo muy quieta, para no moverlo. Siento los labios de Pedro en la frente.


Levanto la cabeza y encuentro sus hermosos ojos azules mirándome.


—Oh, Dios, Pedro. —Las lágrimas empiezan de nuevo, pero ahora son lágrimas de alivio. ¡Él está despierto!


—Cálmate, cariño, estoy bien. —Me acomodo, para que pueda envolver su brazo derecho alrededor de mis hombros y le paso los dedos por el pelo.


—Lo siento mucho. Por todo. — Besa mi frente otra vez.


—Yo también lo siento. —Me pasa los dedos por el pelo y yo beso su barbilla.


—¿Cómo te sientes?


—Dolorido. Pero aliviado de que estés aquí.


—Samy vino por mí esta mañana.


—¿Ella te buscó?


—Sí, tus padres llamaron y me encontraron en tu casa.


Sus cejas se levantaron sorpresa.


—¿Mi casa?


—Fui allí esta mañana para disculparme, pero no estabas en casa, así que estaba esperando por ti. Juana le dijo que yo estaba en tu casa.


Cuando recuerdo esos momentos horribles, sin saber si estaba vivo o muerto, me estremezco.


—¿Tienes frío? —me pregunta.


—No, estoy preocupada por ti. ¿Por qué estabas fuera tan tarde?


—Yo no podía ir a casa. Tú no estabas allí, no me dejaste que me quede contigo, así que decidí manejar.


Cierro los ojos y muevo la cabeza, avergonzada por la forma en que hablé con él ayer por la noche.


—Ayer fui difícil —le susurro.


—Sí, lo fue. Cuéntame sobre eso.


Me siento y frunce el ceño.


—En primer lugar, déjame llamar al médico, para que pueda examinarte y una vez que lo haga, si todavía deseas hablar, lo haremos.


—No me dejes. —Él me agarra con fuerza, contrayendo los ojos cerrados.


—Nunca. —Le digo y sus ojos se abren de golpe, buscándome—: Nunca —le repito.


Me acerco a la orilla, para pulsar el botón rojo que llama a la enfermera.


—¿Cómo puedo ayudarla? —dice una voz.


Pedro está despierto —digo sin dejar de acariciar su cabello.


—Alguien entrará pronto


—Hola, señor Alfonso. —El médico sonríe a Luke y al ver que me acurruqué a su lado, me guiña el ojo.


—Tengo buenas noticias para usted. Mañana ya podrá irse. El golpe fue duro, pero no hay nada roto y de acuerdo con las pruebas, no tiene ninguna lesión interna. Es un hombre muy afortunado.


—Gracias. ¿Puedo comer?


—¿Tienes hambre? —le pregunto.


—Muero de hambre.


—Claro, puede comer. Comience con algo ligero. Por hoy nada de filetes.


Me levanto de la cama para que el médico pueda examinar a Pedro. Aprovechando que estaba el doctor, llamo a Juana y le pido que traiga un sándwich y una sopa para él de nuestro delivery favorito y luego llamo a la madre de Pedro, en el número que me dio antes, para hacerle saber que está despierto y que se le dará de alta mañana.


Prometen ir a visitarnos más adelante. El médico termina y cuelgo el teléfono.


—Juana está trayendo la cena —tomo su mano derecha en la mía y me toca la cara.


—Deberías ir a casa a comer y descansar un poco.


—Yo no voy a dejarte hasta que salgas. —Espero que él discuta un poco, pero sonríe tímidamente y me acaricia la mejilla.


—Muy bien. ¿Vas a decirme lo de ayer?


—Persistente, ¿no es así?


—Quiero saber lo que pasó.


—Tal vez deberíamos hablar de ello mañana después de llegar a casa.


—Habla conmigo, bebé. —Su rostro está sombrío y un poco triste y yo cierro los ojos. ¿Debo decirle lo del bebé mientras está en el hospital o debo esperar?


Abro los ojos y todavía me mira con paciencia y sé que él merece saber la verdad.


Respiro profundamente.


—No me sentía bien ayer, antes de que viajaras, pero pensé que era nervioso porque estabas volando, estaba asustada.


Agarro su mano en la mía y él la aprieta suavemente.


—Ojalá me lo hubieras dicho.


—No quería preocuparte. Cuando volví a casa, estaba muy enferma. Me pasé más de una hora vomitando, incluso cuando no había nada más que vomitar —arrugo la nariz con disgusto—. Sexy, ¿eh?


—Sigue hablando —responde.


—Juana me hizo ir a la sala de emergencia cuando el vómito no mostraba señales de detenerse.


—¿Por qué ninguna de las dos me llamo?


—Estabas en reuniones todo el día y no había nada que pudiera hacer desde LA.


—Podría haber cogido el siguiente vuelo.


—Yo sólo quería saber lo que el médico me diría. Estaba segura de que era sólo la gripe y que me enviaría a casa a beber mucho zumo y descansar. —Me encojo de hombros.


—¿Qué te ha dicho?


Me muerdo el labio y cierro los ojos por un momento.


—Bueno, estoy sana


—¿Pero?


Aquí va.


—Estoy embarazada de seis semanas. —Le susurro.


Tengo la mirada en nuestras manos. La sala está tranquila. 


Finalmente, después de lo que pareció horas, susurra:
—Mírame.


Niego con la cabeza.


—Mírame, bebé.


—No lo hice a propósito.


—¡Mira mi cara, Paula!


Miro lentamente hacia él, y él me mira con amor, admiración y un poco de confusión. Pero no está enojado.


—¿No estás enojado? —le pregunto.


—¿Por qué iba a estar enojado?


—Porque es demasiado pronto —cierro los ojos negando—. Es demasiado pronto.


—Yo no estoy enojado. Pero Pau, ¿no dijiste que estabas tomando la píldora?


—Sí. Y soy muy rígida cuando se trata de tomar medicamentos, pero el doctor dijo que al igual que todos los métodos anticonceptivos pueden fallar, y claramente, fallaron.


Miro su hermoso rostro y respiro profundamente, para conseguir terminar la historia.


—Entonces el doctor me dijo que estaba embarazada y me hice un ultrasonido para ver de cuánto tiempo estaba. Tengo una imagen. Te voy la mostrar en un minuto.


—Está bien —susurra.


—Después de que el médico salió, Juana se puso a cambiar los canales de TV en la habitación, y se detuvo en un programa de chismes y fue allí que te vi. —Trato de liberar mi mano, para poder ponerme de pie y explicarle, pero él me sostiene apretadamente.


—No te vayas. Termina la historia.


—Mi mundo se vino abajo. Odié ver las fotos, te odiaba más que nada en mi vida.Odiaba la forma en que la mirabas... —mi voz se quiebra y me aclaro la garganta.


—Pau, no era nada.


—Lo sé, pero cuando lo vi, no pude pensar en nada y entonces pensé que habías estado involucrado con ella. Yo estaba asustada y embarazada y sólo quería estar en tus brazos.


—Sube acá.


Me acuesto a su lado, y me acerco a él.


—Cuando no conseguí hablar contigo ayer, me volví loco. No podía concentrarme en cualquiera de mis reuniones. No habías respondido o contestado el teléfono.


—Al principio no sabía qué decir además estaba enojada contigo.


—Cogí un vuelo de regreso a Seattle y me fui directamente a tu casa, y ya sabes el resto.


—Siento mucho las cosas que dije.


—Yo también.


Pedro, no te quiero cerca de esa mujer. No quiero que trabajes con ella.


—La llamé después de que salí de su casa ayer por la noche y le dije que buscara a alguien más para la película. No voy a hablar con ella de nuevo. Te pido disculpas, te lastimé. No la estaba sosteniendo cuando salimos del restaurante. Desde luego, no la besé. Probablemente le di un abrazo de despedida, pero no significa nada. Ni siquiera me acuerdo de lo que estaba haciendo, pero los carniceros siempre tuercen las cosas para que veas lo que quieren. Además estaba pensando en llamarte.


—Entonces —dice y me inclina la cabeza hacia atrás para que pueda ver sus ojos—. Vamos a tener un bebé.


Él sonríe ampliamente, y se ve tan... orgulloso de sí mismo.


—Eso parece.


—Creo que lo mejor es que nos casemos pronto.


Pedro, yo no quiero que te sientas obligado a casarte conmigo sólo porque estoy embarazada...


—Detente ahí. Te pedí que se casaras conmigo antes de saber que estabas embarazada.


—Lo sé, pero...


—Nada. Paula, te quiero mucho. Quiero tener hijos contigo. 
Esto es una cosa maravillosa. Es pronto, antes de lo que hubiera preferido, pero un bebé no es una mala cosa. Vas a ser una madre fantástica.


Yo no sabía que pudiera llorar tanto en un día. Otro torrente de lágrimas arden en mis ojos. Estoy aliviada, feliz y tan enamorada de este hombre hermoso. Él se inclina y frota su nariz con la mía y me besa suavemente.


—Te amo, nena.


—Yo también te amo.


—Oh, Dios, Paula, el pobre hombre estaba a punto de morir. ¿No vas a permitir que descanse? —Juana entra con una bolsa llena de comida. Ella planta sus manos en sus caderas y sacude la cabeza.


—No seas aburrida, Juana. —Me levanto y empiezo a preparar la comida para Pedro. Mi estómago gruñe y me alegro de ver que ella trajo comida para mí también.


—Vamos a tener un bebé. —Pedro da una amplia sonrisa a Juana.


—Lo sé. Estoy tan feliz por ustedes.


Juana se acerca y le da un beso en la mejilla, sonriéndonos.


—¡Mantén tu boca lejos de mi hombre, Montgomery!


—¡Jesús! eres tan egoísta.


6 comentarios:

  1. Ayyyyyyyy, qué lindo que se arreglaron!!!!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar
  2. Hermosos capítulos! ya termina??? no quiero!!! Es hermosa esta novela!

    ResponderEliminar
  3. Ayyyy que tiernos.. Me encanta esta novelaaaa ♥

    ResponderEliminar
  4. Me encanta esta novela!!!!! Son muy lindos! No quiero q termine xfaa, espero el prox cap @GraciasxTodoPYP

    ResponderEliminar