Me acuesto en la cama, cansada de llorar o, irónicamente, dormir.
—No le dije nada sobre él bebe —digo, cuando Juana entra en mi cuarto.
—Lo imagine. ¿Él lo negó?
—Él dijo que fue un almuerzo de negocios sobre una película, que estaba pidiéndole a ella que la protagonice.
Mi voz es uniforme.
—Puede que esté diciendo la verdad.
La miro y ella continúa.
—Paula, si no hubieses acabado de recibir las noticias sobre él bebe cinco segundos antes de ver el programa, ¿estarías reaccionando de la misma manera?
—Sí.
—No pienso así. —Juana sube a la cama conmigo, pero no me toca.
—Querida, creo que hoy fue una montaña rusa emocional para ti.
—Eso es verdad. — Suspiro y coloco un brazo sobre mi rostro—.Nos hemos lastimado muy mal esta noche.
—Lo escuche.
La miro y ella encoje los hombros.
—Mi cuarto está a quince metros de distancia y estabas gritando.
—¿Qué piensas sobre eso? —pregunto porque la amo y ella me ama, y me va a decir la verdad.
—Quieres que te diga la verdad, o haga el papel leal de mejor amiga y etc.
—Uno… dos.
—Está bien. —Ella respira hondo y me mira—. Pedro es la mejor cosa que te ha pasado. No creo que él te esté engañando. Creo que necesita acordarse de ser más cuidadoso en su comportamiento, principalmente en público, porque los malditos paparazzi van a amoldar la verdad a su voluntad, apenas para conseguir una buena historia. Mas él ha estado lejos de todo hace años, y puedo entender porque bajo la guardia.
Ella hace una pausa y me miro atentamente.
—Paula, él te ama. Él tenía lágrimas en los ojos, cuando salió de aquí. Sabe que esta jodido. No es solo eso. — Ella levanta la mano para impedirme hablar—.Tienes que pensar en él bebe también. No estoy diciendo que te quedes con él por él
bebe, estoy diciendo que necesita saberlo, y necesitas acordarte que estas con las hormonas en completa ebullición.
Estoy tratando de procesar todo lo que ella está diciendo. Es cierto. Estoy tratando el asunto de forma inadecuada.
—No quiero que piense que estoy tratando de amarrarlo a que se quede conmigo por causa del bebé —susurro.
—¿Querida, porque pensaría eso? No lo hiciste a propósito.
—Tengo miedo.
—Todo va a estar bien. —Ella me envuelve en sus brazos y me sostiene apretadamente.
***
Ahora, ¿cómo puedo hacer eso de forma correcta? Tomo un largo baño y hago una mueca al ver mis ojos hinchados en el espejo. Estoy horrible. Me visto con unos jeans y una sudadera y busco mi anillo de la caja de joyas y lo coloco de regreso a mi mano. Tenemos un montón de cosas para conversar, pero vamos a pasar por eso.
Juana está en la cocina, cuando bajo.
—Estás horrible.
—Gracias. Me siento un poco mejor.
—Muy bien. ¿Vas para su casa?
—Sí.
—Bueno.
—Ok, creo que ya voy.
—Todo va a estar bien.
—Gracias. Por todo, Juana.
—Te amo. Ahora ve a buscar a tu hombre.
Nos sonreímos una a la otra, y salgo de la casa a pie. Voy a pie hasta su casa, necesito un poco de ejercicio y aire fresco.
Él no vive muy lejos. Mientras voy caminando, pienso en todas las maneras en que me demostró en estos últimos meses que me ama. Los cafés, los masajes, como siempre está preocupado por cómo me siento y sobre lo que estoy pensando. También ser posesivo es una demostración de amor. ¡Y las flores! Todas las centenas de flores. Sin mencionar mi cumpleaños, llevarme a Tahití. Sosteniéndome en el avión. La manera como me sostuvo en el cementerio. Mi Dios, él me ama mucho. Y lancé todas esas cosas sobre él anoche. Tengo que disculparme. Tengo que hacer las cosas bien.
Camino más rápido y llego a su casa en menos de quince minutos. Decido tocar la puerta en vez de usar mi llave, porque no estoy segura de cómo voy a ser recibida, pero no responde. Toco el timbre una vez más, y no hay respuesta.
Extraño.
Entro con mi llave y camino por la casa, llamándolo por su nombre. Él no está aquí. Subo las escaleras y tampoco está arriba. La cama está intacta, de la misma manera que estaba ayer cuando salimos, parece que no durmió aquí desde nuestra salida para el aeropuerto. Mierda. ¿En dónde está?
Saco mi teléfono de mi cartera y lo llamo. Toca varias veces, y sale el buzón de voz.
—Hey, soy yo. Estoy en casa, y no estás aquí. Por favor, llámame.
Estoy preocupada. No puedo evitar sentirme hipócrita por haber dejado mi teléfono apagado, y que él estuviera tan preocupado conmigo como para ir a buscarme solo para que yo lo expulsara de mi casa. Envío un mensaje, en el caso de que escuche los mensajes de voz, y bajo las escaleras. Salgo al deck y huelo mis flores.
Siguen lindas gracias al clima frio de otoño. Me siento en nuestro sofá, y no puedo evitar acordarme del sábado en la noche, después de la fiesta de los padres de Pedro, cuando me pidió en matrimonio.
Miro mi anillo y sonrío. ¿Dónde está él?
Trato de llamarlo nuevamente, pero va directo al buzón de mensajes.
De repente, el timbre suena y voy a abrir. Es Samantha.
—Gracias a Dios que estas aquí. —Me abraza y automáticamente la abrazo en respuesta.
—¿Qué va mal?
—Estaba tratando de encontrarte. No sabía tu número de teléfono. Llame a tu casa y Juana me dijo que estarías aquí.
—¿Qué está mal? —repito.
—Es Pedro. Pau, él sufrió un accidente. Tenemos que ir para el hospital.
¡Oh, Dios mío, no!
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