miércoles, 10 de diciembre de 2014

CAPITULO 4





Tome mi teléfono celular del bolsillo y lo saque fuera de la manta.


—¡Oh Dios mío, mira esto, tengo un mensaje!


—¿Quién podría ser? —Muevo mis pestañas hacia él y sonrío dulcemente. Pedro ríe.


—Tal vez debas verificar el mensaje.


—Oh. Buena idea. —Me rio y entro en los mensajes, hasta llegar al de un número que no conozco.


Quiero gritar como una niña de escuela, pero simplemente sonrío y abro el mensaje.


Hey Paula, guarda mi número. Vas a verlo mucho. Pedro Alfonso.


Sonrío hacia él, y guardo el número y su nombre en mi celular.


Entonces, la sonrisa deja su rostro y está serio nuevamente. Guardo el celular, y llevo mi cuerpo en su dirección, sentada en posición de yoga, todavía debajo de la manta, mentalmente preparándome para una conversación seria.


—¿Entonces?


—Entonces… —Me mira con cautela y siento nuevamente la alarma.


—¿Quién es Gabriel?


—Apenas un amigo. —Encojo los hombros.


Él levanta una ceja.


—Eso no fue solo un mensaje amigable, Paula. Soy un hombre, sé la diferencia.


Me encojo y miro hacia el agua oscura.


—Mírame. —Su voz es gruesa y yo regreso mis ojos hasta él.


—Él es apenas un amigo, Pedro. Si, existió una relación física en el pasado, pero ya no, hace mucho tiempo.


—¿Cuánto tiempo es mucho tiempo?


—Meses.


—¿Cuantos meses?


—Desde el último otoño.


—¿Existe alguien más?


—Eso no es de tu incumbencia.


—Lo es cuando eres la primera mujer que traigo a mi casa y todo lo que puedo pensar es en tenerte desnuda y follarte. Necesito saber si existe competencia. Yo no comparto, Paula—Sus ojos están en llamas, sus bellos labios se separan, mientras respira pesadamente, y sus manos cerradas en puños. Abro la boca para hablar, y la cierro nuevamente. 


Santo Dios, él me quiere follar.


Bien, regrésela al hombre mandón.


—Decir que no compartes implica que ya soy tuya, Pedro.


—¿No lo eres? —susurra.


Esto es demasiado. ¡Conozco al hombre hace menos de 24 horas y él quiere hacerme un reclamo! Parte de mí está gritando: ¡Sí! Pero el lado razonable de mi cabeza se levanta como un rayo y dice: ¡No!


Rápidamente salgo de la manta.


—Mira, Pedro… —De repente él está a mi lado, su mano fuerte en mi barbilla, sosteniéndome en su mirada.


—Responde a mi pregunta, por favor. —Su toque es suave, su mirada cruda, y me empuja en su dirección, de una manera que nunca conocí.


—No hay nadie —susurré.


—Gracias a Dios. —Y sus labios apasionados están nuevamente en los míos. Pero en lugar del fervor apasionado, estoy deseando. Sus labios son suaves, como si
estuviese memorizando mi boca con sus labios.


Suelta mi barbilla y lleva una de sus manos a mi cabello, mientras la otra baja a mi cuerpo y me acerca, su cuerpo contra el mío, y suelto un gemido bajo en mi garganta. Su pecho y el estómago con músculos duros. Paso mis brazos alrededor de él y lo abrazo, sosteniendo mis manos en su espalda.


Me atrevo a cerrar mis dientes sobre su labio inferior y lo chupo suavemente en mi boca. Sus ojos se abren, encontrando mi mirada, él introduce su lengua en mi boca, haciéndola asumir un ritmo sabroso.


Nuestra respiración es áspera, mi mano no puede dejar de moverse para arriba y para abajo en su espalda, sintiendo sus músculos duros flexionarse, mientras él se mueve contra mí.


Sus manos se deslizan hacia abajo, hasta mi trasero y lo aprieta con fuerza, mientras muerde mi cuello.


—Oh mí… —Inclino mi frente contra él y lo siento sonreír en mi cuello.


—Tienes un trasero espectacular, Pau—Me empuja con más fuerza y siento su erección contra mi estómago. Muevo mis manos para abajo hasta su trasero.


—También tienes un trasero delicioso, Pedro —Mi voz sale entrecortada, me empuja para atrás, sus ojos están un poco nublados por el deseo, y sé que estoy igual.


Joder, quiero a este hombre.


Nuestros brazos están alrededor uno del otro, apretando nuestras partes inferiores.


Aprieto de nuevo su trasero y corro mis dedos levemente hacia arriba, dentro de su camisa para sentir su piel desnuda y sonrío cuando él suspira.


Sus bellos ojos azules me observaban, mientras meto mi dedo dentro del elástico de su ropa interior trabajando alrededor de sus pantalones. De repente, sus manos están con las mías, alejándolas de su erección, sin mover los ojos de mí. Lleva mis dos manos hasta sus labios y besa cada uno de mis dedos, luego retrocede y se aleja.


El aire frio alrededor de nosotros es un golpe en la cara, mi frente se arruga llena de confusión y frustración al sentir el dolor del rechazo.


¿Pero qué diablos?

CAPITULO 3




La casa de Pedro está próxima a la costa, creo que su casa queda a menos de 450 metros de la mía.


Me indica un portón con un gran camino de árboles. 


Solo puedo ver el camino después del portón, no hay ninguna casa a la vista.


—El código es 112774.


—Wow, ¿me confías el código de entrada de tu casa?


Estoy tratando de mantener el clima leve entre nosotros, para disimular mis nervios de ir hasta su casa. ¿Sera que me va a invitar a entrar?


—Estarías sorprendida de lo mucho que confío en ti Paula—Lo miro y él arruga el ceño—. La verdad, es que confío mucho.


Decido ignorar su comentario y cruzo a la izquierda, suspirando con la linda y moderna casa que aparece delante de mí.


No es enorme, en verdad es simple, pero la vista es de quedarse sin aliento, la casa es blanca y reciente, con líneas limpias, toneladas de grandes de ventanas, bellas hortensias rojas y azules que bordean el frente de la casa, y árboles podados que bordean la acera.


—Wow, Pedro, es bonita.


—Gracias.


El orgullo está de regreso en su voz, y es evidente que ama su casa. Sonrío para él, comprendiendo completamente el sentimiento. Paré con el lado del pasajero enfrente de la puerta y no hice ningún movimiento para quitarme el cinturón de seguridad.


Pedro sale del auto, y para mi sorpresa camina alrededor hasta alcanzar mi puerta y me dice
—Por favor, entra. —Él extiende su mano, pero dudo.


—Debería ir…


—Realmente adoraría que entraras.


Él me ofrece una sonrisa brillante, y me siento tentada.


—Déjame mostrarte la vista. Tal vez hacer la cena. Eso es todo, lo juro.


Sus ojos brillan con travesura, y no puedo resistirme a él. No quiero resistirme a él.


—¿No voy a interrumpir algún otro compromiso?


—No, soy un hombre libre, Paula. Vamos.


Apago el auto y tomo su mano. Wow. La electricidad de su toque todavía está allí, mis ojos se abren al encontrar los suyos. Su sonrisa se fue, y me está mirando fijamente a los ojos. Lleva mi mano hasta sus labios, enseguida, cierra la puerta detrás de mí y me lleva a la casa, sin soltarme, como si pudiese huir en cualquier momento.


No puedo dejar de observar la forma como sus pantalones caen de sus caderas, moldeando perfectamente su trasero. Su camisa blanca esta fuera de ellos, y abraza los músculos de sus hombros y brazos perfectamente.


Quiero abrazarlo por detrás y hundir mi nariz en su espalda, inhalar su olor, besarlo en el medio de ella. Debía ser ilegal para alguien ser tan guapo. Claramente cuida muy bien de sí mismo.


De repente, siento que está fuera de mi alcance. Él es un 10, y yo tengo suerte si consigo un 7, después de ser alisada y pulida en mi salón de belleza favorito.


Por no hablar del tamaño de mis caderas de un burro y un poco de barriga, que no importaba cuantas abdominales o ejercicios de yoga haga, eso simplemente no se iba. Sé que no estoy gorda, pero no soy una súper modelo delgada como lo es Juana.


Y hasta hoy, eso nunca me molestó. Pedro abre la puerta y se gira hacia mí, y la mirada en sus ojos me dice que no está mirando mis defectos. Parece gustarle bastante lo que ve y la esperanza comienza a pasar por mí.


—Bienvenida, Paula. Siéntete como en casa.


Sigo para dentro y no consigo quitar la sonrisa de mi rostro con la visión de su magnífica casa. La sala de estar es grande, con doble pared y techos de color caqui.


La pared del fondo es toda de vidrio y la vista es la de la pequeña bahía de Puget.


Los muebles son grandes, en tonos azules y blanco y un toque de verde. Podría enrollarme en uno de esos sofás y mirar aquella vista todo el día.


Camino por la sala, mis sandalias haciendo eco en la madera oscura del suelo, y miro para fuera por las ventanas por algunos momentos. El sol poniéndose, todavía un poco arriba de las montañas, reflejándose sobre el agua azul, y los veleros muy blancos pasean graciosamente. Me giro para ver a Pedro, todavía del otro lado de la sala mirándome, con los brazos cruzados delante de él. Me gustaría poder leer su mente.


—¿Qué pasa? —pregunto, imitando su postura, cruzando los brazos, empujando mi escote un poco más arriba, exponiéndolo desde la V de mi camisa roja.


—Eres muy bonita, Paula.


Oh.


Dejo caer los brazos y abro la boca para hablar, pero no sale nada, entonces giro la cabeza y miro para la derecha en dirección a su bella cocina.


—Tienes una gran cocina.


—Sí.


Es una respuesta simple, y Pedro está en movimiento, lentamente caminando en mi dirección. No hay humor en sus ojos ahora, apenas hambre. Hambre de mí. No me puedo mover, aunque quisiera.


—¿Te gusta cocinar? —Mi voz es más alta de lo normal y los nervios están de regreso, pero los nervios no son de miedo. Definitivamente no tengo miedo de él.


Estoy un poco intimidada.


—Sí —dice nuevamente, y cuando se acerca, levanta un dedo largo, pasándolo por mi mejilla. Trago duro y mantengo mi mirada en sus ojos.


—¿No quieres hablar sobre tu cocina? —susurro.


—No —susurra de regreso.


—Ah. —Miro a su boca, y de regreso a sus ojos azules


—. ¿De qué quieres hablar?


—No quiero hablar, Paula.


¿Desde cuándo susurrar queda tan sexy? Aprieto mis muslos, y estoy de repente mojada, caliente y sin aliento.


Pedro toma mi rostro ente sus dos manos, mirando atentamente mis ojos, como si estuviese tratando de transmitir algún tipo de mensaje profundo, o ¿será qué está pidiendo mi permiso?


Inclino levemente mi cabeza hacia atrás, y él, oh, baja tan lentamente sus labios a los míos. Descanso sus labios en los míos, besándome recatadamente.
Llevo mis manos para arriba, agarro sus antebrazos y gimo, cuando aumenta el beso, entrando en mis labios abiertos haciendo cosquillas en mi lengua con la suya.


Oh Dios, huele tan bien, sus labios son como una droga, que apenas puedo resistir.


Me muerde levemente los bordes de mi boca, en mi labio inferior y en seguida invade mi boca nuevamente. Suelta mi cabello, derramando mí largo cabello castaño alrededor de mis hombros, y mete sus manos en él.


—Eres. Tan. Bella —murmura contra mi boca, cada palabra entre dulces besos y quedo totalmente borracha. Llevo mis manos sobre sus hombros y jalo sus cabellos en mis dedos, sosteniéndolo con fuerza.


¡Oh, este hombre sabe besar!


Él suaviza el beso de nuevo, delicadamente, colocando mi rostro entre sus manos,dejando dulces besos en mi barbilla, mejillas, nariz, enseguida, sus labios se posan en mi frente y tomo una respiración profunda. Corro mis manos para atrás, hasta alcanzarlo por debajo de sus hombros.


¡Puta mierda, él es fuerte!


Y no quiero que pare. Pedro se inclina para atrás, todavía con la mano en mi rostro y sonríe suavemente. —Querría hacer esto todos los días. —¿De dónde viene esta música?


Me doy cuenta que es mi teléfono sonando en mi bolso, que todavía cuelga en mi cuerpo, y rompo nuestro contacto íntimo, buscando en mi bolso el sonido de los Maroon 5 que suena en mi teléfono. 


Pedro me da una gran sonrisa mientras atiendo
la llamada.


—Hola, Juana —Menciono el nombre de mi amiga, mirando hacia él, con una ceja levantada.


—¡Pau! No respondes mis mensajes. ¿Estás bien?
Ella suena irritada y ruedo mis ojos.


—Estoy bien. Disculpa, no vi tus mensajes. Mi teléfono estaba en el bolso, no lo había escuchado. —Doy otro paso hacia atrás tratando de aclarar mi cabeza y él coloca sus manos sobre sus delgadas caderas.


—¿Tienes planes para cenar?


—¿Cenar?


Pedro se inclina y susurra en mi oído libre:
—Voy a hacer la cena. —¡Me hace un guiño! Y después camina para la cocina, dejándome atender la llamada.


—Hum, sí, tengo planes para cenar.


Tiemblo, sabiendo que estoy a punto de ver a Juana aplicar el tercer grado.


—¿Oh? —Se que está con sus cejas hábilmente depiladas levantadas. Y no quiero tener esta conversación con Pedro escuchando.


Escucho Adele comenzando a cantar y me giro para ver a Pedro moviendo el sistema de sonido, jugando con su iPod.


—Sí, algo surgió. ¿Por qué? ¿Qué está pasando?


Pedro está de regreso a la cocina, removiendo en el refrigerador, y tengo una excelente vista de su trasero pegado en sus pantalones. Puta mierda.


—Te iba a invitar para ir a cenar conmigo y algunos de mis compañeros de trabajo, pero si tienes planes te veo más tarde.—Hace una pausa—. ¿Es el asaltante?


Suspiro. ¡No iba a soltar el hueso!


—Tal vez.


—¡Maravilloso! Diviértete, ten sexo seguro, saca fotos, si puedes. ¡Hasta más tarde! —Y cuelga. No consigo evitar lanzar una carcajada. Oh, nada como tener una amiga con una actitud despreocupada.


—Entonces, ¿cómo te fue con tu compañera de cuarto? —Pedro pregunta, mientras llena dos copas de vino blanco. Tomo un trago y es una agradable sorpresa por el sabor levemente dulce y frutado.


—Tranquila, ella estaba confirmado si estoy bien. —Me siento en el banco del mostrador levemente coloreado, y miro los mensajes de texto en mi teléfono. Tengo tres, todos de Juana.


Hey pau, ¿quieres ir a cenar esta noche?


¿Pau? ¡Contesta la mierda del teléfono!


Paula, estoy haciendo reservas… ¿cenas?


Upps. Coloco mi iPhone encima del mostrador y tomo otro trago del vino. Pedro me está observando.


—Disculpa, eso fue de mala educación. —Sonrío disculpándome—. Se preocupo cuando no respondí sus mensajes.


Pedro balancea la cabeza.


—Definitivamente no fuiste mal educada, Paula. Entonces, ¿cómo te sientes con la salsa Alfredo?


Sonríe con su tono seductor.


—Tengo una historia de amor desde hace tiempo con la salsa Alfredo.


—¿En serio? —Se ríe y coloca mi cabello detrás de mi oreja, ahora todo enredado.


—La salsa Alfredo da suerte.


Se gira y comienza a sacar ollas e ingredientes de su despensa y refrigerador. Es tan… competente en la cocina. Cuando se da la vuelta para comenzar a organizar el caos, me ve observándole y me da media sonrisa.


—¿Que estás pensando?


—Eres muy competente en la cocina.


—Muchísimas gracias. —Él se inclina magníficamente y me hace reír.


—¿Quién te enseñó a cocinar?


—Mi madre. —Coloca una olla de agua para hervir y comienza a rallar el queso.


—¿Qué puedo hacer para ayudar?


—Siéntate allí y déjame admirarte.


Me ruborizo.


—Realmente, quiero ayudar.


—Ok, raya el queso y yo cuido del pollo.


Estoy feliz en quedarme en el mostrador y asumir el área del queso, Pedro se mueve por la cocina con tranquilidad. Luego el lugar huele a pollo a la parilla, haciéndome agua la boca. Pedro se mueve para atrás y coloca los brazos alrededor de mí, verificando el queso, sin tocarme realmente.


Mi piel esta prendida en fuego. ¡Tócame! ¡Sostenme! Pero no lo hace, antes de que me dé cuenta, se aleja y mi cuerpo esta temblando de necesidad. No recuerdo sentir tanta atracción física por un hombre antes. Es un poco aterrador, pero es muy divertido.


—Ok, creo que estará pronto. ¿Puedes mirar la pasta? —Le ayudo con placer, y cuando termina la salsa, mi estomago gruñe. Mmmm… ¡un hombre sexy que puede cocinar! Pedro toma los platos, los cubiertos y las servilletas.


—Vamos a comer afuera y apreciar la vista.


—Genial idea. —Sonrío, mientras tomo mi plato, nuestro vino y camino para fuera hasta el comedor de la sala de estar. El espacio del comedor en la terraza es espectacular. Una mesa para seis personas, las sillas en tonos marrones y rojos, y hay una enorme rejilla de acero inoxidable, con mostradores de cocina al aire libre, refrigerador y lavavajillas.


Nos sentamos y mis nervios por el delicioso beso anterior se fueron, estoy simplemente con hambre.


—¿Con hambre? —pregunta, leyendo mi mente.


—¡Muriendo de hambre! —respondo.


Doy una mordida y cierro los ojos.


—Mmm… Realmente muy bueno.


Los ojos de Pedro bailan sonrientes y tomo un trago de vino.


—Me alegra que te guste.


Entonces, doy otra mordida.


—¿Tu madre te enseñó a cocinar?


—Sí, siempre dijo que todos sus hijos necesitaban ser capaces de alimentarse, después que dejaran el nido.


Lo observo cortar un poco de pollo con un cuchillo.


—¿Cuantos hermanos tienes?


—Tengo un hermano y una hermana.


—¿Mayor, menor? —pregunto. Dios, este hombre puede cocinar.


—Hermana mayor, hermano menor.


—¿Y qué hacen ellos?


—Samantha, mi hermana, es editora para la revista de Seattle. —Los ojos de Pedro están llenos de orgullo—. Marcos está desperdiciando su educación universitaria, como un pescador en Alaska.


—¿No lo apruebas? —Levanto mi ceja, mientras tomo un trago del vino.


—Bien, es joven. Creo que es bueno que disfrute de su lado salvaje ahora. —Pedro encoge los hombros.


—¿Tus padres? —Me gusta escucharlo hablar sobre su familia. Claramente los ama mucho.


—Ellos viven en Redmond. Mi padre trabaja para Microsoft y mi madre es ama de casa. —Mira mi plato vacio.


—Estaba delicioso, gracias. —Me inclino hacia atrás en la silla y estiro las piernas.


—No hay de qué. —Él paree muy joven, con una sonrisa tímida—. ¿Aceptas más?


—Ah, no, estoy satisfecha. —Doy un golpecito en mi barriga y miro hacia el agua—. Tienes una vista fantástica.


—Sí, la tengo. —Lo miro y está mirándome. Mis mejillas se calientan.


—Te gusta halagar.


—Eres fácil de halagar.


Sonrío.


Inclina la cabeza para un lado y sostiene mi mano en la suya, llevándola a su boca.


Esta es la primera vez que me toca desde que nos besamos en la sala y suspiro con el calor de su toque.


—Eres muy bonita,Paula. ¿Por qué no crees en eso?


Estoy sorprendida. Nadie había notado mis inseguridades, porque nunca las muestro. Encojo los hombros.


—Estoy feliz de que pienses así. —Él arruga la frente con mi respuesta, pero no me presiona.


—Lo pienso.


—Me gustaría estar con mi cámara. —No me doy cuenta que lo dije en voz alta, hasta que lo siento tenso en mi lado.


—¿Por qué? —Su voz es fría, y mirando en sus ojos, ellos están helados.


—Por la vista. —Hago un gesto en dirección al agua—. Esta sería una imagen maravillosa.


Se relaja a mi lado.


—Tal vez algún día la puedas capturar.


—Ah… un día, de nuevo. —Le sonrío y el me sonríe de regreso.


—Un día. —Lo repite y no puedo evitar sentirme un poco tonta por dentro.


Tiemblo un poco cuando la brisa fresca atraviesa el patio. El sol ya se puso, el cielo es todo rojo y naranja, está fresco.


—¿Tienes frío? —pregunta.


—No, estoy bien.


—¿Segura?


—Estoy con un poco de frío, pero no quiero entrar.


—Ya regreso. —Con eso, se levanta y reúne nuestros platos sucios.


—Hey, voy a limpiar. Tú cocinaste.


—Tonterías. Eres mi invitada, Paula. Además de eso, tengo una empleada, que se encargará de todo mañana. Siéntate. Relájate. —Me mira seriamente, entonces entra.


Es tan mandón. Creo que me gusta. Nadie jamás se atrevió a ser mandón conmigo.


Es divertido. Escucho el iPod cambiar de Adele a algo suave y relajante, y un momento después está de regreso con una manta verde peluda y mi iPhone.


—La luz está pestañando en tu teléfono, pensé que te gustaría verlo. —Me lo entrega, pero antes de que consiga mirar el teléfono, extiende su mano hacia mí—.Ven conmigo.


—¿A dónde vamos?


—Allí. —Señala un sofá de dos plazas bien suave, más cerca del borde del patio.


Acepto su mano y nos lleva hasta allí y me siento, hundiéndome en las almohadas.


Él se sienta a mi lado y nos enrolla en la manta. Su brazo alrededor de mí.


—Eres rápido. —Miro sus ojos azules, sin saber si quedarme en sus brazos es totalmente seguro, pero quiero quedarme así.


—Sólo estamos admirando una bella vista, Natalie. —Me acerca más a su cuerpo, y me inclino en su hombro. Me acuerdo del teléfono en mi mano y lo saco por debajo de la manta para leerlo, no me preocupo de esconderlo de Pedro.


Hey Linda, ¿planes para esta noche?


Es de mi amigo Gabriel, y aunque no hemos tenido sexo en algún tiempo, a veces, si estamos borrachos y solitarios, nos entregamos. No hablo con él hace semanas, y está claro que tiene que ser precisamente ahora, cuando estoy enrollada en los brazos de un hombre sexy, cuando él decide enviarme mensajes.


Mierda, mierda, mierda. Siento a Pedro tensarse a mi lado, y yo me encojo, pero respondo, sin mover el teléfono fuera de su campo de visión. No tengo nada que esconder.


Sí, tengo planes. Disculpa.


Pedro no se relaja a mi lado y sé que está molesto. Mierda. Gabriel responde casi inmediatamente.


¿Mañana?


Disculpa, Gabriel, no estoy interesada.


Ok, chao, Pau.


Coloco mi teléfono en mi bolsillo e inclino la cabeza para atrás, en el hombro de Pedro, sin decir nada. ¿Qué podía decir? Él deja escapar un suspiro y aprieta su abrazo sobre mí, sin decir nada por un buen tiempo. Finalmente lo miro.


—¿Estás bien?


—¿Por qué no lo estaría?


—Hum, no sé. Sólo era una pregunta.


Las dos últimas palabras las susurro. Él parece rabioso, pero yo no he hecho nada malo. Joder, mande al tipo de paseo.


De repente se mueve y saca su iPhone del bolsillo.


—¿Cuál es tu número de teléfono?


Mi mirada sorprendida se encuentra con la suya y levanta una ceja. Le doy mi número, mientras los marca en su teléfono.


—¿Cuál es tu apellido?


—Chaves —Termina de agregar mi nombre y mi número en su teléfono y yo cierro los ojos inhalando su olor a limpio, mientras continua marcando teclas.


Mi teléfono vibra en mi bolsillo.