lunes, 15 de diciembre de 2014
CAPITULO 14
-¡Buenos días, sol! —Saludo a Juana, mientras entro en la cocina.
Volvió de su caminata, con su cabello rubio amarrado en una
cola de caballo, vestida como yo, con una camisa blanca y
pantalones de gimnasia negros. Coloca el café molido de
vuelta en el congelador y sonríe hacia mí.
—Buenos días para ti también. ¿Se fue?
—No, va a bajar en un minuto. Vamos a tomar café.
—Lo invitaste. —Eso no fue una pregunta.
—Sí.
—Y lo dejaste quedarse.
—Sí…
Sus ojos azules están afilados.
—Eso está un poco en contra tu acostumbrado modus operandis.
—Lo sé. —Suspiro y agarro tres tazas del armario—. Él es diferente, Juana. No sé a dónde nos llevará esto, pero lo quiero descubrir.
Me da una palmadita en el hombro y le sonrío.
—Estoy feliz por ti, querida.
Escucho a Pedro detrás de mí y los ojos de Juana le miran fijamente. ¡Lo sé, es tan caliente!
Me volteo y sonrío hacia él.
—Pedro, esta es mi mejor amiga Juana. Juana, ese es…
—¡Pedro Alfonso! —Su voz es estridente y ahora está sonriendo, las manos en puños, está prácticamente saltando hacia arriba y hacia abajo—. ¡Oh mi Dios! ¡Oh mi Dios! ¡Oh mi Dios! ¡Pedro Alfonso está en nuestra cocina! —Empuja mi
hombro y hace un baile feliz.
¿Qué mierda es esa?
Miro hacia tras hasta Pedro y está perfectamente inmóvil. Está completamente pálido.
Él traga en seco y me mira, pero no me toca.
Juana para su baile feliz.
—¡No me dijo que él era el súper Pedro “loco” Alfonso!
—¿Lo conoces? —pregunto, mi voz en un susurro.
¿De qué me estoy perdiendo?
Juana para, su mandíbula cae y sus ojos se amplían.
—Claro que lo conozco. Pau, este es Pedro Alfonso.
—Soy consciente —respondo, pero mi rostro está rojo y estoy comenzando a sentir como si todos estuvieran contando una broma y yo fuera el motivo de ella.
—No, Pau…
Pedro encuentra su voz.
—Paula, te lo puedo explicar.
Llega hacia mí, pero doy un paso atrás, fuera de su alcance y voy para atrás de la mesa, para colocar espacio entre nosotros.
—¿Explicar qué?
—Paula —Juana traga en seco y mira hacia él, con una sonrisa derretida e irritante en el rostro, entonces, mira hacia mí—. Este es el famoso Pedro Alfonso.
—¿El qué? —Estrecho mis ojos y miro hacia él de nuevo y de repente todo tiene sentido.
No tomes una foto mía, mierda.
¿Por qué todos ustedes no me dejan en paz?
No me gustan las multitudes.
—Las películas Nightwalker, Pau—susurra Juana.
Pedro no dice nada y no está mirando hacia mí. Sus manos están en sus caderas y está bajando la cabeza.
—Me mentiste. —Odio como se quiebra mi voz.
Su cabeza da una vuelta y me encara con esos bellos ojos azules.
—No, no mentí.
—Te pregunté más de una vez, que haces para vivir y nunca me lo dijiste.
Oh, esto duele.
—Yo solo… —Pasa las manos por el cabello—Paula, lo que siento por ti…
—Para. —Levanto mi mano—. Dijiste ayer en el auto, sin sorpresas…
Él traga.
—Dios, me siento tan estúpida. —Cierro los ojos y quiero poner mi cabeza en el mostrador y llorar.
—No, cariño… —Comienza a moverse en mi dirección, pero levanto mi mano de nuevo, haciéndolo parar.
—No, tú escucha, bebé. —La rabia me está empezando a dominarme y estoy comenzando a temblar a causa de ello—. Confié en ti, cosas que nunca confié a nadie. Y todo este tiempo me estabas mintiendo.
—No es así…
—Paula… —Juana da un paso al frente, pero la detengo en su lugar con una mirada.
—Entonces, yo era una broma. ¿Vamos a ver hasta dónde puedo llegar con esta chica antes de que descubra quién soy? Bien, te la follaste, Pedro. Bien para ti.
—¡No! —Llega cerca de la barra, ignorando mis avisos de quedarse atrás y agarra mis hombros.
Sus ojos están helados, con el rostro tenso, como si le doliese.
—No,Paula. Nada sobre nosotros es una broma. No quería follar contigo, yo hice el amor contigo.
Estoy tan avergonzada.
—Todo el mundo en el país sabe quién eres, Pedro.
—No todo el mundo —responde.
—Tienes razón, aparentemente, soy la única que no es lo suficientemente brillante para reconocerlo. —Escapo de su mano y me aparto. Deja caer sus brazos hacia los lados.
—Paula—Juana intenta nuevamente—: ¿Cómo no sabes quién es él? ¿Nunca viste sus películas? ¡Su rostro está en millones de camisas, Pau! Hay muñecos de acción con su rostro.
Pedro hace una mueca y se aparta.
—¡Las niñas de todas las edades gritan de la manera en que lo hice hace cinco minutos y pierden las cabezas así, joder!
Dios, soy una idiota.
Estoy tan avergonzada, solo quiero correr. Lo quiero a él normal. Quiero que me abrace y me diga que no es verdad. ¿Qué mierda quería conmigo? Podía tener a cualquiera en el mundo. Literalmente.
—Pau… —Pedro extiende la mano hacia mí, pero me aparto, ignorando el dolor en su voz.
—Tienes que irte.
—No, no me quiero ir. —Su rostro bonito está en agonía, reflejando el mío. Cruzo los brazos a mí alrededor, para no ir a él.
—No te quiero aquí. No puedo estar con alguien que me miente. Oh, solo vete.
—¡No mentí! Paula, esto no es quién soy. Vamos a hablar sobre eso.
Ya escuché lo suficiente, solo necesito estar lejos suyo.
—Tengo una sesión en una hora, necesito una ducha y quiero que te hayas ido cuando esté de vuelta.
—¡Estás exagerando! —Su voz es maniática y sus ojos me imploran.
—¡Vete de mi casa! — le grito, lágrimas calientes se encuentran cayendo por mi rostro.
—Paula, no hagas esto…
Me volteo y corro hasta las escaleras, atravieso mi cuarto y entro en el baño, encerrándome dentro. Me apoyo en la puerta y me deslizo hacia el suelo, mi cuerpo convulsionando con hipos enormes.
—Paula, abre la puerta.
Joder, me siguió.
—Tienes que irte. —Ahora hay más fuerza en mi voz. Solo quiero que se vaya.
—¡No me voy, Joder! ¡Abre la puerta!
—¡No! —me defiendo y apoyo mi cabeza en la puerta, mis manos en puños están apoyadas en la madera fría y blanca.
—Paula, que Dios me ayude, si no abres la puerta, la voy romper. Ven aquí y mírame. —Su voz suena irregular y cerca de mí. Está muy molesto. ¡Pero yo también! No respondo y Pedro de repente golpea la pared izquierda de la puerta.
—¡ABRE LA PUERTA! ¡Carajo!
Todavía no respondo, lágrimas calientes ruedan por mi rostro.
—Está bien, Pau, si quieres actuar como una niña, está bien. No necesito esto. —Lo oigo salir fuera de mi cuarto y bajar las escaleras.
¿Cómo fue que me metí en esta confusión?
CAPITULO 13
Me despierto a la mañana con la luz brillante del sol y un pesado brazo doblado sobre mí. Nunca dormí con alguien antes, esto es nuevo. Y es sorprendentemente confortable.
Pedro está durmiendo en mi almohada. Parece tan joven y relajado. Necesita afeitarse y su cabello está despeinado, como de costumbre. Quiero pasar mis dedos a través de él, pero la naturaleza me llama, entonces con cuidado me deslizo de su brazo y voy hasta el baño.
Cuando vuelvo de puntas de pie a la habitación, Pedro aun está dormido pero se gira para el otro lado, dejando todo su cuerpo desnudo al descubierto sobre la sábana, con las piernas, nalgas y espalda expuestas. Dulce Jesús, ¡él es un
espectáculo para la vista!
No puedo ayudarme. ¿Qué mujer que se precie puede tener eso en su cama y no tocarlo? Yo no.
Me meto de nuevo en la cama y le paso la palma de mi mano desde el talón del pie, por encima de su pantorrilla tonificada y aprieto su trasero duro, continuando por su espalda y luego paso mis dedos por sus cabellos. Muerdo su cuello y sus hombros. Le beso la columna y recorro el camino hasta la base de su espalda, donde hay dos hoyuelos pequeños muy sexys, bien arriba de su trasero.
Lo oigo gemir y sonrío. Corro mis uñas por debajo de su culo hasta sus muslos y beso el camino hasta sus costillas. Él se gira lentamente y continúo besando su cuerpo, pellizcando una tetilla y descansando la mano sobre la V sexy de su cadera.
Miro hacia arriba hasta alcanzar sus divertidos y somnolientos ojos azules.
—Buenos días bonito.
—Bueno, buenos días linda.
De pronto estoy de espaldas y Pedro está entrelazando los dedos con los míos y poniendo mis manos encima de mi cabeza. Me besa el cuello y el mentón y mueve sus manos por mis brazos para tomar mi cabeza entre sus manos.
—¿Cómo estás esta mañana? —susurra contra mi boca y frota su nariz con la mía.
—Yo estoy bien.
—¿Solo bien? —Besa mi mandíbula y suspiro.
—¿Y cómo está la tuya? —Le pregunto e inclino mi cabeza dándole mejor acceso.
—Maravillosa —susurra.
Sonrío y paso mis manos por su espalda.
—Eso serviría también.
Se inclina para mirarme y agarro su mejilla con mi mano.
—¿Tú cómo estás? —pregunto.
—Nunca estuve mejor.
Mis ojos se sorprenden con su seria respuesta.
—Guau, yo quedaría satisfecha con apenas un bien.
—Oh, superaste mis expectativas.
—Eres encantador.
Él sonríe para mí.
—Tú eres muy bonita a la mañana.
Gruño y comienzo a acariciarlo, pero agarra mi mentón firmemente.
—Tú —me besa— eres —otro beso— linda —vuelve a besarme.
Mierda.
—Tú tampoco estás mal. —Sonrío contra su boca.
—Te quiero a ti, bebé —murmura.
—Lo puedo notar. —Froto mis caderas contra su erección y él suspira.
—Dios, me excitas tanto como un adolescente, Pau. ¿Qué diablos estás haciendo conmigo?
Sus ojos azules me observan y mueve sus caderas, la punta de su pene descansando contra mí y yo levanto mi pelvis para recibirlo dentro de mí.
—¡Ah! —Me agarro de sus hombros mientras él se hunde profundamente en mí.
Entierra el rostro en mi cuello, chupándome suavemente y besándome. Sus movimientos se vuelven más rápidos y más fuertes y nuestra respiración se acelera.
—Oh, bebé… Yo nunca… Joder me haces sentir muy bien.
Lo aprieto empujándolo más profundo.
—Córrete conmigo, amor. —Él está respirando irregularmente y puedo sentirlo correrse, y yo con él.
—¡Oh, sí! —Llorisqueo y me convulsiono alrededor de él.
Minutos más tarde, después de que nuestras respiraciones y cuerpos se calmasen, levanta la cabeza y me besa suavemente. Sale de dentro de mí y me siento un poco dolorida pero no me importa.
—Enseguida vuelvo. —Se levanta y va hacia el baño.
Yo me siento y estiro el cuerpo desperezándome. Oh, sí, estoy dolorida. Claramente por los músculos que no había usado por un tiempo. Me abrazo y me levanto. Me visto con una remera y un pantalón de yoga.
—Te has vestido. —Me río al ver la cara decepcionada de Pedro, cuando sale del baño. Me rodea con sus brazos y me abraza fuerte y yo suspiro. Guau, ¿es esto demasiado bueno para ser verdad?
—Voy a hacer café. ¿Te espero abajo? —Acaricio su rostro con la mano.
—Por supuesto, estaré pegado a ti.
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