lunes, 15 de diciembre de 2014
CAPITULO 13
Me despierto a la mañana con la luz brillante del sol y un pesado brazo doblado sobre mí. Nunca dormí con alguien antes, esto es nuevo. Y es sorprendentemente confortable.
Pedro está durmiendo en mi almohada. Parece tan joven y relajado. Necesita afeitarse y su cabello está despeinado, como de costumbre. Quiero pasar mis dedos a través de él, pero la naturaleza me llama, entonces con cuidado me deslizo de su brazo y voy hasta el baño.
Cuando vuelvo de puntas de pie a la habitación, Pedro aun está dormido pero se gira para el otro lado, dejando todo su cuerpo desnudo al descubierto sobre la sábana, con las piernas, nalgas y espalda expuestas. Dulce Jesús, ¡él es un
espectáculo para la vista!
No puedo ayudarme. ¿Qué mujer que se precie puede tener eso en su cama y no tocarlo? Yo no.
Me meto de nuevo en la cama y le paso la palma de mi mano desde el talón del pie, por encima de su pantorrilla tonificada y aprieto su trasero duro, continuando por su espalda y luego paso mis dedos por sus cabellos. Muerdo su cuello y sus hombros. Le beso la columna y recorro el camino hasta la base de su espalda, donde hay dos hoyuelos pequeños muy sexys, bien arriba de su trasero.
Lo oigo gemir y sonrío. Corro mis uñas por debajo de su culo hasta sus muslos y beso el camino hasta sus costillas. Él se gira lentamente y continúo besando su cuerpo, pellizcando una tetilla y descansando la mano sobre la V sexy de su cadera.
Miro hacia arriba hasta alcanzar sus divertidos y somnolientos ojos azules.
—Buenos días bonito.
—Bueno, buenos días linda.
De pronto estoy de espaldas y Pedro está entrelazando los dedos con los míos y poniendo mis manos encima de mi cabeza. Me besa el cuello y el mentón y mueve sus manos por mis brazos para tomar mi cabeza entre sus manos.
—¿Cómo estás esta mañana? —susurra contra mi boca y frota su nariz con la mía.
—Yo estoy bien.
—¿Solo bien? —Besa mi mandíbula y suspiro.
—¿Y cómo está la tuya? —Le pregunto e inclino mi cabeza dándole mejor acceso.
—Maravillosa —susurra.
Sonrío y paso mis manos por su espalda.
—Eso serviría también.
Se inclina para mirarme y agarro su mejilla con mi mano.
—¿Tú cómo estás? —pregunto.
—Nunca estuve mejor.
Mis ojos se sorprenden con su seria respuesta.
—Guau, yo quedaría satisfecha con apenas un bien.
—Oh, superaste mis expectativas.
—Eres encantador.
Él sonríe para mí.
—Tú eres muy bonita a la mañana.
Gruño y comienzo a acariciarlo, pero agarra mi mentón firmemente.
—Tú —me besa— eres —otro beso— linda —vuelve a besarme.
Mierda.
—Tú tampoco estás mal. —Sonrío contra su boca.
—Te quiero a ti, bebé —murmura.
—Lo puedo notar. —Froto mis caderas contra su erección y él suspira.
—Dios, me excitas tanto como un adolescente, Pau. ¿Qué diablos estás haciendo conmigo?
Sus ojos azules me observan y mueve sus caderas, la punta de su pene descansando contra mí y yo levanto mi pelvis para recibirlo dentro de mí.
—¡Ah! —Me agarro de sus hombros mientras él se hunde profundamente en mí.
Entierra el rostro en mi cuello, chupándome suavemente y besándome. Sus movimientos se vuelven más rápidos y más fuertes y nuestra respiración se acelera.
—Oh, bebé… Yo nunca… Joder me haces sentir muy bien.
Lo aprieto empujándolo más profundo.
—Córrete conmigo, amor. —Él está respirando irregularmente y puedo sentirlo correrse, y yo con él.
—¡Oh, sí! —Llorisqueo y me convulsiono alrededor de él.
Minutos más tarde, después de que nuestras respiraciones y cuerpos se calmasen, levanta la cabeza y me besa suavemente. Sale de dentro de mí y me siento un poco dolorida pero no me importa.
—Enseguida vuelvo. —Se levanta y va hacia el baño.
Yo me siento y estiro el cuerpo desperezándome. Oh, sí, estoy dolorida. Claramente por los músculos que no había usado por un tiempo. Me abrazo y me levanto. Me visto con una remera y un pantalón de yoga.
—Te has vestido. —Me río al ver la cara decepcionada de Pedro, cuando sale del baño. Me rodea con sus brazos y me abraza fuerte y yo suspiro. Guau, ¿es esto demasiado bueno para ser verdad?
—Voy a hacer café. ¿Te espero abajo? —Acaricio su rostro con la mano.
—Por supuesto, estaré pegado a ti.
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