viernes, 26 de diciembre de 2014
CAPITULO 40
Estoy de pie en la terraza de nuestra cabaña gloriosamente bella, apuntando mi cámara hacia el agua tomando fotos de los coloridos peces. Ya tomé alrededor de una docena de fotos. Luego, miro hacia arriba y tomo algunas fotos de la isla. El sol casi está poniéndose, no puedo esperar para tomar algunas fotos de las palmeras con la sombra de la luz del sol cayendo.
—Oye, bebé. —Pedro me envuelve en sus brazos y entierra su nariz en mi cuello—¿Cómo estás?
—Creo que voy a estar un poco adolorida, pero estoy bien. Olvidé que hacer snorkel es agotador. —Sonrío y vuelvo el rostro hacia él.
Simplemente se lleva mi aliento. Está sin camisa, con apenas unos shorts negros que caen bajo sus caderas de una manera muy sexy mostrando los músculos que forman la V, que corren hacia abajo, hasta desaparecer en la ropa. Está un poco bronceado desde que llegamos aquí, su piel está cada vez más dorada. Mi boca se seca cada vez que lo miro. Y porque puedo, levanto mi lente y tomo una foto suya.
Sonríe tímidamente, y tomo otra.
—Adoro tomarte fotos.
—Ya lo noté. Me has apuntado esa cosa más de cualquier otra cosa en estos tres días que estamos aquí.
—Eso no es verdad. —Río y toma mi cámara de mis manos y de repente me convierto en el interés de la cámara—. ¡Oye! Estoy del lado errado del lente.
—Este es el verdadero espíritu deportivo, bebé. Dame una sonrisa dulce.
Me inclino hacia atrás en la barandilla y poso para él en broma, armando una pose hacia un costado y plantando la mano en la curva que formé.
—Tenemos que venir más seguido —murmura, mientras continúa tomando fotos mías.
—¿Por qué?
—Porque me encanta verte caminar el día entero en bikini. Consigo ver casi todos tus tatuajes.
Sonrío y me alejo de él; mi lado izquierdo expuesto, subo mi brazo izquierdo al lado de mi cara mirando hacia él a través de la curva de mi codo.
—Dios, eres buena en eso. —Se aleja, sus ojos brillando con humor y lujuria, y le sonrío.
—Bien, espera. —Me saco el pareo y lo dejo caer en el suelo de la terraza viendo sus ojos dilatarse. Me encanta ver como le gusta mi cuerpo. Mis inseguridades anteriores desaparecieron hace mucho tiempo. Giro la espalda para él y pongo mi cabello por encima de mi hombro. Mis manos a cada lado, descansando sobre el balcón de la terraza. Sé que en esta posición tiene una visión completa de mis tatuajes en mi espalda y en mi muslo.
—Vas a pagar caro por esta provocación. —Escucho mi cámara haciendo clic en las fotos y el cambio de la respiración de Pedro.
—¿Terminaste con eso? —pregunto.
—Sí —susurra.
Me vuelvo para enfrentarlo y me subo en el balcón de la terraza, sentándome.
—¡Cuidado!
—Estoy bien, no me voy a caer. —Me siento, sujetándome con mi pie derecho descansando sobre la barra. Mi tatuaje queda expuesto.
—Dale zoom antes de tomar la foto.
Extiende mi pie y presiona el obturador como diez veces.
—Odio decepcionarte —murmuro secamente—: Pero solo el último tatuaje es nuestro pequeño secreto.
Sus ojos se oscurecen cuando se retira y toma más fotos de mí.
—¿Cuántas personas ya vieron tus tatuajes? —pregunta, la cámara todavía en su rostro.
—Muchas personas
—¿Qué significa eso? —Baja la cámara y me mira.
Mierda.
—El de mi pubis es el más reciente y nadie además de ti y del artista lo vieron. El de la espalda, a veces puede ser visto cuando estoy usando un cierto estilo de blusa o vestido, pero nadie nunca me preguntó lo que significa. La verdad, eres el único que sabe lo que significan.
—¿Y el de las piernas? —pregunta.
Me encojo de hombros.
—No era virgen cuando te conocí.
Frunce el ceño y mira hacia abajo y me desespero por levantar su humor.
—Oye. —Me empujo fuera del balcón y me aproximo a él, cerrando la distancia entre nosotros—. El pasado es pasado, Pedro. Esto es para nosotros dos.
—Lo sé. —Traga y me mira con esos ojos azules—. Es que no consigo evitar estar un poco loco, imaginando que otros hombres te tocaron.
—Cariño —sonrío y corro mis dedos por su rostro—. Tu toque es el único que realmente es importante para mí. Me has despertado sentimientos que no sabía que existían. No te preocupes con el pasado. Eres todo lo que veo. Además de eso — tomo la cámara de su mano y le coloco de vuelta la tapa del lente— tú, mi amor, ciertamente no eras un muchacho virgen.
—¿Cómo lo sabes? Tal vez lo fuera —ríe.
—No hay ninguna manera que puedas ser tan bueno en la cama siendo virgen.
—¿Eh? ¿Cuán bueno soy? —Me guiña y me atrae a sus brazos, pasando las manos por mi espalda desnuda.
—Hmm… eres más o menos.
Ríe mientras se inclina, dándome beso en la esquina de la boca.
—Más o menos, ¿eh?
—Sí, pero lo soporto. En consideración.
—¿Acabas de decir que lo soportas? —continua moviendo los labios suaves por toda mi barbilla, en dirección a mi oreja.
—Realmente es muy difícil, pero de alguna forma consigo encontrar la fuerza de voluntad.
Ríe y sujeta mi rostro suavemente en sus manos, llevando sus labios sobre los míos, al principio suavemente, pero después lo profundiza más, pero todavía amorosamente.
Ya que tenemos todo el día. Agarro sus caderas, entrelazando mis dedos, mitad de la mano sobre la tela y la otra mitad en la piel desnuda. Dios, este hombre sabe besar. Va hacia atrás y, todavía sujetando mi rostro, mira en mis ojos.
—Guau —murmuro y veo su cara con humor.
—¿Conseguiste soportarlo bien?
—Eres muy bueno en eso.
—Entonces, lo estás consiguiendo. ¿Trajiste un vestido?
Hago una mueca con el cambio de tema.
—Sí, ¿por qué?
—Tengo algo planeado para la cena.
—Ah. Quería tomar fotos de la puesta de sol.
—Todavía puedes. Trae la cámara.
—Está bien. ¿Cuándo salimos?
—En una media hora.
—¿A dónde vamos? —pregunto.
—Es una sorpresa, cumpleañera. —Sonríe y pasa su pulgar por todo mi labio inferior.
—Mi cumpleaños está durando más de lo normal.
—Estas son las vacaciones de recuerdo de tu cumpleaños, entonces todavía eres cumpleañera. —Me besa, luego, entrelaza su mano con la mía y me lleva dentro.
Nuestra cabaña, aunque cabaña sea realmente una palabra errada para definir el sitio, es absolutamente impresionante.
Es realmente un bungalow sobre el agua.
No; una simple cabaña en un pequeño hotel sería insuficiente para mi hombre.
Nuestro espacio es enorme, con dos cuartos, un gran área común y dos baños. El baño principal, tiene una bañera para dos personas, sobre una plataforma, con vista panorámica del océano.
La verdad, la mayoría de los cuartos tiene vista hacia el exterior con lindas cortinas para dar privacidad. Alguna parte del piso es de madera oscura, pero la mayoría es de vidrio para que puedas tener la visión del mar y de los peces debajo de ti.
Los muebles son blandos, caros y acogedores. La cama principal es grande, con sábanas blancas, edredones y almohadas suaves. El área común tiene mucho color: naranja, amarillo y rojo. Es realmente maravilloso.
—¿Ya estuviste aquí antes? —pregunto, mientras tomo mi vestido y los tacones.
—No, es mi primera vez. No vas a necesitar tacones.
—Ah, está bien. ¿Zapatillas?
—Sí.
—¿Será que vamos para algún lugar en la arena?
Sonríe y me guiña. Bien, no me va a decir.
—¿Te vas a cambiar?
Saca una camisa de botones blanca de manga corta y se viste dejando los botones desabrochados.
—Bueno, ya estoy listo. —Río y llevo mis manos atrás para soltar mi bikini, dejándolos caer en mi mano. Mirando para abajo, hago lo mismo con la parte inferior. Ando desnuda por la habitación y tomo una braga.
—Sin braga. —Me volteo para cuestionarlo. Sus ojos están ardiendo.
—Pero…
—No. Sin ropas íntimas.
Guau. Es tan mandón. Me gusta eso. Extraño.
—Está bien. —Tomo el vestido más largo negro, y me visto, alisándolo en mi cuerpo y después deslizo mis pies en mis zapatillas negras. Paso el cepillo por mi cabello vigorosamente, después lo amarro en una trenza simple hacia el lado izquierdo, para que descanse sobre mi seno. Paso una leve capa de rimel, me volteo para encontrar a Pedro mirándome, su expresión ilegible.
—Estoy lista.
Sacude la cabeza como si estuviera sacando sus pensamientos y me sonríe tiernamente.
—Vamos
CAPITULO 39
-Me agradaron. —Pedro entrelaza sus dedos con los míos y besa mis dedos, mientras nos llevaba de vuelta para Alki Beach.
—Tú también les agradaste. Gracias por haber venido, e
invitado a tus padres. Pasé grandes momentos. —No puedo esconder mi sonrisa.
—Estoy contento. ¿Estás emocionada con el viaje? —su sonrisa se alarga.
—Tengo muchas cosas que hacer esta noche, para dejarlo todo listo. Tal vez debería quedarme en casa esta noche, para poder hacer las maletas, hacer algunas llamadas y otras cosas. —Pedro pone mala cara.
—No va a tomar mucho tiempo hacer las maletas. Puedo dejarte en casa, hago las maletas y vuelvo para tu casa. —Él traga secamente y mira hacia mí.
—¿Qué es lo que está mal? —¿Por qué de repente esta tan nervioso?
—No quiero que desistas.
—¿Desistir?
—Sí, que decidas que no quieres ir.
¿De dónde surgió esta vulnerabilidad?
—Quiero ir.
—Muy bien. —Él sonríe hacia mí.
Yo creo que me lleve mucho tiempo para guardar todo. Una semana entera en Tahití implica estar en bikini, tangas, pocos abrigos y sandalias. También meto un vestido que estaba guardado, en caso de que tengamos un almuerzo, unas sandalias de tacón alto, algunos shorts y tops. Separo lo que es necesario para mi aseo diario ya que nuestro vuelo dura 9 horas.
Me siento en la mesa de la cocina y comienzo a hacer las llamadas a los clientes de la próxima semana para reorganizar, cuando oigo a Pedro entrar por la puerta de al
frente.
—¿Bebé?
—En la cocina.
—Hey —se inclina para besarme suavemente y yo suspiro.
—Oye, voy a hacer algunas llamadas, siéntete en casa.
—Ok —va hasta la cocina y toma una jarra de agua de la nevera. Media hora después, todas mis llamadas están hechas, las sesiones reprogramadas y estoy oficialmente de vacaciones. ¡Imagínate eso! Tengo una enorme sonrisa del gato que comió al canario en mí cara, cuando me arrastra hasta su regazo, sentado en mi sofá, leyendo un guión.
—Bien…hola, niña feliz. —Él huele mi cuello.
—Oye, novio obsesivamente generoso. —Él ríe y envuelve sus brazos suavemente a mí alrededor.
—Estoy ansioso por estar en una playa contigo, bebé.
—Hmmm…yo también. ¡Y podemos hacer snorkel!
—¿Te gusta el snorkel? —Continúo acariciando su cuello y tomo su rostro, para poder ver su hermoso rostro.
—Sí, lo adoro. Pero hace un tiempo que no lo hago.
—Hueles tan bien. ¿Qué más quieres hacer?
—Bien, por un día entero… —paso mis dedos por su cabello y agarro su rostro,para poder verlo.
—¿Si?
—Quiero estar en una cama contigo.
—Ese será mi día favorito de todas las vacaciones. —Pasa su mano de arriba y abajo por mi espalda y me sonríe.
—Yo también. ¿Vamos a estar en una de esas cabañas que flotan sobre el agua?
—Si
—¡Ok! Podemos sumergirnos desnudos.
Él ríe emocionado.
—¿Eres exhibicionista?
—No, podemos hacerlo en la noche. —Él coloca mi cabeza en su hombro y suspiro profundamente, de repente estoy cansada, pero completamente relajada.
—¿Puedo llevar mi cámara?
—Imaginé que querrías llevarla.
—No la llevaré si te sientes incomodo —tuve cuidado en no sacarle una foto hoy en la noche mientras sacaba fotos a Sofia y a nuestras familias.
—Confío en ti completamente. Puedes sacarme una foto.
Me siento en su regazo boquiabierta con los ojos como platos.
—¿Puedo?
—Bien, vamos a querer fotos de nuestras vacaciones ¿verdad? Paula, ¿después de todo lo que tuvimos, como no puedo confiar en ti para sacarme una foto? Debemos tener recuerdos de nosotros juntos. —Siento que mi sonrisa crece y que estoy muy…feliz.
—Estoy muriendo de ganas de sacarte una foto y muriendo de miedo de que enloquezcas conmigo…
—No voy a enloquecer contigo —dice con una sonrisa.
—Quiero sacarte una foto, porque es lo que hago y eres tan hermoso, Pedro. Hubo tantos momentos que me gustaría poder capturar. Nunca compartiría nuestras imágenes con alguien, al menos que tuviese tu permiso, pero quiero fotos tuyas.Quiero fotos de nosotros dos juntos.
—Quiero fotos de nosotros también. —Lo abrace con fuerza y en seguida, coloco mi cabeza en su hombro nuevamente.
—¿Tienes sueño? —murmura, mientras acaricia rítmicamente mi cabello con sus dedos.
—Un poco —inclino mi rostro para mirar sus bellos ojos azules—. Gracias.
—Bebé, ya te dije, me gusta mimarte.
—No, no es eso —muevo mi cabeza y miro hacia abajo—. Ahora sí, agradezco por eso también, solo…
—¿Qué? —él inclina mi barbilla de nuevo, para poder verme.
—Te amo.
Sus ojos brillaron y respiro profundamente.
—Yo también te amo, bebé.
—Vamos para la cama.
—El placer es todo mío. —Él me levanta fácilmente en sus brazos y me lleva al piso de arriba.
***
Pedro contrato un chofer para que nos llevara hasta el aeropuerto, estamos en el asiento trasero. Aprieto su mano fuertemente con preocupación, y mis dientes muerden mis labios.
—Vamos a estar bien —me arrima a su lado y besa mi cuello. Reconozco la táctica de distracción, pero no ayuda.
—¿Tenemos una escala en LA? —pregunté.
—No.
—Ah —hago una mueca y recupero el aliento cuando sus labios encuentran un punto sensible debajo de mi oreja—. No sabía que había vuelos directos de Seattle para Tahití.
—No sé si hay. Un amigo me prestó su jet.
—Ah. —Mierda.
—Pau. ¿Has volado desde que tus padres murieron? —Inclina mi cuerpo y mira mis ojos, parece preocupado y nervioso por mí.
—No.
—Bebé, ¿estás bien con eso? —Besa mi mano.
—Voy a estar bien. Es como arrancar una curita, solo tengo que hacerlo.
—Hice esto para que te sintieras mejor, pretendo mantenerte ocupada en todo el vuelo. No vas a tener tiempo de sentir miedo —él sonríe maliciosamente y le respondo con una sonrisa.
—Promesas, promesas…
En poco tiempo llegamos al aeropuerto internacional de Seattle. El chofer va para la siguiente calle, hasta un gran jet privado. Esto es mucho mayor que cualquier cosa que mi padre tuviera.
El chofer abre nuestra puerta y, en seguida, comienza a colocar nuestro equipaje en el gran avión. Pedro está conversando con el piloto, el co-piloto y la bella azafata pero mis oídos zumban demasiado para oír, o temer a lo que ellos están hablando.
El interior de la cabina es muy bonito. Debe tener doce asientos. Los asientos son grandes y de cuero negro. Pedro nos lleva hasta dos asientos que están unidos uno al lado del otro y nos sentamos.
—¿Cómo estás?
—¿Cómo estoy?
—Pálida con los ojos vidriados.
—Entonces tengo miedo.
—Sí.
Pedro asegura mi cinturón de seguridad, Dios mío y pasa un brazo alrededor de mí.
—Estoy contigo, bebé.
—Lo sé. Voy a estar bien en poco tiempo.
Sus bellos ojos azules estan pesados de preocupación e inclino mi cabeza para poder besarlo. Él roza los labios de aquella forma que me hace estremecer por dentro y pasa los dedos por mi cabello.
—Estas linda hoy.
—Apenas visto unos jeans y una camiseta verde. —Miro su camiseta negra y pantalones cortos color caqui, y sonrío.
—Tú estás lindo.
La voz del piloto nos anuncia desde los altavoces que estamos por despegar y cual será nuestra altitud y nuestro tiempo de vuelo. Afortunadamente, avisa que será un vuelo tranquilo. Oigo el rugido de los motores en marcha, y salgo del brazo de Pedro para poder agarrar su mano. En segundos estamos corriendo por la pista y nos levantamos del suelo. Creo que me voy a desmayar.
—Respira, bebé.
Hago una inhalación profunda y suelto el aire.
—Más de una vez. Sigue conmigo, bebé, apenas respiras.
Dios, lo amo en este momento. Su voz me calma y cuando empezamos a ganar altitud, comienzo a calmarme.
—Estoy bien —susurro.
—¿Puedo ofrecerles alguna cosa? —pregunta la azafata alta, rubia y se apoya en nuestro lado. No había percibido cuan atrayente es—puedo ofrecer el café de la mañana, si quieren.
Sacudo mi cabeza con firmeza.
—Solo agua, por favor.
—Agua para los dos, por favor —tomo de un solo trago el agua fría mientras que los ojos de Pedro estan fijos en mi rostro.
—Entonces, ¿de quién es este avión? —pregunto.
—Spielberg —sonríe hacia mí.
Mierda
—¿Cómo “él” Steven? —pregunto.
—El mismo. Dirigió la película que ayudé a producir. Trabajamos juntos algunas veces. Pedí esto como un favor —se encoge de hombros.
—Estas totalmente lejos de mi alcance —sacudo mi cabeza.
—¿Qué diablos significa eso? —mi cabeza se levanta, cuando su rabia explota y mi barbilla cae con el brillo de sus ojos.
—Lo siento mucho…—Hago una mueca y miro alrededor de la cabina del avión.
Esto va más allá de ser simplemente rico. Conozco personas ricas. Esto de aquí se refiere a la lista de los 100 más ricos de Forbes, que podría pagar la deuda de un país del tercer mundo.
—Esto no es mío. Lo pedí prestado. Pensé que te iba a gustar.
—Me gusta. Todo esto es maravilloso. Eres maravilloso. Solo me sobrecargas, a veces, Pedro.
—Sí, bien, eso parece ser contagioso, porque esto también tiene que ver conmigo.
Me estoy sintiendo vulnerable, con miedo, feliz y apasionado y solo necesito estar en tus brazos.
Me suelto el cinturón de seguridad y pongo una pierna sobre su regazo, poniéndome a horcajadas de él. Sus cejas se alzan con sorpresa y agarra mi trasero con sus manos. Amo que sea tan alto, en esta posición estamos prácticamente con los rostros al mismo nivel. Agarro su rostro suave en mis manos, me inclino y lo beso como si mi vida dependiera de eso.
Siento sus manos pasar por arriba y debajo de mi espalda y froto mi centro con el de él.
—Joder, bebé, me vuelves loco.
—Hmmm… —muerdo la esquina de su boca y abro los ojos para encontrar su mirada azul en mí.
—Te quiero. Me haces olvidar donde estamos.
Él asume el control del beso, agarrando mi cabello con sus manos y asegurando mi rostro en el de él, me besa como si no me hubiera tocado en días. Como si no hubiéramos hecho el amor esta mañana. Coloca su mano entre nosotros y suelta su cinturón, levantándome fácilmente, sus manos plantadas en mi trasero para asegurarme. Envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas y agarro su cabello enmarañado en mis manos, colocando mis brazos en sus hombros.
—¿A dónde vamos? —murmuro.
—Habitación.
¿Habitación?¿En un avión?
—¿Qué está mal con la butaca en donde estamos? —me inclino para morder el lóbulo de su oreja.
—No estoy de acuerdo con darle un show a la azafata.
—Ah. Lo olvide —Esto es lo que pasa. Él me hace olvidar. Es tan sexy.
Me carga para la parte de atrás del avión y allí esta una puerta que da a una pequeña habitación con una cama doble. Es un bello cuarto, con ropas de cama y almohadas con decoraciones en tonos de marrón y verde.
—Sexo en el avión —muevo mis brazos para agarrar su rostro con mis manos.
—Nunca he tenido sexo en un avión.
Me da una gran sonrisa y besa mi barbilla.
—Yo tampoco.
Paso los dedos ligeramente por su cabello rubio y suave, miro sus ojos azules y no puedo evitar pensar qué hice para merecer a este hermoso hombre.
—Eres tan hermoso. —Él frunce el ceño en respuesta a mi comentario y se queda en el medio de la habitación cerca de mí, sin recostarme en la cama. Balancea la cabeza y me da un beso en el pecho.
—No soy nada especial.
—Oh, cariño. —Me envuelvo en torno a él y me aseguro firmemente—. Eres hermoso por dentro y por fuera —susurro en su oído.
―—Desnuda, ahora —gruñe y me coloca de pie en el suelo.
No puedo dejar de reír, cuando de repente somos solo un enmarañado de prendas quitadas y volando por la habitación, ambos ansiosos por estar desnudos y tocándonos.
Cuando la última prenda es arrojada, Pedro se aproxima a mí, tirándome hacia él en un abrazo apasionado, pero, en vez de empujarnos hacia la cama, él me arrincona contra la pared, inclinando su pesado pecho y caderas contra mí, su erección rígida empujando contra mí estomago. Él desliza sus manos por mis brazos, obligando a mis manos a levantarse encima de mi cabeza, sosteniéndome en el lugar.
Su boca gloriosamente suave, está en mi cuello, barriendo desde arriba hasta abajo. Asegura mis manos levantadas con una mano mientras otra se desliza por mi brazo y pecho, hasta agarrar mi pezón entre los dedos.
―Mierda, Pedro.
—Dios, eres tan hermosa. Adoro la forma en cómo tu pecho está en mi mano.
Despego mi cuerpo de la pared, mis manos aun siguen presas encima de mí, en una cruda necesidad.
—Quieta, bebé. —Su mano pasa hasta mi pecho y alrededor de mi trasero, donde presiona suavemente, enseguida, le da una palmada. Fuerte.
—¡Ah! —siento su sonrisa en mi cuello y me muerdo el labio ¿Cómo es que una palmada en mi trasero me excita tanto? Es jodidamente sexy como el infierno.
—Otra vez —susurro.
—Oh, bebé —él besa mi barbilla y las esquinas de mi boca, mordisqueando a lo largo—¿lo quieres duro?
—Solo contigo. —Es la verdad.
Solo él puede tocarme de la manera en que lo hace, y mi piel se estremece de esa manera. Es embriagador.
—Mierda. —Me golpea otra vez y engancho mi pierna alrededor de su muslo, pero es muy alto, para presionar su pene contra mi centro.
—Levántame —imploro.
—Ah, ya voy. Paciencia, linda.
Esa gloriosa mano se desliza tras de mí, por encima de mi trasero, ahora caliente, y para abajo, en dirección a mi centro. Desliza un dedo dentro de mí y lo mueve en circularmente, enviándome en una espiral de sensaciones.
—¡Pedro!¡Por favor! —grito mientras tironeo mis muñecas de su agarre en vano.
¡Quiero tocarlo! ¡Lo quiero dentro de mí!
—¿Qué quieres bebé? —canta para mí, mientras asalta mi coño de manera deliciosa.
—Tú. Dentro de mí. Por favor—susurro contra su cuello.
—Me vas a tener. Ten paciencia, mi amor. Estoy tratando de hacerte olvidar, ¿recuerdas?
—No me acuerdo ni de mi propio nombre ahora.
Él ríe y me besa suavemente.
—No quiero que te sueltes las manos ahora. Colócalas sobre tu cabeza.
—¿Qué? —nada está teniendo sentido.
—Basta, colócalas sobre tu cabeza.
—Quiero tocarte. —Hago un puchero y el muerde mi labio inferior.
—Todavía no. Confía en mí.
Él libera mis manos y las coloca encima de mi cabeza, entrelazando mis dedos e inclinando mi cabeza hacia atrás, a la pared.
—Bien. No muevas las manos, bebé.
—Todo bien —susurro.
Continua besándome el rostro y mi cuello, gentilmente muerde mi oreja y después va descendiendo. Sé exactamente lo que va hacer.
—Joder. —Lo observo mientras besa un camino hacia mis senos, tirando de mis pezones en su boca. Mi respiración es irregular y la sangre corre aceleradamente por mi cuerpo. Nunca estuve tan conectada en mi vida.
—Bebé, calma. Te tengo.
Entonces él se arrodilla en el suelo, agarra mi pierna derecha y la coloca sobre su hombro, agarrando mi trasero con sus grandes manos.
—Voy a caer.
—No te voy a dejar caer. —Besa mi piercing en el ombligo y coloca tres dulces besos en mi tatuaje. Sin pensar, dejo caer mi mano y paso los dedos por su cabello, pero el levanta su cabeza y me mira.
—Manos. En. La. Cabeza.
Oh
—Quiero tocarte.
—Más tarde vamos a tocarnos bebé.
—Bien. —Mi mano vuelve a mi cabeza y, sin vacilar sus labios envuelven mi clítoris y enloquezco. Mierda.
—Mierda. —Mis caderas empujan en su boca y él empuja un poco mis pliegues, besándome íntimamente, pasando su lengua arriba y abajo alrededor de mí provocándome. Lame suavemente y entonces entierra su lengua dentro de mí,
mientras inhala mi olor.
No consigo sacar mis ojos de él.
Ver su boca en mí es la cosa más erótica que he presenciado.
Sus manos están amasando mi trasero. Su mano derecha continúa sosteniendo mi peso, deslizándose más cerca de mi centro. Él hunde su dedo medio en mi coño mojado, mientras su boca retoma su deliciosa tortura, desliza un dedo en dirección a mi coño y…allí.
Sus ojos azules están abiertos mirando mi rostro. Estoy tan sobrecargada con la sensación, que me estoy debilitando. Su dedo se está moviendo lentamente para adentro y afuera y la sensación es inimaginable. Eso me hace sentir un poco sucia y exuberante y ¡oh! tan excitada.
Presiona su nariz en mi clítoris y me desmorono. Está apretando todos mis botones, literalmente, y me desmorono, estremeciéndome y pulsando, llegando a más y más gozo. Él retira su dedo fuera de mi y besa hasta mi vagina, mi estomago, mis senos y, finalmente mis labios. Me mantiene contra la pared nuevamente con su cuerpo, porque sin él, iría en colapso contra el suelo.
—Por favor —gimo, sin reconocer mi propia voz.
—Cualquier cosa, bebé.
—Fóllame. —Su mirada encuentra la mía y oscurece.
—Deseo esto —murmura contra mi boca, apenas tocando los labios. Agarra mis manos y las mantiene sobre mi cabeza nuevamente.
—Fóllame en la cama —lo beso— por favor.
Me levanta en su regazo y nos lleva hasta la cama. Saca el edredón y las sábanas, y me lleva hacia abajo, a la cama.
—Boca abajo, bebé —ruedo boca abajo y de repente me está cubriendo, su duro pene presionando contra mi coño, el vello en su pecho me hace cosquillas en la espalda. Besa el centro de mi cuello y sigue por mi columna para abajo, dando atención extra al tatuaje en el centro de mi espalda.
—¿Por qué “ama profundamente”? —pregunta.
—¿Qué?
—¿Por qué ese tatuaje?
Tengo que parpadear y poner algunas neuronas del cerebro a trabajar para responder a su pregunta.
—Porque es lo que siempre quise, amar y ser amada profundamente.
Él ladea el tatuaje con su nariz.
—Lo eres, Pau.
—Lo sé.
Siento su sonrisa cuando el retoma su trabajo por mi espalda. Besa mi coño, y enseguida barre los labios del otro lado del tatuaje en mi muslo derecho, debajo de mi coño.
—¿Y esta? Porque: ¿“La felicidad es un viaje”?
—Porque fue un largo trabajo que tuve que hacer para ser feliz de nuevo.
—Oh, bebé —él abre mis piernas con las suyas y pasa un dedo desde mi ano hasta mi clítoris, haciéndome inclinar para atrás fuera de la cama.
—Ah, Pedro
Agarra mis pechos y se desliza dentro de mí, enterrándose lo más profundo posible.
Es glorioso. Me siento plena, feliz, sexy y amada. Él comienza a moverse dentro y fuera de mí, golpeándome con fuerza, cada vez más fuerte. Agarro las sabanas en mis puños y grito, cuando siento la fuerza familiar de los músculos alrededor de su pene y mis piernas se aprietan. Él agarra mis pechos casi dolorosamente, mientras golpea en mi otra vez, violentamente, corriéndose dentro de mí.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)