jueves, 25 de diciembre de 2014

CAPITULO 38




Esta fue la mejor cena de cumpleaños de mi vida. Los Montgomery trataron a Pedro y a su familia como si fueran la suya propia, interactuando con ellos en una conversación animada y apreciando su compañía. Nicolas y Lucia parecían relajados y felices, riendo con Sebastian y Helena, compartiendo historias de cuando los hijos eran pequeños.


 Todos los hermanos: Isaac, Guille, Arturo y Matias bromearon sin piedad con Pedro sobre ser un actor famoso, haciendo preguntas sobre actrices bonitas, y conversaron bastante sobre futbol, y quién estaba actualmente jugando mejor, en fin, conversación de hombres.


Pedro rió más de lo que lo había visto, y me enamoré aún más de él, mientras lo observaba con mi familia. Fue atento conmigo, rellenando mi copa, tomando mi mano y manteniendo el control sobre donde estaba toda la noche.


Sospecho que si fuera otra persona, me habría sentido sofocada, pero con él, me siento amada. Porque él me ama. 


Sofia pasó por varios brazos en el transcurrir de
la noche, y en este momento está acostada tranquilamente en los brazos de Lucia, quien conversa suavemente con ella.


—¿Los nietos no son lo mejor? —Helena le sonríe suavemente a su bella nieta.


—Nosotros no tenemos ninguno, pero apenas puedo esperar. —Lucia le sonríe a Helena y después vuelve su mirada a Pedro, que se retuerce en su silla. No puedo sino soltar una carcajada.


—¿Me encuentras chistoso, bebé? —Pedro estrecha los ojos pero veo la diversión en su mirada.


—Sí, eso fue chistoso.


—¡Bien, torta de cumpleaños! —Juana sale de la casa, cargando un bello pastel de chocolate con veintiséis velas encendidas.


—Te vas a quemar con eso, Juana.


Sonríe y lo coloca delante de mí.


—Pide un deseo —susurra Pedro en mi oído.


Soplo las velas en una sola respiración. Helena corta la torta y lo pasa alrededor. El olor es celestial. Helena hace los pasteles más deliciosos del mundo.


—Gracias por hacer mi torta favorita, Helena—Me inclino y beso su mejilla


—Fue un placer, querida. Te amo.


—También te amo.


—¿Bien, ahora los regalos! —Juana comienza a saltar y frunzo el ceño.


—Nada de regalos. ¡Cuántas veces te tengo que decir que los quiero a ustedes a mi lado, y nada de regalos!


Todo el mundo se ríe de mí.


—No te escuchamos, joven. —Isaac me sonríe y lo miro.


—No me gustas.


—Me amas.


—Ya han hecho mucho por mí. —Miro a Pedro nerviosamente.


—No es tu cumpleaños, a menos de que tengas regalos. —Juana toma una bella bola roja y la pone delante de mí—. ¡¡Abre el mío primero!!


Ella está saltando en su silla de la excitación y mejora mi humor. Me compró mi perfume preferido y una hermosa pulsera de plata.


—¡Oh, gracias! ¡Me ha encantado!


—¿Lo puedo tomar prestado? —Todos nos reímos y nuevamente estoy relajada, disfrutando de mi familia. Como de costumbre, los hermanos me dieron una tarjeta de una tienda que amo.


—¡Mas compras! —Juana y yo exclamamos juntas y caemos en risa.


Pedro ríe a mi lado y besa mi frente y le sonrío tímidamente.


Lucia y Nicolas me dan una tarjeta de regalo muy generosa en Microsoft en Bellevue. 


Guau.


—Muchas gracias.


—Nuestro placer, querida. —Lucia sonríe y besa dulcemente la cabeza de Sofia.


—¡El nuestro es el próximo! —Helena me entrega una bolsa de regalo rosa.


—¡Esta fiesta es más que suficiente!


—No vas a escapar del nuestro. —Sebastian sacude el dedo hacia mí y me mira feo, pero ya oí eso antes y río.


—Sí, señor. —Abro la bolsa, para encontrar un par de pendientes que reconozco y suspiro, buscando sus rostros. 


Ellos me están sonriendo con ternura.


—Ahora son tuyos.—Miro hacia abajo, los bellos pendientes de diamantes y paso mi dedos sobre ellos. Fueron recientemente limpiados y brillan con la luz de la suave noche.


—Queremos que los tengas. —Helena tiene lágrimas en los ojos y estoy a punto de unirme a ella.


—Eran de tu madre. Tienen que ser de Juana. —Mi voz es gruesa por las lágrimas.


—Tengo muchas joyas. Tienen que ser tuyas. Me encantó que mi madre te las haya dado. —Juana está pasando la mano en mi cabello y solo lloro.


Estoy tan emocionada con el amor que esta familia tiene para mí. Sacudo mi cabeza, y me levanto de mi silla para abrazar a Helena a Sebastian firmemente. Helena y Sebastian me abrazan y me sonríen.


—Te amamos, niña.


—También los amo. Gracias.


Vuelvo a mi lugar y miro el bello rostro de Pedro. Él sonríe y besa mis dedos.


—Por último, pero no menos importante. —Pedro toma una carta marrón y me lo entrega.


—No, cariño, ya hiciste demasiado hoy. —Niego con la cabeza y se lo devuelvo por encima de la mesa.


—¡Abre! —dice, exasperado y lo empuja de vuelta.


—¡Solo ábrelo ya! —grita alguien del otro lado de la mesa y miro feo hacia aquella dirección.


—¡No puedo hacer un maldito suspenso!


Todos nos reímos y abro el sobre. Tomo dos pasaportes y un itinerario. Leo el guión y siento la sangre huir de mi rostro y mi quijada caer.


—¿Nos vamos a Tahití?


La mesa entra en erupción con gritos y silbidos de alegría. 


Los hermanos aplauden, dándole a Pedro una ovación de pie y él ríe.


—Sí, a partir de mañana, una semana.


—Pero, tenemos trabajo.


—Mi proyecto actual puede esperar, y estoy esperado que consigas ajustar tus compromisos. —Me está mirando con el amor brillando en sus ojos azules.


—Guau. ¿Tahití?


Ríe y me besa en la boca, frente a toda mi familia.


—¡Busquen un cuarto! —grita Matias.


Limpio mi garganta y miro alrededor del patio.


—Solo quiero decir… —Comienzo y parpadeo con las lágrimas en mis ojos— Todas las personas que más amo en este mundo están aquí, y no puedo decir lo mucho que les estoy agradecida. Gracias por todo lo que hicieron por mí, no solo estos regalos, a pesar de que son maravillosos. Soy bendecida. Incluso los niños tienen algunos buenos momentos. —Les sonrío y ellos me saludan con sus bebidas y me guiñan. Tomo una respiración profunda—. Gracias por considerarme parte de su familia. Los amo mucho.


Miro a Pedro y alrededor del patio a cada rostro que es tan querido para mí.


—Ahora, entréguenme a la niña




CAPITULO 37




-Juana, no quiero gastar su dinero. —Escucho el gemido en mi voz, pero no me importa.


—Querida, él quiere hacer algo bueno por ti. Es tu cumpleaños.


Estamos vagando por Neiman Marcus, en el centro de Seattle. No está muy lleno, ya que estamos en medio de la semana. Las vendedoras perfectamente arregladas son muy amables, y más interesadas en conseguir comisión en medio de la semana.


—Me siento como una caza fortunas.


Juana se ríe, mientras toma una blusa azul de una percha, entonces rápidamente la descarta.


—No eres interesada. Vamos, experimenta esto.


Me da una blusa negra y continuamos caminando. Ya fuimos al spa, esta mañana.


Las dos tuvimos tratamientos faciales, masajes, pedicura y manicura, y tuvimos nuestros cuerpos completamente relajados. Tengo que reconocer, fue fantástico.


—¡El spa ya era suficiente! ¡Fue un regalo perfecto, generoso y relajante!


—Pau, deja de luchar contra eso. Pedro está siendo increíblemente generoso y su deseo es que la gente se divierta hoy. Estoy de acuerdo que no hay necesidad de salir gastando como una loca, pero complace a tu hombre y toma algunas cosas bonitas. Probablemente vas a necesitar algunos vestidos formales, si él continua planeando cosas como la otra noche, que, a propósito, ¡santa mierda! Además de eso, puedes tener una estrella de cine o algo así, y no da para ir con tus ropas.


Santa mierda, tiene razón. Nunca había pensado en eso. 


¿Será que iba a invitarme a los estrenos de películas que trabajaba ahora? Infierno.


Dos horas, y algunos millones de dólares después, salí de la tienda cargada con bolsas y cajas. No puedo creer que ella me convenció de comprar todo esto. Estoy feliz que también consiguió tomar algunas cosas para sí misma. Pedro lo aprobaría sin duda.


¡Compré tres nuevos vestidos de noche apropiados para ocasiones especiales, algunas blusas y jeans, dos pares nuevos de Manolo Blahnik! Y una cartera Gucci.


Juana también compró un nuevo par de Louboutins y una cartera. Ella esta hermosa al salir de la tienda y entrar al auto. Esta más feliz, sonriendo, despreocupada y relajada, desde su encuentro amoroso con su jefe. Tres horas en el spa y dos horas gastando el dinero de otra persona en el Neiman hace eso con una chica.


Volvimos a nuestra casa para prepararnos para la fiesta de hoy en la noche. Estoy muy animada de reencontrarme con la familia de Juana y conocer a su nueva sobrina, la pequeña Sofia.


Pedro llegará en una hora.


—¿Vas a usar la blusa nueva con los jeans nuevos?


Juana toma su nuevo bolso Louis Vuitton de la caja, y rápidamente lo cuelga en su hombro.


—Sí, creo que sí. Este bolso es increíble.Además de zapatos, los bolsos son mi flaqueza, y no puedo evitar soltar varios ohh y aah sobre mi hermoso bolso Gucci.


—¿Te mencioné que me gusta tu novio? —Juana es pura sonrisas.


—Él es un chico sensacional, el mejor novio del mundo, sin duda.


—Realmente te ama,Pau. Puedo ver eso escrito en su rostro. Él solo quiere que seas feliz.


Mi corazón se pone un poco pretencioso con su declaración. 


Tiene razón. Y si él me quiere consentir con cosas nuevas y esto todavía lo hace feliz, ¿quién soy yo para quejarme?


—¿Le avisaste a tu familia sobre él? No quiero que se comporten como fans enloquecidos hoy.


—Sí, les dije. Tuvieron tiempo de sobra para ser fans enloquecidos en privado. Se van a comportar bien. Además de eso, tengo hermanos. No les importará que él sea tan sexy.


—Buen punto. —Sonreímos la una hacia la otra, luego, subimos, para arreglarnos para esta noche.




***


—Hola, hermosa. —Pedro me atrae en un brazo y me besa profundamente.


—Hola, guapo. —Le sonrío y abro la puerta para que entre.


—¿Están listas señoras? —Está delicioso con sus jeans negros, y camisa blanca por fuera del pantalón. Corro mis dedos por su cabello suave.


—Sí.


—Pareces feliz. —Besa mi mejilla y me abraza nuevamente—. Estás hermosa con esta blusa roja.


—Es nueva. —Siento mi rostro ruborizarse.


—¿Si? Me gusta mucho.


—Gracias, por todo. —Lo beso, tomando con las dos manos, su hermoso rostro.


—¿Te divertiste?


—Pasamos momentos deliciosos. Nos destruiste hoy. Gracias por incluir a Juana.


—Me gusta Juana.


—¿Ah? —Levanto una ceja.


—Ella te ama y es tu mejor amiga.


Joder, es tan dulce.


—Oh, Dios, por favor, no estén así de melosos toda la noche. —Juana entra en la sala y rueda los ojos.


—Hola para ti también. —Pedro sonríe y besa mi frente, y entonces me suelta.


—Gracias por hoy, Pedro. Pasamos grandes momentos, y soy ahora una orgullosa propietaria de este hermoso bolso. —Juana sonríe dulcemente.


—De nada. Combina contigo. ¿Vamos?


Tomo mi bolso y sigo a Pedro hasta el auto. Él levanta una ceja, mirando mi cámara.


—¿Crees que voy a cenar para celebrar mi cumpleaños, sin mi cámara? Soy una chica, Pedro.


Sonríe y me abre la puerta. Pedro y yo seguimos a Jules en autos separados, hasta la casa de sus padres. Ellos viven en un barrio en el Norte de Seattle, donde la mayoría de las casas son parecidas; jardines bien cuidados, pequeñas cercas con cestas coloridas y niños andando en bicicleta en las calles. La casa es de tamaño intermedio, con un gran patio trasero.


Nadie de la familia Montgomery sabe que soy el donante anónimo que pagó la hipoteca por ellos en el inicio de este año.


—Este es un barrio agradable —dice Pedro y le sonrío.


—Sí. Es conveniente para los padres de Juana. Los hijos ya crecieron, así que la casa es del tamaño perfecto para ellos. Estoy feliz, hoy es un día hermoso, entonces nos sentaremos en el patio trasero. Su padre hace un trabajo increíble de paisajismo. Los vas a adorar.


Estacionamos frente a la casa, y la madre de Juana, Helena, sale corriendo para saludarnos.


—Ah, ¡mis niñas están en casa! Hola, querida.


Me envuelve en sus brazos y siento las lágrimas cayendo de mis ojos. Esta mujer es tan especial para mí. Se echa para atrás y me mira, con las manos todavía sujetando mis hombros.


—Estás hermosa, querida. Feliz cumpleaños.


—Gracias, Helena. Este es mi novio, Pedro.


—Sra. Montgomery. —Pedro ofrece su mano, pero ella también lo envuelve en un gran abrazo.


—Mucho gusto en conocerte, Pedro. Por favor, llámame Helena. Bienvenido. —Su sonrisa es amplia y un poco tímida.


—Gracias.


—Hola, mamá. —Juana abraza a su mamá con fuerza.


—Todo el mundo está aquí. Estamos en el patio. Tu padre está con el parrillero, y estoy rezando para que no queme la casa.


Pedro toma mis manos y caminamos por la casa bellamente decorada, pasando por la cocina, para tener acceso al patio. Sonrío con el suspiro de Pedro al entrar al patio.


—Te lo dije —le murmuro.


La parte de atrás de la casa tiene un muro alto de plantas verdes, para mantener la privacidad y apartar los vecinos curiosos. El patio debía medir unos cuatro mil metros cuadrados. Arbustos hermosos bordean todo el muro alto que cerca el patio.


Hay varios caminos de piedras, que llevaban a diferentes jardines, donde la luz solar llegaba, dejando una vista muy hermosa. Hay flores de todos los colores, rojas, amarillas, púrpuras, rosas. Hay bancos esparcidos para sentarse y aprovechar el día.


Se pueden ver también árboles frutales de gran porte, para sentarse debajo y aprovechar la sombra.


Sebastian Montgomery pasa horas interminables en su jardín, y vale la pena.


El patio también es grande y cubierto. Tiene un parrillero de acero inoxidable enorme en la esquina izquierda, con humo subiendo ahora. Se pueden ver dos mesas redondas, con seis sillas en cada una de ellas en el medio del patio, a la derecha, un área con dos mecedoras de dos plazas.


—Podría pasar todo el día aquí —murmura Pedro y asiento.


Miro hacia las mesas y veo dos rostros familiares, pero inesperados y me volteo sorprendida hacia Pedro.


—¡Tus padres están aquí!


Se sonroja un poco y se encoje de hombros.


—Juana me preguntó si podría invitarlos, y pensé que sería una buena idea. Quiero que nuestras familias se conozcan, Pau.


¡Guau! Estoy muda. Nunca termina de sorprenderme.


¿Está todo bien? Lo amo. Sus padres son adorables, y sí, quiero que ellos conozcan mi familia.


La familia de Juana es la única familia que tengo.


—Está todo muy bien. —Sonríe, aliviado, y besa mi mano.


Llevo a Pedro hasta las mesas, y comienzo a presentarlo a la gran familia de Juana,abrazando a Lucia y Nicolas.


—Es tan bueno verte, querida niña.


Lucia me da un abrazo bien fuerte, y correspondo.


El padre de Juana abandona la parrilla y corre en mi dirección.


—¡Ven aquí, cumpleañera!


Me agarra en un gran abrazo y me da vueltas, como si fuera una niña.


—Estás muy delgada. Te voy a hacer engordar hoy.


Río y beso su rostro suavemente. Es un hombre bajo, pero con músculos sólidos como sus hijos, está comenzando a quedar calvo, pero solía ser rubio como su hija.


Es uno de los hombres más amables que he conocido.


—Apenas puedo esperar. Tengo mucha hambre.


—Excelente. ¿Este es tu novio? —Se voltea hacia Pedro y extiende la mano.


—Sí, este es Pedro.


—Una especie de estrella de cine elegante y sofisticado, ¿no?


Oh, Dios. Va a poner esto difícil para Pedro. Un silencio cae sobre el patio, todo el mundo para de hablar, al oír sus palabras. Me ruborizo y comienzo a interrumpir, pero Pedro pone la mano en mi codo y me sonríe, antes de apretar la mano de Sebastian con firmeza.


—No, señor, no soy una estrella, ni sofisticado y elegante. Gracias por incluirme y a mi familia hoy.


—Voy a tener que matarte si la lastimas. —Sebastian mantiene la mano de Pedro en la suya, estrechándole los ojos, solo quiero morir. Ahora. Santa mierda.


Pedro ríe.


—No, señor. ¿Puedo ayudarlo en la parrilla?


—¿Sabes usar un parrillero?


Sebastian sonríe y expiro profundamente.


—Sí.


—Bien, ¿por qué no lo dijiste? Estamos cocinando las costillas y el pollo. —Y entonces Steven palmea la espalda de Pedro y lo lleva hacia la parrilla. El hermano de Juana va al encuentro de los dos para presentarse y ofrecer una cerveza, y ellos inician una conversación.


La esposa de Isaac, Sara, me abraza fuerte.


—Feliz cumpleaños. —Es una mujer pequeña, con el cabello rojo y ojos azules risueños.


—Gracias. ¡Estás fantástica! Donde está el bebe. —Mis ojos recorren el patio hasta encontrar a Sofia envuelta en los brazos de Juana en una de las mecedoras. Sara y yo nos juntamos a ella, levanta una mano para detenernos.


—El bebé está conmigo, no vengas — ríe Juana.


Juana me pasa a Sofia y me derrito. Es pequeña, menos de dos semanas de edad.


Tiene bastante cabello, es oscuro, y un poco salvaje, y Sara le colocó una hermosa tiara rosa. Está en un vestido rosa, con bragas de igual color y está descalza. Paso la mano por su rostro y presiono mis labios en su frente. Está durmiendo, ajena a la fiesta sucediendo a su alrededor.


—Oh, Sara, estoy enamorada de ella. —Le sonrío a la nueva mamá y ella está radiante.


—Es un bebé tan bueno.


—Es preciosa. —La miro de nuevo y la muevo, de modo de que descanse en mi pecho con la cabeza recostada en mi barbilla. Froto su espalda y empiezo a tararear.


No hay nada como tener un recién nacido en tu cuello.


—Eres tan dulce —le murmuro.


Miro hacia arriba para encontrar la mirada intensa de Pedro. Está observándome, y su mirada es indescifrable. ¿Qué está pensando?


Le sonrío y una esquina de su boca sube, y su mirada se suaviza.


Observo hacia mi izquierda y encuentro a la mamá de Pedro, y la mirada de Lucia también esta fija en mí pensativamente. 


Una sonrisa lenta se extiende por su rostro y me guiña.


Sofia hace un gemido y la miro. Tomo el chupete y lo coloco en su boca y chupa con avidez mientras acaricio con la punta de mis dedos su suave cabello.


—¡Paula!


—¿Eh?


Juana está riendo.


—Pregunté si trajiste la cámara.


—Por supuesto. Ahora mismo estoy con una nueva modelo. ¿Qué opinas de sacar algunas fotos de la familia después de la cena?


—Seguro, ahora dame el bebé.


—No.


—Eres tan egoísta. —Juana me hace un puchero y Sara ríe.


—Sí. Sofia y yo vamos a dar un paseo. —Salgo con ella, y paseo por uno de los caminos sombreados.


—¿No son hermosas las flores, Sofia? —Converso con el bebé soñoliento, meciéndola hacia delante y hacia atrás.


—Eres buena con ella. —Pedro se une a nosotras y le sonrío perezosamente.


—Amo los bebés. —Nunca he tenido hermanos, entonces estoy viviendo la experiencia indirectamente a través de Juana.


Me encojo de hombros y beso la cabeza de Sofia.


Él extiende la mano y pasa su dedo por el rostro de Sofia y siento mi corazón estremecerse. Su dedo parece tan grande en su pequeña mejilla.


—Ella es tan dulce —murmuro.


—Tú eres dulce. —Empuja un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y corre el pulgar por debajo de mi barbilla, antes de deslizar la mano en el bolsillo. Miro hacia el bebé durmiendo y, por primera vez en mi vida, imagino que podría tener esto un día. Un esposo y un bebé y cuando imagino eso en mi cabeza, es con este hombre a mi lado.


Detente con eso. Entrega este bebé ya.


—¡Oigan! ¡La cena está lista y quiero el bebé de vuelta! —Juanes está de pie, en el borde del patio gritando hacia nosotros, y le sonrío a Pedro.


—Voy a tener que tener una lucha armada con ella más tarde, para tomar el bebé otra vez.


Pedro ríe y nos acompaña hasta el patio para la cena.