lunes, 22 de diciembre de 2014

CAPITULO 30




—Paula, pasé unos momentos muy lindos esta noche. Sé que mi marido va a adorar esas fotos. —Darla me sonríe y da un abrazo antes de dejar el estudio.


—Él va a quedar con la boca abierta cuando las vea. Te lo garantizo.


—Tal vez podamos venir en algún momento antes de nuestras vacaciones y hacer una sesión de pareja. Parece que tendremos bastante diversión.


Darla cuelga su mochila negra en su hombro.


—¡Me va a encantar! Me avisas cuándo te gustaría venir.


Le digo adiós con la mano a Darla y comienzo la limpieza de nuestra sesión boudoir4. Darla es muy divertida, bonita y seductora y también tuvo algunas grandes ideas.


Encuentro una lencería que tendrá que ir para la lavadora y empujo los muebles de vuelta a su lugar, apagando las luces brillantes de la fotografía cuando mi teléfono suena con un nuevo mensaje.


Mi corazón salta y espero que sea de Pedro. Él me dejó en casa después de nuestro almuerzo y dijo que tenía un trabajo en casa para hacer, lo que fue bueno, porque necesitaba buscar alguna ropa y trabajar un poco. Pero siento la falta de él y el pensamiento de no verlo hasta mañana a la mañana, cuando vaya al gimnasio con él «lo que me aterra», es un pensamiento deprimente.


¿Ya terminaste con tu sesión, bebé?


Adoro cuando me llama bebé.


Acabo de terminar, estoy entrando en casa. ¿Qué estás haciendo tú?


Cierro el estudio y salgo en dirección a casa. Ahora, cuando el sol se pone, hace mucho frío, entonces abrazo mi abrigo cuando atravieso el patio. Juana dejó una luz de la cocina encendida para mí y abro la heladera para agarrar una botella de agua y un puñado de uvas antes de continuar para mi habitación.


Cuando subo las escaleras, oigo a Adele cantando e imagino que está viniendo del cuarto de Juana. Voy hasta mi propio cuarto y me detengo. Puta mierda.


La música está viniendo de mi cuarto y veo a Pedro sentado en mi cama, descalzo, con un short de básquet negro y una remera negra. Está frunciendo su frente delante de su laptop y mordiendo su dedo pulgar.


—Entonces, es esto lo que estás haciendo.


Él sonríe y me mira cuando escucha mi voz.


—Espero que no te importe, Juana me dejó entrar. Pensé que podría quedarme aquí.


Voy hasta la cama y me siento a su lado, ofreciéndole mi última uva.


—No me importa. Estaba pensando en ti.


—¿Estabas pensando en mí?


—Sí.


Cierra su computadora y lo coloca en el suelo y se recuesta nuevamente. Yo me siento en su regazo.


—Tenía miedo que pensaras que estoy siendo presuntuoso. —Percibo la sonrisa en su voz cuando besa mi cabeza y yo le acaricio el pecho. Es tan bueno verlo y tocarlo.


—Estás siendo presuntuoso pero no me importa.


—Te extrañé hoy.


Me alejo y paso mi mano por su cara.


—Me has visto en el almuerzo.


—Lo sé. Pero eso fue hace unas cuantas horas atrás. No consigo tener suficiente de ti, bebé.


—¿Te vas a quedar esta noche? —pregunto sin aliento.


—Si me dejas, sí.


—Bien.


Me aproximo y beso la comisura de su boca, el mentón, la nariz, mientras paso mis dedos por su suave cabello. Sus bellos ojos están fijos en los míos y pacientemente me deja tocarlo y besarlo.


Sus manos acarician suaves mi espalda y el deseo comienza a surgir dentro de mí.


Agarro el borde de su camiseta y me inclino para poder sacarla por su cabeza.


—Amo tu cuerpo —murmuro mientras paso mis manos sobre sus hombros, su pecho y agarro sus brazos, las llevo hasta mi trasero y lo aprieta con sus manos.


—¿Lo amas?


—Hmmm… —Beso su cuello y susurro en su oído—. Eres malditamente caliente.


—Jesús, bebé, te quiero a ti. —Me siento poderosa y sexy sabiendo que consigo dejarlo loco con solo mi contacto y quiero que estemos desnudos los dos. Ahora.


—Soy tuya, Pedro.


Sus ojos arden.


—Joder, ten por seguro que eres mía.


Hace un trabajo rápido con mi abrigo y mi sostén y entonces me empuja de vuelta a la cama para poder arrancar mis pantalones y mis bragas. Ahora su boca está en mí, en mis pechos, mi cuello, mis caderas. Mis manos en su cabello, mientras él se arranca sus shorts y su bóxer, arrojándolos al suelo.


—Oh Pedro—Mi sangre está vibrando y tengo que tenerlo dentro de mí.


—Sí, querida, ¿qué necesitas?


—A ti. Dentro de mí. Ahora. —Sonríe contra mi estómago y lame mi piercing con su lengua.


—Todavía no.


Gimo y froto mis caderas contra él.


—Aún no bebé. —Él detiene mis caderas con las manos y levanta mi tronco, inclinándose sobre mí. Me besa profundamente, lentamente, su lengua haciendo cosas increíblemente deliciosas en mi boca.


Su mano es fuerte, acariciándome de arriba abajo y tomo su rostro en mis manos y devuelvo su beso con igual ardor. Suspiro cuando sus dedos encuentran mi pezón y tira fuerte, enviando temblores de placer hasta mi ingle. No puedo evitarlo y continuo frotando mis caderas y llevo mis manos hacia abajo para apretar su trasero y empujándolo contra mí.


—Joder Pau, eres tan linda. —Su boca está yendo hacia mi garganta. Pasa la mano en mi espalda, mi trasero y levanta mi pierna, abriéndome para él. Empuja hacia adelante y lentamente desliza la punta de su pene dentro de mí.


—Oh Dios, sí.


—¿Esto es lo que tú quieres?


—¡Sí! —Envuelvo mis brazos alrededor de él, tirándolo hacia mí. De pronto, se da la vuelta, lo empujo con mi pierna y él se hunde todo dentro de mí. Froto mis caderas y él gime, sus labios en los míos, sus codos a los costados de mi cabeza y las manos enterradas en mi cabello. Agarro su trasero con mis manos, pero él se detiene abruptamente y me mira, estrechando sus ojos azules, la mirada en su rostro absolutamente seria y casi reverente.


—¿Qué sucede? —pregunto sin aliento.


Niega con la cabeza y cierra los ojos como si estuviese con dolor y una sensación de pánico perfora mi corazón.


—¿Qué es? —acaricio su mejilla.


—Yo solo… —abre nuevamente los ojos, atrapándome con su intensa mirada y comienza a mover sus caderas, otra vez, golpeando dentro y fuera de mí como si el deseo lo estuviera empujando.


—Tú me haces sentir tan bien, bebé.


Suelto un gemido y muevo mis caderas, encontrando su ritmo y entonces se coloca de espaldas, llevándome con él sin romper nuestro precioso contacto. Llevo mis brazos alrededor de su cuello y apoyo los pies al lado de sus caderas y me lleva para arriba y para abajo sobre su erección, con las manos firmemente plantadas en mi culo. Siento la familiar rigidez de mi cuerpo, cuando mi orgasmo se aproxima y él también debe sentirlo porque aumenta el ritmo y me empuja más fuerte.


—Entrégate, bebé… Vamos, linda… Córrete para mí. —Gozo completamente exhausta. Me empuja para abajo una vez más y él también se corre pronunciando mi nombre.



***.


Pedro está a mi lado en mi cama abrazándome fuerte. Es caliente y confortable y… seguro.


—Te has vuelto bastante insaciable desde que te conocí, Paula.


No puedo parar de reírme.


—Sí, te estoy usando para mi placer.


—¡Ya sabía! —Me hace cosquillas en mis costillas y me retuerzo en sus brazos girándome hacia él.


—¿Vas a patear mi trasero mañana en el gimnasio? —Deslizo mi dedo sobre su labio inferior.


—No, prefiero apretar tu trasero. —Sonrío y beso su mentón.


—Puedes hacer eso en cualquier momento, no necesitas llevarme al gimnasio para hacerlo.


—Va a ser divertido entrenarnos juntos.


—Ok.


—Confía en mí.


—Lo hago, implícitamente. —La honestidad en mi voz es absoluta. Confío en él y esto me llena con un calor que no sentía desde que mis padres murieron.


Pedro besa mi frente y me acerca a su pecho.


—Duerme, niña bonita.




4 Boudoir proviene del francés y significa “tocador” y antiguamente era la habitación donde las
damas se arreglaban y se empolvaban. Hoy en día la fotografía Boudoir puede tener muchos estilos
y sugiere imágenes muy diferentes. Es sinónimo de imágenes sensuales y elegantes que revelan la
belleza de la mujer. Es el arte de fotografiar el cuerpo y la personalidad mostrando el lado más
femenino, creando imágenes en las que la mujer pueda ver reflejada su belleza, al mismo tiempo de

ofrecerle una experiencia divertida, refrescante y sexy.

CAPITULO 29




El restaurant queda en un muelle en Puget Sound. Ofrece una excelente vista y buena comida. La maître nos acomoda cerca de las ventanas con vista hacia el agua y estamos ocupados leyendo el menú. Miro a Pedro y no puedo evitar suspirar un poco. Es tan hermoso. Se está mordiendo el pulgar mientras lee el menú.


—¿Puedo tomar tu mano, por favor? —levanto mi mano.


—Tú puedes agarrar mi mano en cualquier momento, bebé. 


—Me lanza una sonrisa sexy pero me da la mano equivocada.


—No, la que estás mordiendo, por favor.


Extiende su mano para mí con una mirada severa, me inclino sobre la mesa y beso su pulgar.


—Vas a terminar lastimándote ese dedo.


Miro por arriba a sus ojos azules como el mar y quedo satisfecha al ver que su respiración cambia y que mi contacto también lo excita.


—No comiences eso aquí, por favor. —Su voz es baja y sexy y hace retorcer mi estómago.


—No entiendo qué quieres decir. —Abro mis ojos inocentemente—. Sólo estoy comprobando que tengas apetito para el almuerzo.


—Voy a decirte de qué tengo apetito. —Me da una sonrisa depredadora pero antes de que pueda responder, la camarera está a nuestro lado.


—¿Qué puedo ofrecerles? ¿Gustarían comenzar con un aperitivo? —Nos mira con una sonrisa pero ella se congela cuando mira a Pedro y toda la sangre se le va del rostro.


—¡Pedro Alfonso! ¡Oh wow! Soy una gran fan, Pedro… er… señor. Vi todas sus películas Nightwalker como unas cuarenta veces. Oh mi Dios, son tan buenas. ¡No puedo creer que esté aquí! ¿Puedo pedirle un autógrafo? ¿Puedo sacarle una foto?—Las palabras salen atropelladas y no puedo evitar que mi mandíbula caiga.


Pedro me mira pero parece encontrar su equilibrio rápidamente y suelta una sonrisa seductora deslumbrante, para la Señorita sentimental, pero no llega a sus ojos y soy consciente que esta es la sonrisa que usa para sus fans.


Es fascinante.


—Lo siento mucho, no me saco fotografías pero me haría feliz firmar alguna cosa para ti.


—¡Oh, fantástico! Aquí. —Ella le da su block de notas y su lapicera.


—¿Cuál es tu nombre, querida? —Oh, él está realmente incómodo con esta situación.


—Helena. ¡Oh mi Dios, espera cuando mis amigos se enteren que te conocí! Van a morir de envidia. —Ella prácticamente está saltando y la sonrisa de Pedro nunca vacila.


—Bueno, yo estoy feliz que te hayan gustado las películas. Aquí está. —Le devuelve el block y ella lo aprieta contra su pecho, su rostro pegajoso y emocionado y tengo que esforzarme de mirar a otro lado para no soltar la carcajada. 


Después de unos largos segundos, con ella aún allí de pie, mirándolo, decido rescatarlo.


—Entonces, hum, nos gustaría pedir ahora, si te parece, Helena.


Ella intenta salir de su trance pero no me mira a los ojos.


—Ah, claro. ¿Qué puedo hacer por ti?


Ella mira a Pedro con expectativa y él sonríe.


—¿Qué te gustaría, bebé? —Y mi hombre está de regreso.


—Voy a querer la ensalada Cesar con salmón, por favor, con limón extra. ¿Qué vinos blancos tienen en el menú? —Todavía estoy mirando los ojos de Pedro y estoy aliviada al ver que sus ojos están danzando con humor.


—Oh, um… —Ella me tiende la lista de vinos y pido un dulce Riesling para tomar con mi ensalada.


—¿Y qué puedo ofrecerle al Sr. Alfonso… er … señor? —Su rostro está en llamas.


—La verdad, quiero lo mismo que mi novia. Parece delicioso.


¡Novia!


—Ok, me avisa si quiere alguna otra cosa. ¡Muchas gracias una vez más por el autógrafo! —Y finalmente se retira.


—¿Estás bien? —pregunto cuando estamos solos.


—Sí, aunque no fue tan malo. ¿Cómo estás tú?


—Lo encontré divertido. No sabía si debía reírme o sentir pena por ella.


—Ey, ¿estás diciendo que no soy un galán? Estoy herido. —Se inclina hacia atrás agarrándose el pecho con la mano sobre el corazón.


—Ah, no, eres definitivamente un galán, junto con otras cosas, Sr. Alfonso… er…señor.


—Tienes una boca atrevida, Paula.


—Estoy feliz de que te hayas dado cuenta.


Resolvemos disfrutar de nuestro almuerzo pero otras camareras y el personal de la cocina vienen hasta la mesa a pedir autógrafos o contar sobre cuánto amaban sus películas y preguntar por qué no está actuando más. Felizmente el restaurant no está muy lleno, por lo que no hay muchos clientes incomodándonos.


Finalmente, cuando pierdo la cuenta de cuántos empleados interrumpen nuestro almuerzo, me excuso con Pedro.


—¿Estás bien? —me pregunta.


—Estoy bien, enseguida vuelvo. —Le doy una sonrisa brillante, reconfortante y dejo la mesa.


Encuentro a Helena cerca del bar.


—Necesito hablar con el gerente, por favor.


—Ah, seguro. Voy a llamarlo. —Ella desaparece en lo que imagino es la cocina y reaparece con una rubia alta, probablemente de mi edad, que no había ido hasta nuestra mesa aun.


—¿Puedo ayudarla, señora?


Virgen Santa, ¿cuándo me volví una señora?


—Espero que sí. Pedro Alfonso y yo estamos almorzando aquí y su equipo nos está interrumpiendo todo el tiempo para pedir autógrafos y hablar con él. Realmente apreciaría si usted les pidiese parar con esto.


Ella frunce la frente cuando escucha mi reclamo.


—Lo siento mucho, no deberían haberlos molestado. Va en contra de nuestra política. ¿Puedo invitarles el almuerzo?


—No es sobre el dinero, es sobre la falta de privacidad. Estoy segura que no es la primera celebridad que viene al restaurant.


—Por supuesto que no. Me haré cargo de eso. Le pido disculpas en nombre del equipo.


Vuelvo a nuestra mesa y veo a Helena gesticulando y pidiendo disculpas a su jefa.


Hay otro empleados al lado de nuestra mesa cuando llego y golpeo en su hombro.


—Su jefa desea hablar con usted.


—¡Oh! Ok. ¡Gracias por los autógrafos! —Él sonríe y se aleja.


—Esto no va volver a suceder —informo a Pedro.


—¿Qué has hecho?


—Fui directo a la gerencia. Otros clientes son una cosa pero no es apropiado que los empleados nos interrumpan cada cinco minutos.


—Pau, eso es exactamente lo que sucede, algunas veces.


—Bien. —Levanto los hombros—. Ellos ya tuvieron bastante de ti. Este es mi almuerzo con mi novio y estoy cansada de compartirlo.


Sus ojos brillan y la sonrisa que me da es aún más brillante que la que le dio a la moza y me derrito un poco.


—Tu novio está aprovechando el encuentro para almorzar contigo.


—Estoy contenta.


Sonrío tímidamente y bebo un poco de vino. El resto de la comida es deliciosa y no nos interrumpen más, a no ser para preguntar si deseamos más vino o postre.


Helena deja la cuenta sobre la mesa y se retira.


Pedro abre, frunce la frente, sonríe y me mira. En vez de la cuenta, hay una nota.



Agradecemos su paciencia y generosidad para con nuestros empleados. El almuerzo de hoy es por cuenta de la casa y por favor acepte esta tarjeta de regalo de $250 y vuelva pronto al
restaurant nuevamente, esta vez sin interrupciones.
La administración.


—Ohh. Creo que mi conversación con la gerente funcionó.


—Parece que ya tenemos un lugar para nuestros futuros encuentros. —Pedro sonríe y guarda la nota en su billetera.