El viaje a la casa de los padres de Pedro es bien corto. Es una tarde lluviosa de domingo, por eso estamos en el Mercedes SUV negro de Pedro. ¿Cuántos autos tiene?
Miro a la izquierda y respiro profundo, tratando de calmar mis nervios. Mi estómago está hecho un desastre. Me estoy muriendo de miedo por encontrarme con sus padres.
Este fin de semana fue maravilloso. Después de la cena, anoche nos quedamos abrazos en el sofá, vimos antiguas comedias de los años 80 y reímos toda la noche.
Entonces, me llevo a la cama e hizo el amor conmigo, como lo hizo en el sofá esa tarde. Wow, él puede ser tan dulce.
No puedo evitar recordar el golpe que me dio en el trasero la primera vez que hicimos el amor, y quiero saber cuándo lo hará de nuevo. La variedad es el condimento de la vida, después de todo. Tal vez podamos jugar, cuando regresemos a casa más tarde.
Él es tan lindo, sentando aquí, con su camiseta negra y un par de jeans descoloridos. Sus manos fuertes en el volante, y tiemblo solo con pensar en cómo me siento con ellas en mi cuerpo.
—¿Tienes frio? —Él alcanza el botón del aire acondicionado, pero detengo su mano.
—No, no tengo frío.
Me mira, levantando una ceja.
—Amo tus manos. —Le digo, uniendo mis dedos con los él.
Besa mi muñeca.
—Solo son manos. —Me da una sonrisa perversa y mi estómago se aprieta.
—Ellas hacen cosas locas en mí. —Susurro.
—Compórtate, o voy a parar el auto y te follaré.
Suspiro con sus palabras. Esta es una actitud completamente diferente a la de anoche y francamente, es excitante. Mi coño esta mojado y sonrío, decidiendo bromear un poco con él.
—No hagas promesas que no puedes cumplir.
—Oh, querida, confía en mí, eso es una promesa que puedo definitivamente cumplir.
Me quito un hilo imaginario de mi vestido rojo. Estoy usando una suave chaqueta de jeans, por causa del tiempo y sandalias altas marrones.
—Pruébalo.
Él mueve la cabeza y estira los ojos.
—¿Disculpa?
—Me escuchaste. —Susurro y levanto mi vestido hasta mis muslos, llevando mis dedos hasta mi carne ya sensible.
—¿Quieres follar en el auto, en el camino para conocer a mis padres? —Su voz suena sorprendida, sus ojos están en llamas y su respiración es pesada.
—Si, por favor.
Él toma la próxima salida en la autopista y estaciona atrás de un centro comercial.
Es una zona protegida con árboles y no hay transito atrás del largo edificio.
Me jala y me coloca sobre sus piernas; una mano en mi cabello y la otra apretándome el trasero.
—Eres tan jodidamente sexy. Te quiero todo el tiempo.
—También te quiero.
Estoy sin aliento y excitada y lo quiero en mí, ahora.
—Ayúdame, bebé. —Pedro mueve para atrás el asiento, y me sostengo contra el volante, mientras se arranca los pantalones, liberando su erección.
Sostiene mi trasero con sus manos, empujando mi hilo dental hacia un lado, empujándose dentro de mí.
—Fóllame, sí, Pedro.
—¡Ah!
Me muevo para arriba y para abajo violentamente en los pequeños límites del auto.
Sus manos fuertes en mi trasero, guiándome, nuestros ojos cerrados y la boca abierta, sin aliento.
—Joder, voy a correrme.
—Sí, cariño, córrete para mí.
Me froto contra él una vez, dos veces y enseguida, exploto, ordeñando su pene con mis músculos y sintiéndolo acabar, llenándome.
Me inclino hacia enfrente, descansando mi frente contra la de él, mientras nuestras respiraciones se calman.
—Puta mierda, Pau, esto fue un poco inesperado.
Me levanto y regreso para mi asiento, arreglando mi vestido.
—Me pasa al verte conducir.
—Bien, diablos, vamos a viajar mucho en auto bebé. —Sonríe y me doy cuenta que me ayudó a calmar mis nervios. Pedro coloca el asiento en posición normal, y da marcha de nuevo el auto.
***
consecuencia de un sexo muy, muy gratificante en el auto.
—¿Nerviosa? —me pregunta.
—Sí. —Admito y le ofrezco una sonrisa.
Se inclina y toma mi barbilla entre el pulgar y el índice dándome un beso suave.
—Ellos te van a amar. No tienes ningún motivo para estar nerviosa.
—Espero que sea cierto.
—Vamos.
Él salta fuera del auto y da la vuelta para abrirme la puerta, llevándome a la entrada de la casa. Es blanca, en estilo colonial, con un jardín cuidado y flores bellas y coloridas.
—¿Este jardín es de tu mamá? —pregunto.
—Sí, ella está enamorada de las flores —responde, y no puedo evitar sonreír.
—¿Qué?
—Como su hijo. Mi sala puede rivalizar con este jardín ahora.
Él ríe cuando nos acercamos a la puerta y besa mi mano.
—¿Estas reclamándome?
—Ni un poco.
La puerta roja se abre y una mujer rubia y muy pequeña, nos saluda con una enorme sonrisa.
—¡Oh, querido, estas aquí!
Pedro se inclina para que ella le bese la mejilla dándole un abrazo afectuoso.
—Hola, mamá. Me gustaría que conocieras a Paula Chaves.
—Paula, es un placer. Bienvenida a nuestra casa. —Ella aprieta mi mano e inmediatamente me agrada.
—Gracias por recibirme, Sra. Alfonso.
—Por favor, llámame Lucia. Entren, los dos.
Seguimos hasta la entrada, en dirección a la parte de atrás de la casa, supongo que es donde queda la cocina. Veo brevemente una gran sala formal, con muebles blancos. Pedro todavía sostiene mi mano y besa mis dedos. Lo miro y él sonríe para mí, claramente feliz por verme aquí.
Joder, él es hermoso.
—¡Pedro y Paula están aquí! —Lucia anuncia cuando entramos en la cocina. La cocina es grande y bonita, en tonos marrones y bronce. La mesa es de granito marrón oscuro, con electrodomésticos de acero inoxidable y el horno es enorme.
Cualquier chef envidiaría esta cocina. Hay un área gourmet, que se abre a una sala para reunir a familiares e invitados, con un gran televisor, un sofá y sillas suaves nuevamente en tonos marrones y bronce.
Es increíble y cómodo.
—Bienvenida, Paula—Un hombre rubio y muy alto, está trabajando en la cocina. Él limpia sus manos en una toalla y camina hasta donde nos encontramos—. Estamos muy felices de conocerte.
—Pau, este es mi papá, Nicolas.
—Estoy muy feliz en conocerlo, señor. —Él aprieta mi mano con fuerza y sus ojos azules sonríen para mí. Pedro es el rostro de su papá. Su hermano, Marcos, que también se parece a su papá, está ayudándolo en la cocina.
—Hola Paula.
—Debes ser Marcos—Le sonrío y concuerda.
—Sí, soy el más bonito aquí, además de ti. —Me da una sonrisa felina, y no puedo dejar de reír. ¡Todos los hombres Alfonso son hermosos como el pecado y coquetos!
—Y esa —Pedro interrumpe, mirando a su hermana menor—. Es mi hermana,Samantha.
Samantha está sentada en uno de los sofás, con un iPad en sus piernas y una copa de vino en su mano. Ella simplemente es linda y delicada como su mamá, rubia, de ojos azules, con rasgos delicados, sus ojos son astutos y no está sonriendo o está entusiasmada como el resto de la familia.
—Paula—Ella me saluda con la mano una vez y después regresa a la pieza de tecnología.
Miro a Pedro, él está mirando a Samantha. Puedo sentir la tensión en él y me acuerdo de la llamada de anoche, aprieto su mano, para que me mire. Claramente, Samantha será la más difícil de la familia.
Encojo los hombros y sonrío para él y él sonríe para mí, un poco de tensión alejándose de sus hombros.
—Paula, ven a sentarte conmigo en la mesa, para que podamos conversar mientras los chicos cocinan. Pedro, toma un delantal hijo. Creo que tu papá necesita ayuda con la carne.
—No necesito de ayuda. —Nicolas parece ofendido, pero entiendo que es una broma interna de la familia—. Puedo cocinar muy bien la carne.
Pedro rueda las ojos y me lleva a la mesa.
—¿Te gustaría una copa de vino, cariño?
—Si, por favor.
Nos acomodamos en la mesa con las bebidas y tomo un largo trago, mentalmente me preparo para el interrogatorio que está por llegar.
—¿Entonces cuéntame, que haces, Paula?
—Soy fotógrafa. —Miro hacia Pedro en la cocina con su papá y mi boca está un poco seca con la visión de tres hombres muy hermosos moviéndose alrededor de la cocina. ¿Qué hay sobre un hombre que sabe cocinar?
—Ah, que interesante. ¿Qué tipo de fotografías haces? —Lucia inclina los codos sobre la mesa y toma un trago de su vino. Ella esta genuinamente interesada en mí y eso me hace relajar.
—Principalmente, tomo fotos de la naturaleza. Vivo en la playa de Alki, no muy lejos de la casa de Pedro, y tengo muchas oportunidades de sacar fotos del mar, los barcos y cosas así. Me gusta visitar diariamente el área para tomar fotos de flores y la belleza en general.
Tomo otro trago de mi vino y Pedro me llama la atención con una sonrisa traviesa.
Él sonríe y regresa a cortar alguna cosa.
—Me encantaría ver un poco de tu trabajo. ¿Tienes un sitio?
—No, vendo mi trabajo en las tiendas alrededor de Alki y en el centro de Seattle, en el Mercado Pike.
—Voy a tener que buscar tu trabajo. —Lucia sonríe para mí y no puedo evitar inclinarme hacia adelante, de manera que sólo ella me pueda escuchar.
—Te tengo que agradecerle una cosa. —Susurro.
Sus ojos se abren y su sonrisa es más grande.
—¿Qué?
—Gracias por enseñarle a cocinar. Él es increíble en la cocina.
Ella ríe, una carcajada inmensa y aprieta mi mano en la de ella.
—Oh, querida, eres bienvenida.
Miro para la cocina y Pedro nos está mirando con la boca abierta. Él hace una mueca y sonrío para mí misma.
—¿Qué están murmurando ustedes dos?
—Nada. —Responde Lucia inocentemente—. ¿Cuándo estará mi filete?