martes, 30 de diciembre de 2014

CAPITULO 48




La melancolía vuelve hacia a mí cuando nos acercamos al cementerio. Vamos en mi auto, porque el cementerio es grande.


—Lo siento, cariño, pero esto puede convertirse en un día triste para mí. No hago esto muy a menudo porque generalmente no soy una buena compañía después de venir aquí.


Besa mis dedos suavemente y suspira pesadamente.


—Querría tanto que nunca tuvieras que pasar por esto, Pau. Es algo que no puedo solucionar por ti, y me gustaría hacer cualquiera cosa, si pudiera.


—Lo sé —susurro.


Dentro del cementerio, estacionamos cerca de la gran lápida de mis padres.


Después de salir del auto, voy hasta el asiento trasero para coger dos ramos de flores, lirios para mi padre y girasoles para mi madre. Esas eran sus flores favoritas.


Voy hasta donde ellos descansan, Pedro camina solo a unos pasos atrás dándome espacio. Siempre sabe qué hacer para consolarme. Tengo que agradecerle más tarde.


Esta sección del cementerio queda en una colina, con una bella vista de la ciudad y del Space Needle.


Vuelvo hacia la gran lápida de mármol, negra. Me arrodillo delante de ella, sin importarme el suelo mojado ni las hojas húmedas sueltas, solo preocupándome en limpiar la lápida, mis ojos evitando sus nombres y las fechas de nacimiento. 


Coloco las flores bajo sus nombres y, luego, me siento sobre los talones y miro hacia arriba.


Chaves está escrito en letras grandes y gruesas en la parte superior, sus nombres y fechas están abajo. Donde hay escrito: soy de mi amado y mi amado es mío.


Me inclino hacia delante y apoyo las palmas de las manos sobre el mármol plano, liso y frío, sobre cada uno de sus preciosos nombres y cierro los ojos, dejando que mis recuerdos inunden mi mente.


Pedro se arrodilla a mi lado y pone la mano sobre el centro de mis manos.


—Habla sobre ellos, bebé. —Su voz es ronca y me acaricia la espalda suavemente.


No lo miro, solo mantengo mis ojos cerrados y mis manos sobre la lápida, cuando comienzo a hablar.


—A mi madre le gustaba cocinar. Amábamos hacer bizcochos todo el fin de semana, aun cuando estaba en la universidad. Era hermosa y me abrazaba todo el tiempo.


Las lágrimas están fluyendo, corriendo libremente por mi rostro, mezclándose con la lluvia que caía a nuestro alrededor.


—Ella tenía una MBA7 de Stanford, pero en vez de dejarme en una guardería, optó por quedarse en casa y cuidar de mí. Y siempre me dijo que fue la mejor cosa que hizo, y que estaba muy agradecida por la oportunidad de poder cuidarme a mí y de mi papá. Ella era tan inteligente y divertida, era mi mejor amiga —susurro y limpio las lágrimas de mi rostro, antes de regresar mi mano a la lápida.


»—Mi padre era muy divertido, pero de una manera más seca. Estaba loco por mi madre. El sol salía y despertaba con ella, vivía preocupado por ella. La consentía incesantemente, esa es una de las cosas que haces conmigo y que me hace recordarlos. —Sonrío para mí misma—. No importa cuán agitado había sido su trabajo, siempre volvía a la casa con nosotras, toda la noche. Era un hombre brutal en los negocios, pero en casa, era el hombre más gentil que conocí. Cuando llegó la hora de defender a su hija, fue tan voraz y tenaz, que no había como pararlo. Ellos eran el centro de mi mundo.


Sujeto mi cabeza con mis manos, balanceándome hacia delante y hacia atrás, dejando el pesar caer sobre mí. Pedro me envuelve en sus brazos y atrae a su pecho,meciéndome y murmurando palabras que no comprendo contra la cima de mi cabeza. Me besa y me dice que lo siente.


Finalmente, cuando las lágrimas dejan de caer, limpio mi nariz en la manga de mi blusa, y miro hacia la piedra negra, sus nombres y fechas y la inscripción abajo.


—También cumplirían treinta y cinco años de casados este año. —Suspira y besa mi cabeza nuevamente—. Trataron de concebirme durante siete años. Intentaron de todo, pero nada funcionó, entonces desistieron y se resignaron con la idea de que no tendrían hijos, o tal vez adoptaran más tarde. Mi madre era socia en una empresa, y sus vidas fueron tomando un rumbo en que no tener hijos era más adecuado.
»—Y, de repente, en el octavo año, quedó embaraza. Casi me perdió a los cinco meses, y soportó muchos meses de reposo absoluto en la cama, pero aquí estoy, sana y salva.


—Gracias a Dios —susurra Pedro.


—Los echo de menos. —Comienzo a llorar de nuevo.


—Lo sé, cariño.


Nos quedamos arrodillados ahí, en el suelo mojado con la lluvia cayendo sobre nosotros, por un largo tiempo. 


Parecieron horas, pero podrían ser solo unos minutos. Al final, Pedro se levanta y me alza en sus brazos, envolviéndome contra su pecho, y me lleva hasta el auto. Pasa el cinturón de seguridad sobre mí, y besa mi frente.


Mientras camina hasta el lado del conductor, atraigo mis rodillas hacia arriba y envuelvo mis brazos alrededor, haciéndome un ovillo, y lloro todo el camino hasta casa.


Pedro me lleva hasta su cuarto. No estoy llorando, pero me siento exhausta, mis ojos duelen, y estoy triste. Me coloca suavemente sobre la cama y me saca los zapatos.


—Levanta un poco, cariño. —Obedezco y saca mis vaqueros sucios—. Brazos hacia arriba —dice, y saca la camisa por encima de mi cabeza.


Saca mi sujetador y toma mis hombros con las manos, guiándome de vuelta a la cama. Camina hasta un armario y coge una camiseta blanca, moviéndose detrás de mí y deslizándola sobre mi cabeza. Se saca sus propias ropas sucias y agarra una nueva camiseta y pantalones de pijama.


Pedro toma el cubrecama y me tapa con él.


—Estamos a medio día —protesto, pero besa mi frente y pasa los dedos por mi mejilla.


—Toma una siesta. Estás triste, bebé. Voy a tomar mi laptop y sentarme aquí contigo, ¿bien?


—Gracias. —Agarro su mano y la llevo a mi rostro, frotando la palma de la mano en mí—. Gracias por hoy. Te amo mucho. No sé qué haría sin ti.


Siento las lágrimas comenzando de nuevo y me avergüenzo.


—Oye, calma, bebé. —Está besando mi frente y mi mejilla, acariciándome con la mano libre suavemente hacia arriba y hacia abajo en mi espalda—. Nada va a pasar conmigo. Ve a dormir. Estaré de vuelta.


Toma su teléfono y lo apaga y hace lo mismo con el mío, empuja el cubrecama alrededor de mis hombros y se va.


Pocos minutos después, está de regreso con una botella grande de agua y su laptop.


Se arrastra en la cama cerca de mí. Levantando su mano, acaricia mi cabello hacia atrás con los dedos y me sonríe suavemente.


—Te amo, niña bonita. Duerme un poco. Te despierto después.


—Está bien —susurro y cierro los ojos, apreciando las caricias rítmicas. Con los dedos de Pedro en mi cabello, finalmente me duermo.



CAPITULO 47




-¡Hola, Paula! Gracias por encontrarme aquí, en vez de ir
hasta tu estudio.


Le sonrío a Gabriel y le doy un abrazo rápido. Estamos en el
Starbucks, para que le pueda entregar sus fotos para añadir a su portafolio, antes de ir a unas entrevistas más tarde.


Nos sentamos en una mesa, con nuestras bebidas, mientras le muestro sus fotos.


—Guau, realmente eres buena.


—Tenía un buen producto. —Le guiño, y tomo un sorbo de mi café. Los días son más fríos y lluviosos con la caída de las temperaturas, estoy agradecida por mi moca caliente.


Gabriel sonríe tímidamente y continúa mirando sus fotos.


—Me haces ver muy bien. ¿Cuándo puedo programar otra sesión?


—Bueno, Gabriel, eso va a ser un problema —digo y hago una mueca al pensar en Pedro. Mierda, a Pedro no le gustaría saber que estoy tomando café con Gabriel, imagina programar una nueva sesión.


—Ah. —Levanta una ceja.


—A mi novio no le gusta que tome fotos de hombres solteros en mi estudio. Es una cuestión de seguridad. —Me encojo de hombros y sonrío disculpándome.


—Nunca te lastimaría, Pau. —Gabriel hace una mueca y me siento como una mierda.


—Sé eso. Tal vez podría pedirle a Juana estar ahí también, entonces nosotros no estaríamos solos. Pedro probablemente estaría bien con eso.


—Eso está bien. Acabas de hacer un trabajo maravilloso. Discúlpame si fui un poco osado antes. Eres hermosa, y sería entupido si no lo intentara, pero entiendo que no estés en el mercado. Tranquila. Hablo con él, si quieres. —Gabriel parece sincero y le doy una palmadita en el hombro.


—Gracias. Vamos a pensar en una manera.


—¿Paula?


Miro hacia un par de ojos azules familiares y mi corazón se hunde en el estómago.


—Hola, Samantha.


—Pensé que eras tú. —Sus ojos brillan con astucia en cuanto ve a Gabriel, luego vuelven a mí y me quiero esconder.


¡Santa mierda! De todas las personas para encontrarme aquí con Gabriel, ¡tenía que ser ella!


—¿Será qué te veremos el sábado en la noche, en la fiesta de mamá y papá? — pregunta, con una sonrisa falsa en su cara bonita.


—Sí, Pedro y yo estaremos allí.


—Te veo entonces. —Se va, y suelto un gemido, sujetando mi cabeza entre mis manos.


—¿Quién era?


—La hermana de Pedro.


—Seguro que no le gustas.


Lo miro y río.


—No, no le gusto.


—¿Por qué?


—Es una larga historia. Estoy feliz de que te hayan gustado las fotos. Te aviso, así hablo con Juana y Pedro sobre la posibilidad de una nueva sesión.


—Bien, genial. Oye, realmente quise decir eso, si quieres hablo con Pedro sobre la sesión, para que sepa que no tengo ninguna intención errada contigo.


—Lo tendré en mente. Gracias por el café...


—El placer fue mío.



***


Mierda.


¿Cómo diablos le voy a explicar a Pedro sobre mi encuentro con Gabrie hoy? Sé que Samy le dirá algo, y rezo para que no le haya avisado antes de que pueda llegar a casa y contarle por mí misma.


Pedro es muy posesivo cuando se trata de Gabriel, sé que le debería haber avisado sobre verlo hoy, pero parecía tonto tener que pedir permiso para encontrarme con un cliente en un lugar público.


Creo que estoy en camino de meterme en graves problemas.


Tal vez pueda distraerlo con sexo.


—¡Cariño, llegué! —Entro en la casa, usando la llave que él me dio cuando volvimos de Tahití.


—En la oficina —grita de vuelta.


Pongo mi bolso en el sofá, y cargo dos bolsas pesadas hasta su oficina.


Me saluda con una sonrisa sexy y, luego, levanta las cejas, sorprendido cuando ves las bolsas.


—¿Qué tienes ahí?


—Hice algo para el aniversario de bodas de tus padres. —Le sonrío, nerviosa.


—¿Sí? —Sonríe, satisfecho conmigo—. ¿Qué es eso?


—Bueno, tuve un poco de ayuda de tu padre para hacer esto. 
—Comienzo a tomar los cuadros.


Hay ocho cuadros.


—Le pedí a tu padre solo las fotos de él y de tu madre juntos, cada cinco años desde que se casaron, comenzando con la foto de la boda.


Cogiendo el último de los cuadros, lo organizo en la mesa de Pedro. Sus ojos se deslizan sobre ellos, y entonces coloco el último.


—Dejé la foto de la boda y la que tomé en mi fiesta de cumpleaños más grande, y las demás dispuestas alrededor de ellas.


Agarra la foto que tomé en la fiesta y la mira, por un largo tiempo.


Habían estado posando para mí, todos sonrisas y cuerpos rígidos, y Pedro hizo una broma sobre algo, haciendo que ambos rieran. En la foto, Lucia está riendo hacia la cámara y Nicolas le está sonriendo con su rostro cerca del de ella, y el amor claramente presente entre ellos.


Fue mi foto favorita de ese día.


—Eres talentosa, bebé. Lo van amar. Mi madre las va a colgar en la sala principal.


Coloca el cuadro sobre la mesa y me atrae, besándome de esa manera suave que deja mis rodillas débiles.


—Espero que de verdad les gusten.


—Eres tan dulce. No tenías que hacer esto. Ya coloqué nuestros nombres en el regalo que compré.


—Lo sé. —Lo abrazo fuerte y entierro mi rostro en su pecho—. Pero quería hacer algo bueno para ellos. Realmente amo a tus padres. Puse nuestros nombres en este regalo también.


Lo siento sonreír contra mi cabeza.


—¿Qué les vas a dar de regalo? —pregunto.


—Nosotros —resalta la palabra y sonrío—. Una segunda luna de miel en el sur de Francia.


—Por supuesto que escogimos este regalo. —Río y beso su pecho.


—¿Eso es divertido?


—No. —Me echo hacia atrás y miro su rostro increíblemente guapo. No se afeitó esta mañana, y froto mi mano en su rostro, disfrutando la rugosidad.


—Me encanta lo generoso que eres.


Se encoje de hombros y parece incómodo.


—Se lo merecen.


—Sí, se lo merecen.


—¿Ya sabes que ponerte el sábado? —pregunta, mientras guardo los cuadros en las bolsas.


—Sí, lo compré el otro día, cuando Juana y yo llevamos a Sara de compras. Gracias nuevamente por incluir a la familia de Juana. Están encantados de ir.


—Mis padres realmente disfrutaron ese día con la familia de Juana. Estarán felices de tenerlos allí.


—¿Tienes mucho trabajo hoy? —pregunto, preparándome para contarle sobre Gabriel.


—No, estoy tranquilo hoy. ¿Y tú?


—También tengo el resto del día libre.


—Hmm… ¿qué podemos hacer en un día tranquilo con lluvia? —Levanta un dedo hacia los labios y finge estar pensando realmente sobre el asunto y río, pero entonces recuerdo que necesito ir a un lugar, y el encuentro con Gabriel y Samy es la cosa más lejana de mi mente.


—La verdad, tengo que decepcionarte, pero tengo un compromiso todavía.


Miro mis manos y después a él, mordiendo el labio.


—Está bien, ¿quieres compañía?


—No tienes que ir, si no quieres.


—Siempre quiero estar contigo. ¿Adónde vas? —Se recuesta en su mesa, con los brazos cruzados sobre su pecho.


—Al cementerio. —Me encojo de hombro nerviosamente.


—¿Por qué?


—Solo visito a mis padres dos veces al año, en mi cumpleaños, que me lo perdí este año porque mi novio increíblemente sexy me llevó a un paraíso tropical. —Le
sonrío de forma insolente y me la devuelve.—Y en sus cumpleaños.


—¿En sus cumpleaños? —pregunta, confundido.


Asiento.


—Celebraban sus cumpleaños el mismo día, exactamente con tres años de diferencia. Ellos siempre han estado dispuestos a celebrar esta fecha con estilo,fuera con una gran fiesta o un divertido viaje en algún lugar. Siempre estaban dispuestos a incluirme, y así quiero recordar siempre este día por ellos —las últimas palabras son un susurro.


Me abraza, y besa mi frente.


—Vamos.