sábado, 3 de enero de 2015
CAPITULO 57
Estamos en casa desde hace una semana y Pedro está casi recuperado de sus lesiones. No habrá visitas al gimnasio por un par de semanas hasta que los moretones hayan desaparecido.
—Este móvil, quiero ponerlo aquí.
—No vas a levantar nada. Olvídalo.
Él no me deja levantar nada en estos días.
—Bueno, eso va por los dos. Y no me lastimé la muñeca —levanto una ceja mientras cruza la habitación hacia mí.
—Me encanta tu boca descarada —le da una bofetada a mi culo y le grito antes de llevar mi mano hasta mi vientre—. No hay ninguna posibilidad que una mujer embarazada levante algo de peso.
Me río y acaricio su hermoso rostro.
—¿Estás seguro de mi mudanza aquí?
—Por supuesto. Nos vamos a casar en dos meses, y no tiene sentido vivir separados.
Él frunce el ceño.
—¿No quieres?
—Quiero estar donde estés. No tiene sentido para vivir con Juana. —Sonrío—. Juana puede vivir en la casa cuanto quiera, y yo lo voy a seguir usando como estudio para trabajar.
—¿Pero? —levanta una ceja.
—Pero, creo que con nuestra familia en crecimiento, vamos a necesitar más habitaciones.
Su rostro se suaviza y me besa suavemente en la frente.
—Voy a comprar cualquier casa que desees.
—Quiero quedarme aquí por un tiempo. Vamos a mantener nuestras opciones abiertas.
—Muy bien. —Me besa de nuevo, antes de que el personal de la mudanza toque la campanilla y comience a descargar las cajas y algunas piezas de mobiliario. Dejé la mayor parte en la otra casa para Juana.
Todas las cajas van a una sala de almacenamiento, por lo que pueden organizarse a su tiempo, a mi propio ritmo. La mudanza no toma mucho tiempo.
—¿Es necesario trabajar esta tarde? —le pregunto a Pedro, después de que los hombres se van.
—No, ¿y tú?
—Tampoco. —Camino hacia la escalera y empiezo a subir hacia la habitación.
—¿Qué podemos hacer para llenar el tiempo en una tarde lluviosa de jueves? —me susurra al oído en la parte superior de las escaleras.
—Humm... ¿Tal vez leer? —le sugiero.
—No, ya lo he estado haciendo mucho últimamente —él da varias mordidas en mi cuello y envuelve sus manos alrededor de mi cintura, extendiendo su mano sobre mi vientre.
—Podríamos ver una película.
—No estoy de humor.
Por fin entramos en la habitación, y giro en sus brazos, lo beso suavemente mientras muevo mis dedos por su mejilla.
—Me he quedado sin ideas —murmuro.
—Muy bien —susurra—.Tengo algunas ideas
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