viernes, 12 de diciembre de 2014
CAPITULO 8
—¿Trajiste comida? —No puedo esconder la sorpresa en mi voz, cuando Pedro saca un pequeño refrigerador de la maleta del auto. Alejo mi cámara e inclino mi cadera hacia el auto. Él me ofrece una sonrisa tímida.
—Sí, preparé un picnic. Me pareció una buena idea después del camino, para relajar un poco. ¿Espero que este todo bien? Dijiste que no tenías ninguna sesión hoy.
—Me parece bien, estoy muriendo de hambre.
—Genial. Ven. —Toma mi mano y me lleva en dirección a la floresta, en otro camino de tierra. Los árboles y los helechos son exuberantes y densos, no dejan entrar mucha luz solar.
Después de algunos minutos caminando, el camino se abre
a un claro. Hay un bello prado con césped alto. Un roble grande está en el medio, sus ramas verdes proporcionan mucha sombra.
—¡Oh, es lindo! —Llevo mi mano al majestuoso árbol y miro las ramas—. Este árbol tiene por lo menos 200 años de edad.
Miro a Pedro, una enorme sonrisa en mi rostro. Está de pie cerca de mí, la manta a sus pies, las manos en los bolsillos.
—Estoy feliz de que te guste.
Mire para arriba nuevamente.
—Pedro, yo amo esto.
Lo ayuda a extender la manta que usamos el día anterior en su casa en el suelo del césped, cerca de la sombra del árbol.
—Ponte cómoda.
Me quito mis sandalias y me siento sobre la suave manta, mis piernas estiradas delante de mí y me inclino para atrás, apoyándome en mis manos. Pedro también se quita los zapatos —mmm, pies descalzos… —y se arrodilla en la manta. Toma ensalada de frutas, bocadillos, hummus y pan. Mi estómago gruñe y reímos juntos.
—¿Hiciste todo eso?
Él me pasa un sándwich y le doy una mordida.
Mmmmm…
—Sí, lo hice esta mañana. —Me pasa la fruta y coloca un bizcocho con hummus en mi boca—. Amo a una mujer que le gusta comer.
Paro de masticar y lo miro, arrugando la frente, acordándome de mis muslos y mi trasero redondo.
—¿Qué quieres decir?
—Solo lo que dije. Me gusta una mujer que le gusta la comida.
Se encoje los hombros y se sorprende con mi expresión.
—¿Qué crees que quise decir con eso?
Mierda.
—No sé. Me siento como una fresa.
Sus ojos se estrechan.
—No me digas que tienes problemas con tu cuerpo.
—No seas ridículo. —¡Que Mierda!
—Paula, eres linda, no tienes ninguna razón para pensar lo contrario.
—¿Pero no acabas de ver como devore ese sándwich? No tengo ningún problema con eso.
Para de hablar sobre eso.
Él balancea la cabeza.
—Está todo delicioso. —Sonrío dulcemente.
Parece haber notado mi intento de cambiar del tema, pero lo deja pasar, y comienzo a guardar las sobras de regreso al refrigerador. Me acuesto y respiro profundamente, satisfecha. Oh, eso es bueno. Un día caliente de finales de verano, buena comida, un hombre sexy… Si, es un día muy bueno.
De repente, Pedro jala mis pies a su cuerpo y comienza a masajearlos, cambiando el día de bueno a glorioso.
—Oh, Dios. Cocinas y haces masajes de pies. Debo estar soñando. —Lo escucho reír.
—¿Hey, que es eso? —Pasa el pulgar por el arco interior de mi pie derecho.
Ah, eso.
—Un tatuaje.
Me rasca el pie y me retuerzo riendo.
—Obviamente, listilla. ¿Qué dice?
—Dice “Un paso cada vez” —respondo y suspiro, mientras continua trabajando su magia en mis pies.
—¿En qué lengua?
—Italiana—respondo.
Sus dedos trazan las palabras y me levanto en mis codos para verlo. Cuando sus ojos encuentran los míos, estan brillantes, y los músculos debajo de mi cintura se aprietan.
—Es sexy. —Sonríe.
—Gracias. —Le devuelvo la sonrisa.
—¿Tienes más? —Mueve la cabeza para un lado y toma mí otro pie.
—Sí.
Sus ojos viajan directamente a los míos.
—¿Dónde?
—Varios lugares.
—No veo ninguno más. —Sus ojos rozan mis piernas desnudas, mis brazos, mi pecho.
—La del pie es la única visible con mis ropas, y eso solo cuando estoy descalza — susurro.
—¡Oh, esto es divertido! —Libera mi pie.
—¡Hey! Me estaba gustando el masaje en los pies. —Agarra mis tobillos y jala mis piernas, entonces corre mi cuerpo con sus manos y sus rodillas, hasta que su nariz está casi tocando la mía.
—Quiero saber en dónde están los otros tatuajes, ¿Paula?
Muerdo mi labio y balanceo la cabeza. ¿Quién podía formar palabras con aquel cuerpo encima?
—¿No me vas a decir? —Se inclina y besa levemente el borde de mi boca.
Nuevamente niego con la cabeza.
—Entonces voy a tener que encontrarlos.
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Ayyyyyyyyyyyy, qué linda se está poniendo esta novela!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMuy lindos capítulos! él es un dulce, aunque se guarde muchas cosas...
ResponderEliminarMd encanta ¡!
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