viernes, 12 de diciembre de 2014
CAPITULO 7
Mierda! ¡Estoy atrasada!
Pedro llegaría en cualquier momento, y yo todavía estoy corriendo por la casa, agarrando mi cámara, mi cartera y sandalias. Estoy peinando mi cabello en una cola de caballo, cuando suena el timbre. ¡Mierda!
—¡Hola! —Sonrío cuando abro la puerta, entonces mi boca cae abierta al encontrarme con una deliciosa visión. Su cabello rubio más oscuro, mojado después del baño y todo despeinado, como siempre le queda. Está usando una simple camisa gris, con los lentes de sol escondidos en el cuello, bermudas caquis, yammy. Sus ojos increíblemente azules, brillan cuando sonríe para mí.
—Hola, linda. Estás fantástica de rojo.
Siento el calor invadir mi rostro. Yo amo este top rojo sin mangas, y decidí vestir los shorts de jean que encajaban perfectamente en mi trasero. Solo para él.
—¿Lista?
—Casi. —Doy un paso atrás, para dejarlo entrar y cierro la puerta detrás de él.
—Estoy un poco atrasada. Una mañana movida, pero estoy casi lista.
—¿No conseguiste dormir bien de nuevo? —Él arruga la frente.
—Lo opuesto, es la verdad. Dormí muy bien, casi llego tarde para el yoga, y tuve que resolver unas cosas todavía. —Agarre mi estuche de la cámara de la mesa.
¡Odio sentirme perturbada! Pedro me quita la cámara de las manos, y la coloca encima de su hombro, le doy una sonrisa en agradecimiento.
—¿Y tú? ¿Dormiste mejor?
—Mucho, mucho mejor.
—Yo te mostraría la casa, pero prefiero seguir el camino para la calle. ¿Verificaste si iba a llover?
—Absolutamente no, vamos.
Silbo cuando veo el Lexus convertible de Pedro estacionado en mi garaje. Coloca el estuche de mi cámara en el asiento trasero, y enseguida abre la puerta para mí con una sonrisa enorme de gato—que—comió—al—canario en su bello rostro.
—Bello auto.
—Imagine que sería un buen día para andar con el techo bajo.
—Me parece bien. —El asiento de cuero es bajo y suave y no puedo evitar estar un poco impresionada. Él tiene buen gusto.
En poco tiempo, estamos atravesando las calles de Seattle y luego salimos de la cuidad, por la interestatal 90. ¡Este auto marcha rápido! El sol caliente, el viento es óptimo, y Pedro coloca en la radio a los Maroon 5. No sentimos la necesidad de conversar, nos quedamos apenas allí, aprovechando la compañía uno del otro, y me relajo en el asiento disfrutando del escenario verde y el exuberante camino.
Es obvio que Pedro sabe donde quedan las Cataratas de Snoqualmie, y cuando nos acercamos al destino, baja la música y descansa su mano en mi muslo izquierdo.
Apenas su toque es suficiente para subir mi libido, y respiro profundamente para calmar las pulsaciones de mi corazón.
—Claramente ya estuviste aquí.
Pedro sonríe.
—Sí, mis padres acostumbraban a traernos aquí cuando éramos niños para un picnic o apenas para divertirnos.
—¿Te importa si dejo el estuche en el auto? Apenas voy a llevar mi cámara.
—No hay problema, yo voy a subir el techo.
Pedro espera pacientemente mientras reúno las cosas que necesito, entonces cierra la parte superior del auto, después tranca las puertas, y bajamos el puente que llevaba al hotel y al acceso de las cataratas, donde los turistas pueden soltar toda su admiración sobre la espectacular vista.
Coloco la tira de la cámara sobre mi cuello y verifico sus configuraciones mientras camino.
—¿Hace cuánto tiempo eres fotógrafa? —pregunta. Él me observa intensamente.
—Toda mi vida, es la verdad. Mi papa me compró una cámara digital cuando tenía más o menos 10 años, y nunca quise hacer otra cosa. —El recuerdo me trae una sonrisa y lo miro.
—Él debe estar muy orgulloso —murmura-
El dolor es rápido y duro.
—Él se fue.
—¿Se fue?
—Mi mamá y mi papá murieron hace casi tres años. —¡Mierda, no quería decirlo así!
—Joder, Pau, lo siento mucho. —Pedro se detiene y me toma en sus brazos, sosteniéndome apretado, mi cámara entre nosotros, y me avergüenzo al sentir las lágrimas en mis ojos. No quiero que el día de hoy sea triste.
—Estoy bien. —Coloco mis manos contra su duro pecho y miro su rostro—. Estoy bien. No vamos a ponernos tristes hoy.
Pedro arruga la frente, los ojos llenos de compasión y no me gusta ese sentimiento.
Yo no quiero que sienta pena de mí.
—Hey, estoy bien. Realmente. —Aprieto su mejilla en mi mano y la tomo para darle un beso.
—Está bien. —Me libera y continuamos nuestro camino hasta las cataratas. No demoramos mucho, pues no están muy lejos del camino. Miro hacia él, y todavía está pensando, una pequeña mueca en su rostro.
—Pedro, anímate. No dijiste nada malo. Yo estoy feliz de estar aquí.
Me mira nuevamente y me ofrece media sonrisa. Me relajo un poco, feliz que su humor mejore y levanto mi cámara cuando cruzamos para alcanzar la cascada.
—Estoy feliz de que no haya nadie más aquí hoy. —Trato de cambiar el tema.
—Estoy sorprendido de que no lo haya —responde.
—Bien, el verano ecasi termina, y estamos a mediados de la semana, por eso había imaginado que tendríamos el lugar principalmente para nosotros. —Y comienzo a sacar fotos.
Pedro da un paso atrás y me mira trabajar. Me muevo para arriba y para abajo en el camino, obteniendo ángulos diferentes, parando para ajustar mis configuraciones y sacando fotos de flores y telas de araña y otras cosas que me llamen la atención.
Los árboles apenas comienzan a cambiar de color, entonces yo apunto la cámara y saco algunas fotos de ellos también.
—¿Listo para continuar? —Lo miro—. Espero que no estés demasiado aburrido.
Niega con la cabeza, los brazos cruzados en el frente y está inclinado en una cerca.
Parece relajado, pero sus ojos están observándome atentamente.
—Observarte no es nada aburrido, Paula.
Oh.
Él se acerca, sosteniendo mi mano, y besando mis dedos, antes de llevarme más para bajo en el camino de tierra, para conseguir más fotos en la base de cascada.
Nuevamente se aleja y me deja hacer mi trabajo. Siento sus ojos sobre mí cuando paso, y sonrío por dentro. Cerca de 20 minutos después, estoy satisfecha con las fotos que conseguí.
—Ok, creo que ya termine. —Me volteo para encontrar sus ojos llenos de sorpresa—. ¿Qué?
Balancea la cabeza.
—¿Terminaste tan temprano?
—Bien… —Verifico mi cámara—. Saque casi 400 fotos. Creo que voy a conseguir buenas fotos aquí.
—Estoy seguro que serán óptimas.
Sonrío y tapo el lente de la cámara, teniendo cuidado de no apuntarlo, y dejo mi cámara caer cerca de mis caderas. No entiendo por qué no le gusta que le saquen fotos, pero respeto su decisión.
Me gustaría pedirle que pose para mí. Sería un deleite para capturar.
—¿Qué estás pensando? —pregunta mientras subíamos el camino de regreso al carro. Esta a mi lado.
—¿Por qué no te gusta que te saquen fotos? —Sus ojos se encuentran con los míos, rápidamente desvío la mirada. Encoje los hombros con indiferencia, pero yo puedo ver que está escondiendo algo.
—Mírame —le digo bajito. Sonríe. Sus grandes ojos azules encuentran los míos, y él tiene una expresión preocupada—. Me puedes decir.
Paramos frente uno del otro, y por causa del terreno irregular, estoy casi al nivel de sus ojos. Coloco mis manos en sus hombros.
Los ojos de Pedro se agrandan todavía más y traga en seco, y parece que va a confesar algo. Mi estómago aprieta. ¡Habla conmigo! De repente, el balancea la cabeza y cierra los ojos por algunos instante.
—Simplemente no me gusta. —Hago una carota, pero balancea la cabeza nuevamente y susurra—: Es parte de mi fobia de estar en multitudes. Estúpido, lo sé.
Quiero indagar un poco más, pero él me quita las manos de sus hombros, une sus dedos con los míos, lleva los brazos alrededor de mi cintura, acercándome.
Acariciando mi nariz con la suya, sus ojos azules intensos.
—Estuve pensando en besarte todo el día.
—Deberías pensar menos y hacer más. —Estoy sorprendida con mi respuesta engreída, o de lo que soy capaz de decir, con mi corazón golpeando tan rápido.
Pedro sonríe contra mis labios, y explora un beso caliente, que me consume. Libera las manos y las lleva hasta mi trasero, como hizo la noche anterior, acercándome a su cuerpo. Agarro su rostro en mis manos, sosteniéndolo cerca, y así ya estoy perdida en él. ¡Es tan bueno con la boca! Juega con mis labios, y su lengua hace el amor gentilmente con la mía. Llevo mis manos a su cabello, apretándome más contra él.
—¡Permiso!
Miro para atrás para ver un grupo caminando por el camino, esperando para pasar y estamos en el camino.
¡Opps! Pedro ríe y me jala fuera del camino para que ellos puedan continuar.
—Creo que fuimos capturados —susurra Pedro en mi oído, colocando un hilo de cabello detrás de mi oreja y besando mi mejilla.
—Creo que sí. —Río, sin aliento, y continuamos caminando hasta el auto.
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