miércoles, 31 de diciembre de 2014

CAPITULO 51




¡Oh, Dios mío!


Mis ojos están fijos en su rostro y todo el aire sale de mi cuerpo.


¡Casarme con él! ¿Casarme con él?


Es muy pronto. ¿Solo nos conocemos desde hace dos meses? 


Dos meses increíbles.


Sus preocupados ojos están mirando profundamente los míos, azul a verde y sé que desde el fondo de mi corazón, la respuesta es sí. Después de todo lo que hemos pasado estos dos últimos meses, todo lo que hemos compartido, no puedo
imaginarme la vida sin él. Y él me necesita. ¡Él quiere casarse conmigo!


—Cariño, me estás matando —Pedro se mueve para abrir la caja azul, pero pongo mi mano sobre la suya, deteniéndolo. 


Veo sus asustados ojos de nuevo sobre mí, pero le sonrío tranquilizadoramente.


—Solo tengo un par de cosas que decir.


Ahora estoy mareada y dentro de un torbellino de emociones, con el corazón en la garganta, pero estoy muy tranquila externamente.


—Adelante—murmura y todavía se le ve un poco de miedo e inseguridad.


—Cuando veo mi futuro, Pedro, te veo en él. No veo tu dinero o lo que haces para ganarte la vida, o tu fama. Te quiero y te respeto por eso, pero me encanta el hombre que eres. Quiero tener lo que mis padres y lo que tus padres tienen. Sería un honor ser tu esposa, darte niños y hacer una vida a tu lado.


Mientras hablo, las lágrimas corren por mi cara sin control. 


Los ojos de Pedro se suavizan y aprieta sus brazos alrededor de mí.


—¿Eso es un sí? —susurra y me da un poco de risa entre las lágrimas.


—Sí.


—Gracias a Dios. —Mueve sus labios sobre los míos y toma mi mano en su mejilla.


—Me tenías preocupado por un minuto —susurra contra mis labios.


Ah, me encanta cuando Pedro susurra. Simplemente me encanta Pedro.


—Me dejaste completamente cautivado. Creo que me olvidé de respirar.
—¿Puedo mostrártelo ahora? —Tiene la caja con el anillo y me sonríe.


—Por favor.


Se sienta en el sofá y se arrodilla frente a mí. Oh, Dios mío. Al ver a mi hombre sexy, cabello rubio, ojos azules brillantes en un traje negro con su corbata floja, de rodillas ante mí, con una caja azul con el anillo, es una imagen que tendré el resto de mi vida.


—Cuando vi este anillo, yo sabía que era para ti. Lo tengo desde el día que compré tus perlas.


Suspiro, mis ojos muy abiertos. ¡Él quería casarse conmigo desde la noche en el viñedo!


—No creo que estuvieras lista entonces.


Se ríe cuando yo sacudo la cabeza.


Él abre la caja y en terciopelo hay un diamante perfecto. La piedra central es grande, pero no exagerada. El anillo es de platino, con dos filas de diamantes más pequeños en ambos lados, que se tuercen alrededor uno del otro para encontrarse con la piedra central.


Las lágrimas arden en mis ojos de nuevo cuando él toma la caja, la pone en mi mano izquierda y me besa el dedo.


—Gracias. Es perfecto.


—Al igual que tú. —Se inclina y me besa apasionadamente y pongo mis brazos alrededor de él, tirándolo hacia mí.


Él levanta mi falda larga hasta los muslos, deslizando sus manos sobre ellos y debajo de la falda para tomar mis caderas.


—Jesús, me encanta este nuevo hábito de no usar ropa interior. —Sonrío contra sus labios—. Voy a escribirlo en los votos. No ropa interior.


Suelta una carcajada y luego suspiro cuando él empuja mis caderas hacia delante y me tira contra los cojines del sofá.


Él suspira tembloroso, cuando miro, estoy expuesta a él desde la cintura para abajo.


—¿Tienes alguna idea de lo hermosa que eres?


—Me haces sentir hermosa.


Él se sienta sobre los talones y empuja un dedo dentro de mí, con los ojos fijos en mi centro, viendo su mano.


—Eres la mujer más hermosa que he conocido en mi vida, nena.


Dejo escapar un gemido cuando él continúa a torturándome con el dedo. Estoy completamente mojada. Jesús, lo que hace en mí, con un solo dedo.


Pedro, te quiero a ti.


—Oh, créeme, me vas a tenerme. —Saca el dedo mojado de mi interior y lo chupa—. Tienes un buen sabor.


Él se agacha y abre mis muslos, con las palmas de las manos, abre mi centro en el proceso. Agarro los cojines del sofá, preparándome para la invasión de su increíble boca, levanto mis caderas cuando me cubre con su boca, su lengua está empujando dentro de mí.


—¡Oh, Dios mío! —Sumerjo mis manos en su pelo, girando las caderas. Él me aprieta el culo, mi pelvis se inclina más y sigue volviéndome loca con esa boca.


Frota la punta de su nariz contra mi clítoris y me corro, entre convulsiones y temblores, grito su nombre. Él mordisquea mis muslos mientras mi cuerpo se calma.


—Mierda, eres bueno en eso. —Me siento y paso mis dedos por su cabello rubio.


—Mmmm, me alegro de que lo apruebes, nena. Ponte de pie por mí —habla y se levanta con gracia, se quita la chaqueta, la corbata y la camisa, jugando en el suelo de la plataforma.


Después de lo que me hizo, mis piernas se tambalean. No creo que pueda soportarlo.


Toma mi mano y tira de mí hasta que me pongo de pie y envuelve con sus brazos mis hombros al descubierto.


—Apóyate en mí.


—Gracias a Dios —susurro en su cuello, mientras sus manos se deslizan por mi espalda, dejando caer mi vestido. Yo con mi brazo derecho me saco el vestido y él cae a mis pies.


—Dios, ¿sin sujetador también? Me alegro de no haberlo sabido, o tendríamos que habernos encerrado en un cuarto de baño del club y dejarte desnuda toda la noche.


Sus manos se suavizaron de regreso a mi culo.


—No estás desnudo.


—Oh, ¿quieres que esté desnudo también? —pregunta inocentemente y me muerde la clavícula.


—Sí. ¡Ahora!


—Exigente ¿eh?


—¿Por qué no?


Sus manos aprietan mi culo y suben por la espalda hasta llegar a mi pelo cuando comienza a tirar los broches, dejándolo caer suelto sobre los hombros.


—Me encanta tu cabello —murmura al verlo completamente suelto.


—Me encanta tu pelo también. —Empujo mis dedos a través de él y él sonríe.


—Lo sé.


Después de que mi cabello está suelto, toma mis manos entre las suyas y las besa, sus ojos en los míos. Da un paso lejos de mí y el aire frío de la noche gira alrededor mío, enviando un escalofrío, que hace que mis pezones se endurezcan.


—Me encanta tu cuerpo. Me encanta cómo eres con curvas. —Sus ojos ávidamente se deslizan sobre mi cuerpo.


—Estoy feliz. —Sonrío tímidamente—. Pero no estás desnudo.
Levanta una ceja.


—¿Impaciente?


—Quiero que mi novio me haga el amor —susurro y sus ojos se dilatan.


—Dilo otra vez —murmura.


—Hazme el amor —le susurro.


—No, la otra parte.


Una pequeña sonrisa se extiende a través de mis labios.


—Mi novio.


—Dios, has contestado que sí. —Él traga saliva y luego esboza una amplia y alegre sonrisa y me enamoro aún más.


Asiento y miro mi hermoso anillo.


—¿Pensaste que iba a decir que no?


—No, yo solo... —Se pasa la mano por el pelo—. Estaba muy nervioso.


Cierro la distancia entre nosotros y lo beso en los labios suavemente.


—No tienes ninguna razón para estar nervioso conmigo. Tienes mi corazón desde hace algún tiempo. Ahora, mi hermoso novio, por favor llévame a la cama y hazme el amor. —Él me toma en sus brazos y me lleva a la habitación, besándome suavemente.



***


—Hola, preciosa, despierta —dice Pedro con leves mordidas en mi oreja, me vuelvo hacia él con sueño.


—Me mantuviste despierta hasta muy tarde —murmuro, sin abrir los ojos. Lo oigo reír.


—Lo siento mucho. Pero tenemos que levantarnos, si queremos que el almuerzo esté listo, hasta que lleguen. —Me besa en la mejilla y luego la nariz. Mis ojos se abren y toco su mejilla con mi mano izquierda y mi anillo brilla con la luz de la mañana. Sonrío alegremente y él sonríe y me besa suavemente.


—Permanezcamos en cama todo el día y hagamos el amor.


—Sería muy bueno si pudiéramos. —Da un paso atrás y se aleja—. Todo el mundo estará aquí dentro de unas dos horas y tenemos cosas que hacer. El café está en la mesa para ti. Levántate y toma una ducha, nos vemos en la cocina.


—Te amo.


Él me muestra una sonrisa brillante.


—Yo también te amo. Levántate. Te espero abajo.


Él sale de la habitación y me siento en la cama por un minuto, sonriendo estúpidamente y mirando mi anillo. 


Finalmente me levanto, tomo mi café y voy directa a la ducha.



***


—Bueno, ¿qué puedo hacer? —le pregunto, cuando entro en la cocina. Pedro está en el fogón, con una toalla blanca colgando del hombro izquierdo. Está usando una camisa blanca, unos vaqueros desgastados y está descalzo…delicioso.


—Aquí, corta un poco de fruta. —Toma los melones, fresas, uvas y melocotones de la nevera y me da una tabla y un cuchillo afilado para comenzar con mi tarea.


—Entonces Isaac mencionó ayer por la noche, que ustedes tuvieron un almuerzo el otro día. —Tomo un melón y le hago un corte por la mitad, quito las semillas y lo corto en rodajas.


—¿Lo mencionó? —Pedro frunce el ceño mientras mezcla un poco de la preparación para panqueques.


—Sí, eso fue todo lo que dijo, que le gustas, ya que te comportas bien conmigo. Le dije que yo prefiero cuando no lo haces. —Sonrío y me pongo a trabajar con las fresas.


—Quería preguntarle si estaba bien si te pedía que te cases conmigo.


Me doy vuelta con sus palabras, con mi boca abierta. Se encoge de hombros y vierte la mezcla en una cacerola en el fogón.


—¿Por qué?


—Porque ellos son tu familia. Ellos te aman y te protegen y esta es una tradición.—Toma un sorbo de café y me mira especulativamente. Wow.


—¿Qué te han dicho?


—Te pedí que te casaras conmigo, ¿verdad?


—¿Qué hubieras hecho si te hubieran dicho que no?


Se ríe y negando dice:
—Te lo hubiera pedido de todos modos.


Él voltea los panqueques y me acerco con una fresa, reteniéndola en mis labios.


—Aquí. —Da un bocado y deslizo el resto en mi boca—. Mmm, está buena.


Me chupo el dedo y él toma mi muñeca con su mano y me lame el dedo.


—Me encanta ver cuando comes.


El deseo arde dentro de mí inmediatamente.


—¿Sí?


—Sí.


Vuelvo al mostrador para trabajar con las frutas y tomo dos uvas. Al regresar a su lado, Pedro toma los panqueques de la sartén y apaga el fuego. Me gusta la forma en que piensa. Froto la uva en los labios y a continuación, pongo una en la boca y la mastico lentamente.


—¿Quieres un poco? —le doy una uva. Poco a poco él cierra el espacio entre nosotros y recoge las uvas de mis dedos con la boca.


—Me gusta este juego —susurra y me sonríe. Me sienta en el mostrador de la cocina, mis pies están colgando, se coloca entre las piernas y pone otra fresa contra mis labios. Yo la sostengo con mis dientes y luego me inclino, para que pueda
tomar un bocado de mis labios y besarme al mismo tiempo.


Tiene un sabor a fresa y gimo contra su boca.


—Dios, eres tan sexy.


Dejo caer mi camisa al suelo y luego tiro el sujetador. 


Capturo otra fresa, lo miro a los ojos, se muerde el labio y muevo la fruta roja alrededor de mis pezones. Pedro jadea y aprieta con sus dedos mi culo, lo que demuestra que le gusta la visión delante de él.


Subo la fresa por mi pecho, sobre la piel de mi barbilla y la pongo en mi boca, disfrutando la dulce jugosidad de la fruta. Él no se mueve, me mira, sus manos sostienen fuerte mi culo, estoy desnuda de cintura para arriba y empiezo a seducir a mi sexy novio.


Empujo un trozo de melón en la boca de Pedro y me inclino para besarlo, chupando el jugo de su boca.


—Estás volviéndome loco —murmura contra mi boca.


—Ese es el punto —le susurro.


De pronto me levanta y yo pongo mis piernas alrededor de él, se da vuelta y me lleva a la mesa del comedor. Me pone en ella y me quita los pantalones, llevándose la ropa interior con él. Saca su camisa sobre su cabeza, sin tener que preocuparse acerca de los botones y baja sus pantalones vaqueros por los muslos.


—No puedo tener suficiente de ti. —Él me cubre con su pecho, con las manos en el pelo y la cara enterrada en el cuello, besando y chupando mi piel sensible.


—Yo no quiero que tengas suficiente de mí. —Envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas y se desliza dentro de mí, lo acepto profundamente y aprieto alrededor de él. Agarra mi mano derecha con la izquierda y tira la cabeza hacia arriba y comienza a moverse dentro y fuera de mí a un ritmo constante.


—Me vuelvo loco viéndote comer. Tu paladar, es un dulcísimo afrodisíaco, el mejor que he visto en mi vida. —Sus labios se encuentran con los míos y yo me pierdo en sus palabras, su cuerpo se mueve con gracia sobre el mío. Le paso la mano por la espalda hasta su culo, apretándolo, mientras que aumenta el ritmo constante.


—Oh, Dios —me lamento.


—Mírame —gruñe y mis ojos se encuentran con los suyos—. Quiero ver que te corras.


Mierda. Y eso es todo lo que necesita para enviarme al abismo. Me golpea dos veces, luego se muerde el labio mientras disfruta dentro de mí.


—Dios, Pau, me matas.


Me besa suavemente y luego me ayuda a levantarme de la mesa dura.


—Yo no te puedo ayudar con este fetiche que tienes con la comida. —Me pega en el culo desnudo y recojo mi ropa de camino al baño, tomo una ducha y me pongo algo de ropa.


Cuando voy a la cocina, él está totalmente vestido y tiene más panqueques en la cocina.


Beso su rostro y corto la fruta.


—Tengo que ir a Los Ángeles la próxima semana. —Pedro voltea los panqueques y se vuelve hacia mí.


—¿Por qué?


Termino con las fresas y sigo con los duraznos.


—Tengo una reunión que requiere mi presencia. Me quedaré por una noche.


—Oh, está bien. —Arrugo la frente. Esta será la primera noche que pasamos separados desde nuestra noche mágica en el viñedo.


—Ven conmigo —me sugiere.


—No puedo. Sigo teniendo dos clientes retrasados a causa de nuestras vacaciones. Tengo reservada la próxima semana íntegramente —respondo con cabeza hacia abajo mientras corto el durazno. 


—Es solo una noche —murmura y me doy cuenta que está de pie detrás de mí. De repente me siento vulnerable y no sé por qué. ¡Es solo una noche! Sin duda, puedo pasar una noche sin él. Me doy vuelta y sonrío alegremente, porque no quiero que él vea mi inseguridad.


—Estarás bien. ¿Qué día viajas?


—Miércoles, por la mañana temprano. Estaré en casa el jueves al mediodía.


—Es una larga reunión. —Levanto mis cejas.


—Voy a tener algunas reuniones, y como voy a estar allí de todos modos, voy a aprovechar para resolver varias cosas. ¿Estás segura de que vas a estar bien?


—Por supuesto. Te amo, pero creo que puedo sobrevivir sin ti por una noche. Juana y yo vamos a tener una noche de chicas.


—Muy bien. —Me besa la nariz y vuelve a sus panqueques, poniendo el tocino en el horno.


—¿Qué hacemos con todas las flores? —le pregunto, cambiando de tema.


—¿Qué quieres decir?


—¿No quieres comer en la terraza?


—No, comemos aquí. Podemos llevarlas dentro si quieres.


Voy a la puerta de cristal y contemplo mis hermosas flores, tratando de controlar mi melancolía ahora que sé que Pedro viajará la próxima semana.


—Son hermosas. No sé dónde podemos ponerlas, son muchas.


—Déjalas en su lugar por ahora y luego pensaremos que hacer con ellas.


—Muy bien. —Preparo la mesa de comedor para seis, hago jugo de naranja y jarras con café y las pongo sobre la mesa cuando suena el timbre.


—¿Puedes dejar que abra la puerta? —Pedro me guiña, con una sonrisa y me relajo, un poco emocionada al ver a sus padres y poder darles sus regalos.


—Hola, querida. —Lucia me besa en la mejilla al entrar en la habitación.


Nicolas y Marcos la siguen con Samantha detrás. Ellos, obviamente, pasaron mucho tiempo en la casa de Pedro. Se acomodan, moviéndose por el espacio y yo estoy por un momento, disfrutando de vuelta de la vista de Pedro con su familia.


Mi familia ahora.


—Chicos, me gustaría presentarles a mi hermosa novia, Paula. —Me río cuando Pedro se acerca a mí y besa mi mano.


—Sí —le digo— ya nos conocimos.


—Oh, Paula, estoy tan emocionada de que vayas a ser parte de nuestra familia.


Lucia me abraza fuerte y de repente las lágrimas arden en mis ojos.


—Gracias.


—Y yo que pensaba que elegirías al hermano correcto. —Marcos sacude la cabeza con tristeza y pretende hacer pucheros.


—Lo hice —me río de su rostro afligido y le doy un abrazo rápido—. No lo sientas. Vamos a encontrar una buena chica para ti.


Él le da una carcajada y va a la cocina para robar un trozo de tocino.


—No es necesario. Soy bueno en eso.


—¡Aléjate del tocino! —le dice Pedro a gritos.


Nicolas me abraza y agarra mi cara entre sus manos, sus ojos amables están felices.


—¿Eres feliz, dulce niña?


—Sí, gracias.


—Bien.


Los padres de Pedro son felices y acogedores. Samantha, sin embargo, revolea los ojos y sirve café en una taza.


—Así que... —Sus ojos brillan con malicia y se vuelve a Pedro y a continuación se voltea hacia mí y me preparo para lo que está a punto de salir de su boca venenosa—. ¿Quién era ese delicioso hombre con el que estabas el otro día en la cafetería?




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