—¿Por qué paraste? —Escucho el dolor en mi voz, y aclaro mi garganta.
—Pau, definitivamente no quiero parar… —camino en su dirección, pero él retrocede y levanta las manos en señal de rendición.
—Pedro…
—Paula, vamos a bajar el ritmo un poco.
¿No es eso lo que los hombres quieren?
—Si cambiaste de idea…
Él está de nuevo en frente mío, antes de que terminara la frase, sus manos contra mi rostro y al encontrar su mirada, veo la emoción cruda todavía allí.
—Escúchame, Paula. No cambié de idea. Te quiero. Eres inteligente y bonita y sexy para el carajo, pero no quiero ir demasiado rápido.
—Estoy confundida. —Cierro mis ojos y balanceo la cabeza.
—Hey. —Lo miro y sonríe para mí, pasando los dedos en mi mejilla—. Despacio.
—No se ir lento, Pedro.
Él arruga la frente y susurra:
—Yo tampoco, entonces vamos a aprender juntos.
Estoy muy frustrada, mi cuerpo lo desea, pero sus palabras me intoxican.
—Entonces, ¿nada de sexo? ¿Nada? —Siento que estoy siendo como una niña cuando le arrancan un dulce de sus manos.
—Hoy no —dice con una sonrisa.
Toma una respiración profunda, besa mi frente y sostiene mi mano. Agarro la manta y regresamos hacia dentro. La música todavía está tocando. Toma la manta de mis manos y la coloca en el sofá azul a mi derecha.
—¿Te gustaría conocer la casa?
Todavía estoy confundida por su comentario del sexo, pero la idea de ver el resto de la bella casa mejora mi humor y acepto. Él une nuestros dedos.
—Gracias por unirse a nuestro tour el día de hoy, Señorita Chaves, estamos muy contentos en tenerla con nosotros.
Sonrío ante su voz de guía y me relajo un poco. Tiene una manera que siempre termina con hacerme reír.
—Ya conoces la cocina.
—Amé la cocina.
Sonríe y me lleva por un pasillo señalando un armario con productos de limpieza y la despensa. Al final del pasillo hay una puerta cerrada, pero señala para ella y dice:
—Solo la uso como depósito ahora.
Me lleva de regreso a la sala de estar y subimos las escaleras hacia un gran desván, que él está usando como sala de televisión, con sofás muy suaves. La pantalla plana montada en la pared es enorme, y no puedo dejar de reír.
— ¿Qué es tan divertido? —Mira el TV y continúo riendo.
—Los chicos y su gran TV.
Él ríe y camina para otro cuarto: un baño. Del lado opuesto de la pared, hay una ventana del suelo al techo, mostrando la linda vista, y el cuarto principal. Es enorme, con grandes muebles blancos y verdes, las paredes en tonos azules y caqui.
Es increíblemente tranquila. Su baño es bonito, con una bañera en forma de un gran huevo, con la ducha separada que podría ser una sala individual por el tamaño. Suspiro de placer cuando me muestra el closet.
—Las mujeres y sus armarios. —Se ríe, y yo no puedo evitar reír con él.
—Eso, mi amigo, es un armario fantástico.
—Sí, lo es. —Está de acuerdo, y aprieta mi mano.
Enseguida me lleva de regreso por el cuarto y bajamos las escaleras hasta la sala de estar. Estoy incomoda de repente, y antes que pueda cambiar de idea, llevo suavemente mis brazos alrededor de su cintura, uniendo mis dedos en su espalda, dándole un gran abrazo. Sus brazos me rodearon y besa mi cabello, inhalando el olor.
Enseguida me lleva de regreso por el cuarto y bajamos las escaleras hasta la sala de estar. Estoy incomoda de repente, y antes que pueda cambiar de idea, llevo suavemente mis brazos alrededor de su cintura, uniendo mis dedos en su espalda, dándole un gran abrazo. Sus brazos me rodearon y besa mi cabello, inhalando el olor.
—Gracias por la cena —murmuro en su pecho.
—Cuando sea.
—Gracias por el tour.
Siento su sonrisa contra mi cabeza.
—A cualquier hora.
—Gracias por darme tu número de teléfono.
Él ríe y se aleja un poco.
—Te recomiendo que lo uses.
—Me voy. —Salgo de sus brazos y recojo mi cartera. Es hora de ir para casa y pensar sobre este dulce y sexy hombre. Ciertamente no puedo pensar cuando estoy con él.
Camina detrás de mí hasta el auto, saca sus fotos de la cajuela y las lleva adentro, después regresa para abrirme la puerta.
—Me avisas que llegaste bien a casa. —Las sombras de las luces de su casa están jugando en su rostro, la luz brillando en sus lindos ojos.
—Está bien, hombre mandón. —Me río.
—¿Mandón? —Se coloca los dedos en los labios, como si pensara sobre eso, y enseguida, sonríe—. Tal vez un poco mandón.
Se inclina y me toca, apenas con los labios, rozándolos levemente sobre los míos.
—Buenas noches, linda.
—Buenas noches. —¡Carajo! Que sabroso. Estoy feliz de tener la inteligencia suficiente, para conseguir entrar en el auto y apretar el cinturón de seguridad.
Camina de regreso a su puerta y se despide, mientras salgo con mi auto fuera de su casa.
Puta mierda.
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