domingo, 21 de diciembre de 2014
CAPITULO 28
Dejo a Pedro con Juana en la cocina y corro arriba para vestirme. Sonrío para mí misma, al acordarme de la cara de Pedro, cuando se reencontró con Juana, ella se comportó, no volvió a mostrar su lado adolescente y su preocupación disminuyo.
Visto unos jeans que abrazan mi trasero y un top verde, combinando con tacones del mismo color. Puede ser apenas un almuerzo, aunque nunca uso tacones y como Pedro es bastante alto puedo usarlos todo el tiempo. Y al parecer le gusta. Peino mi cabello castaño dejándolo suelto, y me aplico un poco de delineador y rímel. Estoy lista para salir.
Encuentro a Pedro y Juana todavía en la cocina, hablando sobre como cocinan.
—Me gusta asar el tocino. —Pedro está diciendo.
Está de pie, de espaldas hacia a mí, y no ve me entrar en la sala.
—De esa manera hay menos desorden en el horno.
—No me importa cómo se haga. —Envuelvo mis brazos en su cintura y presiono mi nariz en su espalda, sintiendo su aroma. Huele a suavizante de ropa y gel de baño y su camisa es suave contra mi cara—. Mientras termine en mi boca. —
Respondo contra él y lo escucho reír.
Él se voltea y me ofrece una sonrisa enorme.
—Estas linda de verde. Combina con tus ojos. —Pasa los dedos por mi rostro y suspiro.
—Gracias. ¿Mejor que la ropa de antes?
—Mucho. ¿Tienes alguna sesión más para hoy?
—Tengo una más en la noche, alrededor de las 20 horas.
Él arruga la frente.
—¿Por qué tan tarde?
—Muchas personas trabajan durante el día, por eso, a veces, tengo que marcar mis sesiones para la noche. Eso no pasa muchas veces porque prefiero usar luz natural en vez de la del equipo con luz artificial, aunque a veces es necesario.
—¿De qué es? —Me mira pensando y suspiro.
—Apenas una chica, que quiere algunas fotos bonitas para ofrecerlas de regalo de cumpleaños a su esposo.
—Ah, está bien.
Paso la mano por su cabello.
—No te preocupes, cariño. No hay ningún hombre soltero en mi agenda.
—¿Me vas a avisar cuando tengas alguno?
Juana silba y responde.
—Todo eso me recuerda el tiempo que estoy soltera. O que tuve una cita.
Nos despedimos y él me abre la puerta de su Mercedes SUV para que entre.
Cuando está detrás del volante, se inclina y me besa levemente.
—¿Para dónde vamos? —pregunto, cuando enciende el auto.
—¿Qué tal mariscos?
—Vivimos en Seattle. Creo que es un pre-requisito para vivir aquí, el amor por los mariscos.
—Mariscos, entonces. —Él toma mi mano en la suya y me sonríe.
—Estas linda.
—Gracias —Siento mi cara calentarse y miro nuestras manos unidas.
—Tú siempre estas hermoso.
El ríe y balancea la cabeza.
—Es apenas genética.
—¿Qué hiciste hoy? —pregunto, cambiando el tema.
—Fui al gimnasio y entrené.
—¿Tienes un personal trainer? —Es claro que lo tiene.
—Sí, él patea mi trasero —me sonríe, y no puedo dejar de sonreír de regreso.
—¿Cómo fue el yoga?
—Fue genial. Lo amo. ¿Lo has hecho?
—Hmm, no.
—¿No es lo suficiente varonil para ti? —Ruedo mis ojos.
—No es eso, solo me gusta un entrenamiento rigoroso.
—Ven conmigo el miércoles.
Él arruga la frente.
—Podemos hacer un trato.
¿Uh oh, donde va a parar esto?
—¿Qué tipo de acuerdo?
—Voy contigo a yoga el miércoles, si vas al gimnasio conmigo mañana.
Muerdo mi labio y miro por la ventana. Tengo miedo de parecer tonta. No tengo el cuerpo firme y delgado como la mayoría de las mujeres que van al gimnasio. El yoga me mantiene tonificada y flexible.
—No tienes que ir conmigo. —Susurro.
—¿Paula, que fue lo que dije?
—Nada. —No puedo mirarlo a los ojos.
Odio sentirme así, no me siento de esa forma cuando estoy desnuda delante de Pedro.
—¿Bebé, que está mal?— Entra al estacionamiento del restaurante y apaga el motor del auto, se voltea hacia mí en su asiento.
—Nada, yo…
—Mírame. —Su voz es severa y cuando nuestros ojos se encuentran, los de él son fríos.
—Habla conmigo.
—No, te enojes conmigo cuando hablo sobre mi cuerpo. Solo me tienes que dejar entrenar sola. ¿Entrenamos por separado, ok?
—¿Por qué eres tan dura contigo misma?
Esta desconcertado.
—No lo soy. Bien, no lo era, hasta ahora. —Susurro.
—Detén eso. No tienes nada de qué avergonzarte, bebé.
—No tengo vergüenza. Sé que me ves atractiva, y amo eso.
—¿Entonces cuál es el problema?
—No quiero hacer el papel de tonta, solo eso.
—Pero, ¿quieres que vaya a yoga, trate de doblarme como un pretzel y haga el papel de tonto, cierto?
Oh. Buen punto
Me río y coloco mis dedos sobre la boca.
—¿Te estás riendo de mí? —Él sonríe de nuevo y la tensión de mi estómago desaparece.
—No me atrevería.
—¿Entonces, vas conmigo al gimnasio sí o no?
—Me gustaría, si me dejas tomarte una foto.
Sus ojos se abren, y me pateo mentalmente.
—¿Por qué?
—Porque adoraría tomarte una en el yoga. ¡Va a ser divertido!
Él se relaja y se ríe, mientras sale del auto, dando la vuelta para abrir mi puerta.
—Vamos, te quiero ver comer.
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Me matan de amor en esta novela. Son una dulzura.
ResponderEliminarMe encanta esta nove!!!
ResponderEliminarHermoso capítulo! cuando leía lo de Gabriel pensé que iba a ser terrible! pero por suerte Pedro es abierto a hablar y busca lo mismo de ella! Eso es buenísimo!
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