domingo, 14 de diciembre de 2014

CAPITULO 12





¿Quién es esta nueva mujer y qué hizo conmigo? No puedo creer lo bien que me siento con Pedro, especialmente desnuda. Nunca, jamás, me mostraba desnuda frente a alguien con esta tranquilidad. Mis clientes hacen eso todo el tiempo y admiro su confianza, pero yo no soy así.


Hasta hoy. Hasta que apareció él.


—Amo tu culo, Pau —Esa fueron las palabras que pronunció antes de que entrase en el baño y se juntase conmigo y aún me hacen sonreír. Él ama mi trasero, mis tatuajes, mis curvas. Parece adorar mis curvas. Lo miro bajo la ducha y sonrío. Ah, él es hermoso. Está lavando su cabello y no puedo evitar derramar jabón en mis manos y comenzar a lavar su espalda.


—Mmm… —gruñe e inclina la cabeza hacia atrás para que frote su cabello.


—¿Cuántos días trabajas fuera? —le pregunto.


—Casi todos los días —me responde y se gira, derramando jabón en sus propias manos.


—Voltéate.


—¿Y tú? —pregunta mientras comienza a masajear mis hombros.


—¿Cuál fue la pregunta? —murmuré.


Oigo su risa.


—¿Cuántos días trabajas fuera?


—Hago yoga tres o cuatro veces por semana, cuando me puedo organizar. Mi trabajo es casi siempre diario también. —Levanto mis hombros.


—Tu trabajo eres tú. —Su voz es sincera, lo miro y le sonrío.


Rítmicamente masajea mi espalda y desciende, envuelve sus manos en torno a mí y comienza a masajear la parte delantera de mi cuerpo.


—Tienes unas manos grandes… —Susurro y me froto contra sus caderas.


—Tú tienes una piel deliciosa —responde.


Sus manos agarran mis senos y aprietan mis pezones, la espuma está corriendo por mi cuerpo. Desciende una mano por mi vientre y encuentra mi clítoris con un dedo.


Me empuja contra la pared y muerde mi oreja.


—¡Ah!


—Adoraría hacer el amor aquí contigo, bebé, pero no hay condones en el armario del baño. —Lo siento sonreír y miro sus brillantes ojos azules. Antes de que pueda deslizar un dedo dentro de mí, agarro su mano y la llevo a mis labios, metiendo el dedo en mi boca, chupándolo fuerte. Sus ojos se dilatan y se muerde el labio


—Tengo una idea mejor.


Con eso corro mis manos sobre su pecho, su abdomen, hasta sus caderas.


Me arrodillo y mis ojos están al nivel de su impresionante polla. Coloco mi mano alrededor de ella, moviéndola de arriba hacia abajo, mirando hacia arriba encontrándome con sus ojos.


—Mierda, bebé. —Cierra los ojos y se apoya con las dos manos en la pared de la ducha y ver el placer en su hermoso rostro me deja loca. Me inclino y paso la lengua alrededor de la punta de su pene y lo llevo hasta mi boca y chupo duro.


—¡Joder!


¡Ah, sí! Empujo y tiro su polla dentro y fuera de mi boca, mis dientes escondidos por detrás de mis labios. Estoy chupando y lamiendo, girando mi lengua alrededor de la punta, mientras lo llevo más cerca. Él comienza a mover sus caderas contra mí y lo hundo aun más profundo, sintiendo la punta en mi garganta.


—Ah, mierda, Pau. Para, bebé, me voy a correr.


Pero yo no quiero parar. Continúo el tormento, deleitándolo y dejándolo loco.


Agarra mi cabello y gruñe cuando se corre y yo trago rápidamente. Sonrío para él y está jadeando, con la frente apoyada en la pared.


Cuando consigue respirar me mira, con sus ojos azules achicados, y me levanta besándome mucho y muy bien. 


Ohhh.


—Vamos, vamos a salir del agua.


Se separa, cierra la ducha y me entrega una toalla suave.


—¿Tienes hambre? —pregunto.


—Me estoy muriendo de hambre. —Sonríe maliciosamente y me río con él, envolviéndome con la toalla mientras voy hasta mi habitación. Veo su camisa gris en el suelo y me inclino para agarrarla. Suelto la toalla y paso la camiseta por mi cabeza.


Mmmmm… El olor en ella es delicioso. Y estoy sin mi tanga.


 Me río de mi audacia y me giro para encontrar a Pedro de pie en la puerta, con una toalla alrededor de las caderas y sus ojos puestos en mí.


—Eso fue un show, Pau.


—Me alegro de que te haya gustado —respondo con una sonrisa.


—Vamos a la cocina a buscar algo para comer.


Espero que él vista sus shorts y nos dirigimos al piso de abajo.


Pedro se sienta en una banqueta alta de bar y mira como me muevo en la cocina.


—No tengo ni idea de que tenemos para comer. —Le digo tímidamente—. Esto es dominio de Juana. Hmm… ¿Ensalada César?


Saco el bowl de la heladera y él asiente. Sirvo para los dos y me siento a su lado.


—Entonces, ¿tú no cocinas nada? —pregunta.


Hago una mueca.


—Si lo necesito sí. Pero Juana siempre vivió conmigo y ella adora cocinar. Funciona bien para las dos.


Con la mención de su nombre, escucho que la puerta de entrada se abre.


—¿Pau? —Ella llama.


—Estoy en la cocina —respondo.


—¿Tienes compañía?


Arrugo la frente.


—Sí.


—Ok, me voy a la cama. Te veo mañana.


Oigo sus zapatos sonando en las escaleras.


Pedro levanta su ceja y me mira. Yo levanto mis hombros.


—Tal vez ella tuvo un mal día.


—Tal vez. —Le respondo y arrugo mi frente pero minimizo la situación. Le preguntaré mañana sobre esto. Creí que estaría curiosa por conocer a Pedro pero viendo como estamos los dos, semidesnudos, estoy aliviada. Realmente no quiero que nadie vea a Pedro sin camisa. Limpio los pocos platos que ensuciamos y los pongo en el lavavajillas, luego vuelvo a apoyar los codos en la barra.


—¿Vas a quedarte conmigo esta noche? —pregunto.


Los ojos de Pedro se agrandan y sonríe. No dice nada, solo se levanta y viene a mi encuentro. Sin tocarme, se inclina y delicadamente coloca sus labios sobre los míos.


Madre, ¿dónde encontré a este hombre?


—Me encantaría quedarme esta noche —susurra contra mis labios. Oh, susurrar es sexy y él lo hace tan bien.


—Ok, bien —susurro.


De pronto, se gira de espaldas a mí y dice:
—Salta.


—¿Qué?


—Salta sobre mi espalda. Voy a llevarte arriba. —Lleva sus brazos hacia atrás para agarrarme y me río mientras salto en su espalda y envuelvo mis brazos en su cuello, enganchando mis piernas alrededor de sus caderas.


Me inclino hacia abajo y tomo el lóbulo de su oreja entre mis dientes y él sube las escaleras sin ningún esfuerzo. Estamos riéndonos como locos cuando se detiene al lado de la cama y tira el cobertor. Grito cuando él sin delicadeza me arroja sobre la cama.


—Sabes… —dice con el rostro muy serio mientras se acuesta a mi lado.


—¿Qué? —le pregunto sarcásticamente.


Recorre el escote de la camisa que estoy usando con la punta de su dedo.


—No has preguntado si puedes usar mi camisa.


—¿No he preguntado? —Agrando mis ojos y muerdo mi labio.


Niega con su cabeza.


—No, no has preguntado. Muy mal de tu parte.


—Lo siento mucho. ¿Cómo puedo disculparme contigo? — Intento mantener mi mirada arrepentida.


—No lo sé. Estoy muy ofendido.


Él aun parece muy serio y me quiero reír, pero me está gustando mucho nuestro juego.


—¿Puedo comprarte una nueva? —pregunto.


—Bueno, realmente me gusta mucho esa camisa.


—Oh. —Me muerdo el labio otra vez y lo empujo de espaldas—. ¿Puedo sacar una foto de la camisa y dártela?


Suelto el cordón de su short y levanta las caderas para que pueda empujarlos hacia abajo por sus piernas, liberando su erección. Saco un preservativo del bolsillo y descarto el envoltorio en el suelo.


—No… —susurra—. No es lo mismo.


—Hmm… —Coloco el preservativo en su pene y me monto sobre sus caderas. Lo miro estrechando los ojos como si estuviera pensando en cómo resolver este problema.


—Bueno… —Cruzo mis brazos y él agarra el dobladillo de su camisa gris tirándola por encima de mi cabeza.


—Creo que es mejor que la devuelvas.


Le entrego la camisa pero él la tira al suelo y se sienta, quedando nariz con nariz conmigo. Agarra mi trasero en sus manos y me levanta sobre su pene y me deslizo hacia abajo y arriba de él.


—Joder, querida, estás tan mojada.


—Ese juego me excitó.


Gruñe y me besa, guiándome para arriba y para abajo con las manos sobre mi trasero. Apoyo mis manos sobre sus hombros y lo empujo para que se recueste.


Me inclino hacia abajo y lo beso con ternura, mis caderas aún moviéndose, con las manos de él en mi trasero. Entonces me siento y realmente comienzo a moverme, deleitándome con la profundidad que él alcanza, apretándome alrededor suyo. 


Pasa las manos sobre mi estómago para llegar a mis pechos y provoca mis pezones con los pulgares.


—¡Ah! —Tiro la cabeza para atrás y me froto encima de él más fuerte, más rápido y me siento a punto de correrme.


—Córrete para mí, bebé. —Sus manos apretando mis caderas, empujándome para abajo sobre él cada vez más duro y exploto a su alrededor. Antes de volver a tierra firme, Pedro sale de debajo de mí, empujándome de espaldas. Viene conmigo, los pelos de su pecho haciendo cosquillas en mis hombros.


Me besa la parte de atrás de mi cuello y luego mi tatuaje. Abre mis piernas con las suyas y está dentro de mí nuevamente.


—¡Oh, Dios!


—Oh, bebé, eres tan deliciosa. —Él pone sus manos sobre mí y empieza a empujar más y más fuerte en mi vagina, haciendo correr chispas de placer por todo mi cuerpo. Me siento al borde de nuevo, y grito su nombre cuando me corro por segunda vez.


Él grita mi nombre cuando encuentra su propia liberación y cae encima de mí.


—Wow —murmuro sobre las almohadas y siento su sonrisa en mi piel.


—¿Qué fue eso?


—Wow —digo una vez más, sin mover la cabeza.


Muerde mi hombro y grito, sacándolo encima de mí. Él se ríe mientras descarta el preservativo y nos cubre con el cobertor, acunándome con sus brazos.


—Lo siento mucho, señorita, no la escuché.


—Dije que estuvo más o menos.


Suelta una carcajada y me abraza fuerte.


—¿Es este el momento equivocado para decir que estoy tomando la píldora? —Me envuelvo en sus brazos cuando digo esto, esperando su reacción.


—¿Cómo? —Sus ojos se estrechan y ahora parece enfadado. ¡Mierda!


—Bueno, sí, estoy tomándola. ¿Por qué te enfadas? —Giro mi cabeza unos centímetros para mirar su rostro.


—Pensé que habías dicho que hace casi un año que no estás con alguien.


—Lo dije.


Levanta una ceja.


—Las mujeres no dejan de tomar la píldora y vuelven a tomarla solo por estar en una relación física. —Yo ruedo mis ojos—. Eso traería un trastorno hormonal.


—Ah. —Él frunce la frente otra vez y después mira mis tatuajes.


—Me hago exámenes anuales. Estoy perfectamente saludable. —Sonrío.


—Entonces, ¿podía haberte poseído en la ducha?


Me río y asiento, pero luego paro y lo miro de forma especulativa.


—Bueno…


—Yo también me realizo exámenes médicos regularmente, no tengo una pareja desde la misma cantidad de tiempo que tú y estoy saludable como puedes ver.


—Entonces, sí. —Oh, no quiero pensar en él con otras mujeres. No, no, no.


—Bueno, mierda, creo que necesitamos otro baño.


Me río y me cobijo de nuevo entre sus brazos, descansando mi cabeza sobre su pecho.


—Mañana, ahora tengo sueño.


—Tal vez solucionemos nuestro problema de insomnio.


—Vale la pena intentarlo. —Bostezo y beso su pecho.


—Duerme, amor.




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