domingo, 28 de diciembre de 2014

CAPITULO 44




—Estoy nerviosa. —Miro a Juana y me estremezco—. ¿Y si no me gusta?


—Entonces mientes, sonríe con tus dientes bonitos y dile que le quieres. Eso es lo que las novias hacen, no importa lo que sus novios hacen para ganarse la vida.


Ella busca a través de mi armario, buscando algo para llevar al cine esta noche.


—¿A quién llevas esta noche? —pregunto, mientras pongo mi vestido negro por encima de mi cabeza, y me calzo mis Manolo Blahnik negros.


—No me preguntes.


—Oh, ¿todo bien?


—Llevaré a mi jefe.


—¡Mierda santa! Pensé que ya no te estabas viendo con él. ¿Qué ha pasado?


—No estamos realmente saliendo.


—¿Están durmiendo juntos?


—No. Definitivamente no. No es tan malo como pensé. Una vez que la restricción desapareció... bueno, él es un gran tipo. Y pensé, ¿por qué no llamarlo? —se muerde el labio y puso mis pendientes de plata.


—Espero que sepas lo que estás haciendo, Juana.


—No estoy segura de lo que estoy haciendo, pero es solo una noche. Por favor, sé buena, ¿ok?


—Yo soy el epítome de la persona cool. Me ofende que pienses lo contrario. —Ella me sonríe, cuando suena el timbre de la puerta.


—Uno de nuestros niños está aquí. —Camino a la puerta, lista para salir—. ¡Yo voy!


Corro por las escaleras y abro la puerta para encontrar un enorme ramo de rosas rojas que me mira.


—Bueno, hola


Pedro ladea su cabeza a un lado y me sonríe.


—Hola, preciosa, esto es para ti.


—Gracias, mi amor. —Entierro mi nariz en ellas y oliendo el delicioso aroma que viene de dentro, cierro la puerta detrás de él. Se ve fantástico con una camisa azul que coincide con sus ojos y un pantalón caqui.


—Estás preciosa —susurra y beso sus labios suavemente.


—Tú estás impresionante. —Me pasa la mano por la cara y me sonrojo.


—Vamos, tengo que ponerlas en agua, y luego tengo que ir a ver la película de mi novio esta noche.


Pedro se ríe.


—¿Lo harás? Esto es realmente genial.


—Lo sé. Él es muy famoso, pero no puedo decir quién es, porque somos personas discretas. —Asiento con la cabeza a sabiendas de él, mis ojos muy abiertos.


—¿Estás segura de que no puedo sacarte esta información? —Él envuelve sus brazos alrededor de mí, mientras pongo las flores en un florero.


—No, mis labios están sellados.


—Maldita sea, y aquí estoy esperando para conseguir algo de ti. —Acaricia mi cuello y yo suspiro.


—Bueno, probablemente podría salir contigo más tarde después de mi encuentro.


Pedro aprieta mis costillas y grito.


—Sobre mi cadáver. Tú eres mía. Acostúmbrate a ello.


Me dirijo a sus brazos y paso mis manos por su pelo, sonriendo para él.


—Tú eres lo único que siempre he querido, mi amor. —Sus ojos se suavizan y me da ese beso que me deja con la piel de gallina.


—Igualmente, bebé.


—Oh Dios mío, ¿quieren parar? —Juana gira los ojos cuando entra en la habitación Pedro sonríe con aire de suficiencia y me besa en la mejilla.


—No.


—Entonces paren ya. Agustin acaba de enviar un mensaje, él estará aquí en unos pocos...


Y después suena el timbre.


—Está aquí ahora. Yo lo recogeré.


Ella sonríe y se acerca a la puerta.


—¿Quién es el tipo? —pregunta Pedro.


—Un tipo con el que trabaja —respondo y las cejas de Pedro se disparan.


—¿En serio?


—Sí. Puede ser interesante.


—Ven a conocerlos. —Juana entra en la cocina y detrás de ella está un hombre muy atractivo, vestido con pantalones vaqueros oscuros y una camiseta de manga larga negra. Es alto, al igual que Pedro, con hombros anchos y caderas estrechas, lleva el pelo oscuro recogido en una coleta en la nuca, los ojos grises y una mandíbula cuadrada. Sí, él es digno de un desmayo, como dijo Juana. También tiene ojos amables, y no puede sacarlos de la cara de Juana mientras nos presenta. Él está atrapado.


—Agus, esta es mi mejor amiga Paula, vivimos juntos en esta casa, y su novio, Pedro Alfonso.


Agustin nos saluda y sonríe a Pedro.


—Es un placer. No puedo decir que he sido un gran fan de las películas que has hecho hace años, pero amo las películas que produces actualmente. Estaba ansioso esperando el estreno de esta película. —Le sonríe los dos y luego se retira a tomar su brazo alrededor de los hombros de Juana.


—Bueno, espero que les guste. —Pedro se ve relajado y deja escapar un pequeño suspiro de alivio.


—¿Vamos? Me muero de hambre.


—Vamos. —Pedro coge mi mano y entramos todos en su Mercedes, yo delante con Pedro y Juana y Agustin en el asiento trasero.


—¿Dónde quieren cenar? —pregunta Pedro.


Vuelvo la cabeza para ver lo que quieren, y veo a Agus besar la mano de Juana.


Solo buenos amigos, mi culo.


—¿Y el restaurante de comida mexicana, al que fuimos la semana pasada? —le pregunto.


—Es tranquilo y tienen deliciosos margaritas. —Juana y Agustin asienten.


—Entonces mexicano. —Pedro coge mi mano, me besa los dedos, y me sonríe tímidamente.


El restaurante está relativamente tranquilo para una noche de viernes. Los propietarios conocen a Pedro y nos llevan a una mesa privada en la parte de atrás, donde nadie podía vernos. Después de unos nachos y de tomar los pedidos, nos relajamos para disfrutar los mejores margaritas y conocer a Agustin mejor.


—Por lo tanto, Agustin, ¿qué haces? —pregunta Pedro.


—Yo trabajo en la misma empresa de inversión de Juana —dice y le sonríe a Juana.


—¿Cuánto tiempo llevas trabajando en este campo? —dice Pedro .


—Unos ocho años.


Mantenemos esa conversación en la cena. Agustin es amable, atento, y con claridad está completamente loco por Juana. Y, obviamente, el sentimiento es mutuo. Pedro pone su mano en mi muslo y aprieta, entrelazo los dedos en los suyos.


—¿Tu navegas? —Agustin pregunta cambiando de tema.


—He navegado un par de veces, pero no lo hago desde 
hace algún tiempo. ¿Y tú?


—Sí, de hecho, tengo un catamarán atracado en Seattle. ¿Les gustaría unirse a nosotros un día a dar un paseo?


Pedro mira hacia mí para preguntarme, y yo asiento y sonrío, dándole un ligero guiño a Juana.


—Parece divertido.


La cuenta llega, pero me tiro de la mesa antes de que nadie más pudiera hacerlo.


—No vas a pagar esta cena. —Pedro saca su billetera, pero mantengo la cuenta lejos de él.


—Sí, lo hago. Estamos celebrando tu estreno de la película, así que pago yo.


—Una mierda, no vas a pagar, dámelo ahora.


—¡Mía! —la sostengo contra mi pecho mientras saco mi tarjeta de la cartera.


—Maldita sea, Paula...


Pongo su cara hacia abajo y le doy un beso largo y lento. Cuando me alejo, los dos estamos sin aliento.


—Déjame hacer esto. Estoy tan orgullosa de ti, déjame pagar la maldita factura.


—No puedo discutir contigo cuando haces esto —murmura y se ve enojado, pero veo el destello de humor en sus ojos increíblemente azules y sonríe con aire de suficiencia, mientras paso mi tarjeta a la camarera. Paula ve nuestro intercambio con curiosidad y luego abre una amplia sonrisa.


—Amigo, estas perdido —dice a Pedro.


—No tienes ni idea —se queja


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