miércoles, 24 de diciembre de 2014

CAPITULO 35




Pedro está en su lugar preferido, con la cabeza descansando entre mis senos, sus brazos abrazando mis caderas, y nuestra respiración está comenzando a desacelerarse.


No puedo creer que tuve que esperar veinticinco años para que un hombre verdaderamente hiciera el amor dulce y tiernamente conmigo. Bueno, veintiséis años el próximo sábado. Tampoco puedo creer, que simplemente hayamos dejado salir la palabra "A".


Espero que eso no sea solo del calor del momento, por causa de nuestra noche romántica. Pero mientras miraba dentro de sus ojos, cuando dijo aquellas dos palabras, sé que quiso decir eso. Aunque nos conocemos hace tan poco tiempo, y todavía hay mucho que aprender. También sé que mi corazón nunca estuvo tan lleno de amor, y nunca conocí un hombre de esa especie, inteligente y dulce como él es. Me siento segura con él, y principalmente me siento hermosa y querida.Sí, tiene un lado celoso, pero ¿no lo tenemos todos?


—No pienses tanto sobre eso, bebé.


Miro hacia abajo y frunzo el ceño.


—¿Pensar en qué?


—Escucho las ruedas girando en tu linda cabeza. —Besa mis senos, y rueda a un lado, quedando delante de mí, apoyando su cabeza en su codo.


—No estoy pensando.


—No eres una buena mentirosa. —Se inclina, besa mi nariz y acaricia un mechón del cabello en mi rostro.


—Necesito quitarme el collar. —Me siento y le doy la espalda, sintiendo sus dedos en mi piel, abriendo el cierre.


—¿Por qué? —Mira el collar sobre la mesita de noche y vuelve a la cama.


—No quiero que las perlas se enganchen en algo y se rompan en medio de la noche.—Suspiro y deslizo mis manos por su cadera.


—No estaba hablando sobre eso, ya sabes.


Sonrío y me estiro perezosamente.


—Lo sé.


—¿A qué hora tenemos que levantarnos mañana? —Estoy aliviada por cambiar de tema. Tengo mucho en que pensar.


—Mi clase es a las nueve.


—Entonces es mejor dormir un poco.


—No voy a dormir con estos zapatos.


Se ríe y se sienta, deslizando cada zapato fuera de mis pies y colocándolos suavemente en el suelo. Entonces, suelta mis medias de liga, bajándolas por mis piernas.


—Tienes hermosas piernas, bebé. —Las besa, y después tira las ligas, reuniéndolas en el suelo. Gatea de vuelta a mi lado y nos cubre con el edredón, empujándome hacia sus brazos. Descaso mi cabeza en su pecho y suspiro, sintiendo sus labios en mi cabeza.


—Ve a dormir, hermosa.


—Buenas noches —murmuro y caigo en un sueño exhausto.



***


Me despierto de repente y me acerco a Pedro, pero él no está ahí. La cama está fría y vacía.


¿A dónde fue? Me pongo la camisa blanca que él usó en la cena, y dejo el cuarto.


No está en el ático, entonces bajo. Está oscuro todavía. No lo veo en la sala o en la cocina. Me estoy empezando a asustar cuando veo un movimiento en la terraza.


Voy por la oscuridad hasta la puerta abierta. Está de pie en la barandilla, iluminado por la luna. Está usando pantalones de pijama oscuros, que caen sobre sus sensuales caderas, y está sin camisa.


Está con los codos apoyados en el parapeto, mirando el agua azul oscura. Voy por detrás de él y beso su espalda, envolviendo mis brazos en su cuerpo. Amo sujetarlo así.


—¿Te desperté? —susurra.


—No, me desperté porque saliste. —Lo beso nuevamente—. ¿Estás bien?


—Estoy bien, solo que no podía dormir —se gira e inclina sus caderas en la barandilla, envolviéndome en sus brazos. Su rostro bañado por la luna, sus ojos fijos en los míos.


—¿Cómo estás?


—Exhausta. Vuelve a la cama.


—Sí —susurra y besa mi cabeza—. Veo que tomaste prestada mi camisa de nuevo.


—Es un pésimo hábito mío.


—Está bien, me la puedes devolver allá. —Me carga, y río, mientras me lleva de vuelta al cuarto.


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