sábado, 3 de enero de 2015

PEDRO




Paula decidió que quería casarse en el resort donde pasamos nuestras vacaciones en Tahití, con nuestra familia y amigos. 


Espero que sea todo como siempre soñó que sería. Cierro el botón de mi camisa blanca y verifico mi reflejo en el espejo del cuarto principal del bungalow de mis padres. Pau quería que los hombres usaran pantalones caqui, con camisas blancas para la ceremonia, y es eso lo que estamos usando. 


Ella es el jefe. Mi cabello es un desastre, como de costumbre, y no tiene sentido intentar arreglarlo, porque los dedos de Pau van a estar en él, así es que ella me mira.


Sonrío cuando pienso en mi novia. Soy un hijo de puta con suerte. Paula es, sin duda, la mujer más sexy que he visto, con su cabello largo y oscuro, bellos ojos verdes y cuerpo curvilíneo absolutamente caliente.


Pero su corazón es lo que me atrapó. Su naturaleza, graciosa y amorosa, y esa boca atrevida con la que no puedo imaginar no vivir. Y no lo necesito.


—¡Oye, Alfonso, termina de admirarte en el espejo y ven aquí parar un brindis de celebración! —Isaac, el hermano de Juana, me llama desde la sala principal del bungaló.


Todos los chicos están aquí: Marcos, Julio, Isaac, Arturo, Matias y Guillermo, y su padre, Sebastian. Mi padre levanta la copa, mientras me entrega la mía para el brindis.


—Por mi hijo y Paula. Gracias a Dios, ella dijo que sí.


—¡Por los novios!


Todo el mundo brinda y la sala estalla nuevamente en caos, los hombres gritando chistes obscenos y hablando tonterías. No consigo calmarme. No estoy nada nervioso sobre casarme, solo quería que ya se hubiera terminado esa parte.


—Papá, necesito que le lleves una cosa a Paula. —Le entrego a mi padre una pequeña caja azul de Tiffany, envuelta en un papel blanco.


—No hay problema, necesito ver cómo está tu mamá de todas maneras. ¿Estás listo? —Sonríe y me da una palmada en la espalda.


—Sí, nunca estuve tan listo. Llevemos este espectáculo a la calle. —Mi padre ríe, mientras se dirige a la suite nupcial, e Isaac se aproxima a mí con una dosis de tequila.


—No, hombre, necesito tener la cabeza clara para esto. —Alejo la mirada de la bebida, y miro hacia la puerta del bungaló de Pau.


—Esto no es para ti, idiota, es para mí. —Sonríe y toma la dosis de tequila y se estremece—. Mierda, eso está bien. ¿Estás listo para esto?


—Todo el mundo me pregunta eso. Sí, estoy listo. Estoy completamente y absolutamente listo.


—Eres bueno para ella, lo sabes.


Miro el rostro de Isaac, en shock. Toda la familia de Juana siempre fue acogedora y simpática conmigo, pero sé que los hermanos tenías algunas reservas, y como un hermano de una mujer, quién soy yo para culparlos.


—¿Cómo es eso?


Isaac se encoge de hombros y mira hacia tras, para los otros chicos, entonces de vuelta a mí.


—Ella se abrió más, ríe más. Infierno, no lo sé, hombre. Ella es feliz. La conozco hace mucho tiempo y no recuerdo alguna vez verla reír tanto.


—Estoy feliz. —Asiento y sonrío ampliamente.


—Pero si la lastimas, o al bebé… —continúa Isaac, y sé lo que va a decir—: te voy a matar.


—No es necesario, no voy a lastimarla. —Levanto mi mano para apretar la suya y él la toma, y entonces me atrae en un abrazo.


—Bienvenido a la familia, hermano.


—Las chicas están listas. —Mi padre regresa al cuarto con un regalo en la mano.Le dije que no me diera nada. Ella y el bebé son todo lo que necesito—. Esto es para ti.


Voy hasta el cuarto, para abrir el regalo, y la nota, solo, imaginando si le gustaron los pendientes de diamante rosa que le envié. Todo en esta boda es rosa, y ella debe tener diamantes rosa también.



Pedro, sé que dices que el bebé y yo somos todo lo que necesitas, pero no podía dejar de darte un regalo. Escogí este regalo especial, porque simboliza cuan precioso es el tiempo. Te agradezco el tiempo que me dedicas, y por los muchos años que estamos destinados a pasar juntos, como una familia, y como amantes. Eres lo que estaba esperando, Pedro no creo que en pocos minutos serás verdaderamente mío, como yo tuya. Gracias por escogerme para compartir la vida contigo. Amor,Pau.
P.D. No puedo esperar para besarte.


Y ella dice que soy encantador. Dios, amo esta mujer.


Dentro de la caja blanca hay un reloj Omega de plata con el fondo negro. En el interior hay una inscripción, que me hace sonreír. Pau es la mejor en inscripciones.


Su cuerpo sexy está lleno de ellas.


Eres mío ahora, siempre, y para siempre. Pau.


Me pongo el reloj en mi muñeca izquierda y vuelvo a la sala principal.


—Vamos. No quiero esperar más tiempo. —Sin esperar por una respuesta de alguien, voy por el paseo marítimo de madera hasta la arena de la playa, donde la ceremonia será realizada. El resort hace un trabajo maravilloso, con la sillas blanca, una pequeña galería protegida para pasar por debajo, con rosas rojas y velas encendidas y esparcidas sobre la arena, dando a la playa un brillo suave. Es casi la hora del atardecer, y sé que Pau cree que esta iluminación es perfecta.


¿Dónde está ella? Veo las chicas, todas con vestidos de color rosa. Estoy aliviado de que mi hermana Samy y Pau se volvieran amigas y se conocieran mejor, desde que le pedí matrimonio. Samy felizmente ayudó a planear la boda.


Nuestras madres son escoltadas hasta sus lugares, y mi corazón comienza a latir un poco más rápido. Jesús, no aguanto el suspenso. Necesito verla.


¿Dónde diablos está? Finalmente Juana, Samy y Sara caminan en nuestra dirección y toman sus lugares, con el cambio de música, Paula y Sebastian salen, y el resto del
mundo desaparece.


Su hermoso cabello oscuro fue recogido y empujado en un moño suelto, detrás de su oreja izquierda hay una rosa. Su vestido es largo, con un top moldeado y tiras finas, y está sujetando un gran buqué de rosas rojas. Sus nuevos diamantes brillan en sus orejas y, gracias a Dios, está usando nuestras perlas.


Siento la sonrisa agrandarse en mi rostro, cuando miro sus hermosos ojos verdes, y mi corazón se calma. Es esto.


—¿Quién le entrega esta mujer a este hombre? —pregunta el pastor.


—En nombre de sus padres, yo lo hago —responde Sebastian y coloca la mano de Pau en la mía.


Cada vez que la toco, siento mi estómago volar. Cada vez. 


Estoy atraído por ella de maneras que nunca imaginé posibles, y esa sensación solo crece, cuando ella está cerca de mí.


—Estás impresionante —le susurro y sonrío, cuando sonríe tímidamente y me miras a través de sus largas pestañas.


—Estás maravilloso también —susurra de vuelta.


—Bienvenidos, amigos y familiares —comienza el pastor. Dice las oraciones y después de algún tiempo, inicia la ceremonia para la entrega de los anillos.


—Con este anillo, te desposo —dice Paula, sus ojos en los míos, su voz suave y dulce y lleva el anillo a mi dedo.


—Con este anillo, te desposo —repito sus palabras y empujo el anillo de boda hacia su pequeño dedo, al lado de su anillo de compromiso. El resto de la ceremonia es relativamente corto. Decidimos contra la ceremonia muy elaborada y música en vivo, queriendo solo concentrarnos en nuestras promesas. Escribimos nuestros votos juntos, la semana pasada, antes de partir hacia Tahití.


Reímos, discutimos, y Pau lloró, pero, finalmente, encontramos algo que ambos queríamos decir. En vez de que cada uno diga sus propios votos, los vamos a decir juntos, alternando las líneas.


—Y ahora, Pedro y Paula van a recitar sus votos juntos. —El pastor da un paso atrás y tomo las dos pequeñas manos de Paula en las mías, frotando los pulgares sobre nuestros dedos.


—¿Estás lista? —susurro y tomo una respiración profunda.


—Sí —susurra de vuelta, la sonrisa de vuelta en su lugar.


Dios, esa sonrisa hace cosas conmigo. Limpio mi garganta, y mirando profundamente en sus ojos, comenzamos.


Prometo amarte.


Prometo amarte —responde, con voz fuerte.


Respetarte.


Ser tu mejor amiga.


Leerte en voz alta. —Paso mi dedo en su rostro suavemente, cuando veo las lágrimas salir.


Darte una vida encantadora.


Escribirte cartas de amor.


Reír de tus payasadas. —Me guiña y sonrío.


Siempre preparar tu café.


Ayudarte a cocinar.


Siempre decir que tu más nuevo corte de cabello es mejor que el que tuviste. — Coloco un mechón de su cabello suave detrás de su oreja.


Ser paciente.


Siempre apoyar tus esperanzas y sueños.


No deslumbrarme con tu fama —dice, y no logro evitar reír con los invitados.


Ser tu mayor fan —respondo.


Dios, la amo.


Despertarte todas las mañanas.


Despertarte todas las mañanas. No eres una persona de la mañana.


Besarte toda la noche.


Tomar tu mano.


Siempre recordar donde dejé mis llaves y teléfono.


Valorizarte. —Tomo una respiración profunda.


Creer en ti.


Creer en nosotros.


Nunca desistir. —Aprieta mi mano con más fuerza.


Nunca, nunca desistir.


Abandonar a todos los demás y serte fiel.


Trabajar todos los días, para ser el hombre que mereces.


Trabajar cada día para ser la mujer que mereces.


Ahora los dos tenemos lágrimas en los ojos.


¿Prometes ser mi esposa?


Lo prometo. ¿Prometes ser mi esposo?


Lo prometo. —Mierda, sí, lo prometo.


Es mi placer presentar al Sr. y la Sra. Alfonso . Pedro puedes besar a la novia.


Tomo su hermoso rostro en mis manos y ella desliza los dedos por mi cabello, mirándome con mucho amor, tanta confianza, que me saca el aire.


Lentamente me inclino hacia abajo y barro mi nariz en la de ella, besando sus labios, de la manera que sé que ama. Suspira contra mí, mientras deslizo mis brazos alrededor de ella, atrayéndola con más fuerza hacia mí, mi mano sobre nuestro pequeño bebé.


Nuestros invitados están aplaudiendo, nuestras madres limpiando sus lágrimas.


Descanso mi frente en la suya, mientras pasa los dedos por mi mejilla.


—Te amo —susurro.


—También te amo. Vamos a bailar.





POV es la abreviatura de Point Of View, en español: punto de vista, en primera persona.

EPILOGO




¡Santa mierda!


Estoy de pie en un hermoso bungaló en Tahití, al frente de un gran espejo y no me reconozco, incluso a la mujer mirándome. Amo mi vestido de novia. Es largo y fluido. Es de gasa blanca, un corpiño moldeado y tiras finas, y la falda cae de la cintura en estilo imperial hasta el suelo. No voy a necesitar zapatos.


Mi maquillaje es clásico y simple, perfecto para una boda en la playa, y mi cabello está rizado, atrapado en un moño.


Estoy usando mis perlas.


—Estás deslumbrante. —Juana besa mi mejilla y le sonrío, nerviosa.


Ella también está deslumbrante en su vestido de seda rosa. 


Miro el bungaló, con una sonrisa de felicidad y amor. Estoy rodeada por hermosas mujeres. La madre de Pedro, Lucia y la mamá de Juana, Helena, están juntas hablando en una esquina. Ambas hermosas en sus vestidos rosa. Samantha y Lucia están jugando con la pequeña Sofia, que está simplemente adorable en un vestido con una banda rosa. Juana, por supuesto, y Sara son mis damas de honor.


Samy y yo enterramos definitivamente cualquier animosidad que todavía había entre nosotras después de la caída de Pedro, y nos volvimos buenas amigas. Ella hizo la mayor parte del trabajo en la planificación de esta boda fantástica.


—¿Estás nerviosa? —pregunta Sara.


—No lo estaba, hasta que me puse el vestido, ahora estoy un poco nerviosa. — Sonrío y miro atrás al espejo. ¡Santa mierda, me voy a casar! Nicolas entra por la puerta y sonríe ampliamente cuando nos ve.


—Me enviaron aquí para darte esto.


Me entrega una caja envuelta, con una tarjeta adjunta y besa mi mejilla.


—Es casi la hora.


—¿Los chicos están listos? —pregunto.


—Sí, tu prometido muy pronto estará hecho un manojo de nervios. Está listo para hacerte su esposa.


Río y beso la mejilla de Nicolas.


—Aquí, llévale esto. —Le entrego una caja envuelta, también con una nota—. Dile que voy a encontrarlo en unos minutos. Voy a ser la mujer de blanco.


Voy hasta la esquina del cuarto para abrir el regalo en privado. Mi hombre ama consentirme. Como alquilar este resort entero para nuestra familia y amigos, para que disfrutaran durante una semana entera y como si nuestra bella boda no bastara, me dio pequeños regalos todos los días. Estoy loca por él. En la caja está escrito:


Abre primero la caja, después lee la nota.


Es tan mandón. Abro el papel blanco y hay una pequeña caja azul de Tiffany.


Dentro del satén, hay un sorprendente par de pendientes de diamante.


Son de un diamante rosa suave, con un diamante en forma de lágrima colgando de ellos. La joya me quita el aliento. Abro la carta y me siento en la cama.



Mi amor, cuando leas esto, estarás a pocos minutos de volverte mi esposa. No puedo expresarte cuán honrado estoy en saber que eres mía. Estoy listo para amarte por el resto de mi vida, como tu esposo. Te amo… Pedro.



Bueno, ¿realmente no es un seductor?




CAPITULO 57




Estamos en casa desde hace una semana y Pedro está casi recuperado de sus lesiones. No habrá visitas al gimnasio por un par de semanas hasta que los moretones hayan desaparecido.


—Este móvil, quiero ponerlo aquí.


—No vas a levantar nada. Olvídalo.


Él no me deja levantar nada en estos días.


—Bueno, eso va por los dos. Y no me lastimé la muñeca —levanto una ceja mientras cruza la habitación hacia mí.


—Me encanta tu boca descarada —le da una bofetada a mi culo y le grito antes de llevar mi mano hasta mi vientre—. No hay ninguna posibilidad que una mujer embarazada levante algo de peso.


Me río y acaricio su hermoso rostro.


—¿Estás seguro de mi mudanza aquí?


—Por supuesto. Nos vamos a casar en dos meses, y no tiene sentido vivir separados.


Él frunce el ceño.


—¿No quieres?


—Quiero estar donde estés. No tiene sentido para vivir con Juana. —Sonrío—. Juana puede vivir en la casa cuanto quiera, y yo lo voy a seguir usando como estudio para trabajar.


—¿Pero? —levanta una ceja.


—Pero, creo que con nuestra familia en crecimiento, vamos a necesitar más habitaciones.


Su rostro se suaviza y me besa suavemente en la frente.


—Voy a comprar cualquier casa que desees.


—Quiero quedarme aquí por un tiempo. Vamos a mantener nuestras opciones abiertas.


—Muy bien. —Me besa de nuevo, antes de que el personal de la mudanza toque la campanilla y comience a descargar las cajas y algunas piezas de mobiliario. Dejé la mayor parte en la otra casa para Juana.


Todas las cajas van a una sala de almacenamiento, por lo que pueden organizarse a su tiempo, a mi propio ritmo. La mudanza no toma mucho tiempo.


—¿Es necesario trabajar esta tarde? —le pregunto a Pedro, después de que los hombres se van.


—No, ¿y tú?


—Tampoco. —Camino hacia la escalera y empiezo a subir hacia la habitación.


—¿Qué podemos hacer para llenar el tiempo en una tarde lluviosa de jueves? —me susurra al oído en la parte superior de las escaleras.


—Humm... ¿Tal vez leer? —le sugiero.


—No, ya lo he estado haciendo mucho últimamente —él da varias mordidas en mi cuello y envuelve sus manos alrededor de mi cintura, extendiendo su mano sobre mi vientre.


—Podríamos ver una película.


—No estoy de humor.


Por fin entramos en la habitación, y giro en sus brazos, lo beso suavemente mientras muevo mis dedos por su mejilla.


—Me he quedado sin ideas —murmuro.


—Muy bien —susurra—.Tengo algunas ideas



viernes, 2 de enero de 2015

CAPITULO 56




-¿Qué ha pasado? —Estoy sentada en el asiento del pasajero en el auto de Samantha y ella está conduciendo como un murciélago tratando de escapar de la luz. Me sujeto en el panel cuando hace un giro brusco a la derecha.


—No conozco los detalles. Papá me llamó hace media hora y dijo que recibió una llamada del hospital haciéndole saber que Pedro estaba allí. Tuvieron que esperar a que se despierte para saber a quién dirigirse.


Su voz se rompe en un sollozo y yo instintivamente le agarro la mano. A quién le importa si ella me odia, yo soy todo lo que tiene ahora.


—¿Así que está despierto? —Las lágrimas ruedan por mis mejillas y las ignoro.


Sólo tengo que llegar a él, abrazarlo y asegurarme de que está vivo.


—Creo que está despierto, por momentos vuelve y por otros no. Papá, mamá y Marcos ya están allí. No sé porque ninguno de nosotros tiene tu número. Bueno, yo sé por qué no lo tengo, pero ¿nadie más lo tiene? Pero Pedro me dijo una vez donde vivías, así que fui a tu casa y fue entonces cuando Juana me dijo que habías ido a la casa de Pedro.


—Gracias por buscarme. No tenía ni idea. ¡Dios, ve más rápido!


—Paula, yo no soy así, lo siento por todo.


Las dos estamos llorando ahora.


—Yo no lo supe hasta este sábado por la mañana lo importante que son el uno para el otro, lo pude ver. Esa Vanessa, que es una perra, hizo de su vida un infierno y no podría soportar que alguien le hiciera daño así de nuevo. Pero puedo ver cómo se ven el uno al otro y que realmente lo amas.


—Lo sé. No te preocupes por eso, Samy. Sólo tienes que llevarme ante él, por favor...—Oh Dios, ¿qué voy a hacer si lo pierdo? Después de todas las cosas horribles que le dije, ¿y si él nunca conoce a su hijo?


No, no debo pensar así. Él está bien. Por favor, que esté bien.
Samantha descubre un lugar de estacionamiento en la enorme plaza médica de Seattle y recorre sus mensajes de texto, buscando el mensaje de su padre que nos instruía a donde ir. Estamos tomadas de las manos, en el viaje de ascensor más largo de mi vida. Finalmente encontramos su habitación. Nicolas y Lucia están de pie afuera hablando con un médico. Lucia  cuando nos ve comienza inmediatamente a correr por el pasillo.


—Estará bien.


—Oh, gracias a Cristo.


—¿Qué ha pasado? ¿Puedo verlo? —No puedo controlar las lágrimas que caen sobre mi cara, yo sólo quiero empujarla a un lado y correr hacia mi amor.


—Sí, puedes verlo. Ellos lo sedaron. —Lucia tiene la mano en cada una de nosotras—. Podríamos haberlo perdido.


La miro y veo círculos debajo de sus ojos azules, su rostro pálido. La abrazo firmemente.


—¿Qué ha pasado? —vuelvo a preguntar.


—Estuvo involucrado en un accidente automovilístico la madrugada de hoy, hace unas dos horas. Un conductor borracho golpeó su auto y lo envió a la medianera de la carretera interestatal 5. —Lucia enjuga las lágrimas de sus ojos y yo siento ganas de vomitar.


Fue después de que lo despedí. ¡Ah, todo esto es mi culpa!


—¿Por qué estaba en el camino? —pregunta Samantha.


—Peleamos —le susurro—. Todo es mi culpa. Oh, Dios, yo soy culpable, lo siento.


—No, querida, no. —Lucia me envuelve en sus brazos y me ampara—. No es tu culpa.


—Pau, ahora lo vas a ver. Yo me quedaré aquí con mamá. —
Samy me da una palmadita tranquilizadora en el hombro y entro en la sala donde está Pedro.


Mi mundo se detiene. Él está inconsciente en la cama del hospital. Hay un vendaje sobre el ojo izquierdo y un gran hematoma en la cara.


Él está con una bata de hospital, muy similar a lo que me puse ayer. Hay un clip en el dedo índice, el medidor de presión arterial en el brazo y el suero. Su muñeca izquierda está vendada fuertemente. Yo camino por el costado de la cama, tomo su mano derecha y luego me hundo en la silla y me pongo a llorar.


—Por favor, cariño, despierta. Necesito escuchar tu voz. —Estoy acariciándole la mano y mirándolo a la cara, con ganas de que se despierte. Nicolas entra en la habitación y le da una palmadita en el hombro.


—Le dieron algún medicamento para ayudarlo a dormir.


—¿Hay lesiones internas? —le pregunto.


—No, tiene algunas costillas magulladas y un esguince en la muñeca, fue muy afortunado. Si el auto se hubiera ido en otra dirección, podría haber caído del puente.


Suspiro y descanso mi mejilla contra el hombro de Pedro.


—Lo siento mucho.


—Paula, no es tu culpa, querida. Las parejas pelean.


Miro a Nicolas con sorpresa.


—Lucia me dijo que habían peleado y probablemente por eso Pedro estaba fuera de sí. —Sonríe suavemente y me da una palmada en el hombro de nuevo.


—Podría haberlo perdido — susurro.


—Estará bien. Va a necesitar algún tratamiento durante algunas semanas. Voy a llevar a los chicos a la cafetería para tomar un café. Tómate tu tiempo.


Una hermosa enfermera rubia entra y revisa los signos vitales de Pedro y me sonríe.


—Él lo está haciendo muy bien. ¿Eres Paula?


—Sí —le digo sorprendida.


—Estaba preguntando por ti esta mañana, cuando recuperó la conciencia. Él estará encantado de verte cuando se despierte.


Ella me guiña un ojo y sale de la habitación, Pedro y yo estamos solos.


—Oh, cariño. —Me inclino y paso los dedos por su suave pelo rubio. Odio ver a Pedro así, herido y vulnerable en esta cama de hospital.


Él es muy fuerte y firme. Este no es él. No es cierto. Y sé que todo el mundo dice que no es así, pero no puedo dejar de pensar que soy culpable de que esté aquí. Mi teléfono suena y es Juana.


—Hola —susurro, para que no se despierte Pedro.


—¿Qué diablos está sucediendo? —Puedo notar que ella está en pánico y yo comienzo a hablar, bajo y rápido.


Pedro estuvo involucrado en un accidente después de dejar nuestra casa. Estamos en el hospital de Porto. Está bien, sólo herido, pero al verlo tan sedado...


—Estoy yendo a encontrarte.


—Gracias, Juana.


Me quedo sentada al lado de Pedro durante toda la mañana, mientras que las personas van y vienen. Sus padres y hermanos vienen a abrazarme y ellos se turnan para sentarse, haciendo vigilia conmigo. Juana llega, me trae un café y me sienta bien por un rato. La enfermera y el doctor van y vienen, mirando las máquinas y tomando notas.


—¿Cuánto tiempo va a dormir? —le pregunto al doctor.


—Le dimos el sedante hace seis horas, por lo que debería despertar pronto.


—¿Puedo acurrucarme junto a él? —miro al doctor.


—Su muñeca izquierda está torcida y también un par de costillas del lado izquierdo están golpeadas. Acuéstese sobre su lado derecho y se amable.


—Gracias.


Me acuesto con cautela a su derecha y beso su rostro. Apoyo la cabeza en su hombro y paso los dedos por su pelo y por su cara.


—Oh, yo te quiero mucho. Te amo —susurro—. Siento mucho la forma en que actué. Lo siento.


Sigo susurrándole, poniendo mi cabeza en su hombro y apoyando la mano en su corazón. Me quedo muy quieta, para no moverlo. Siento los labios de Pedro en la frente.


Levanto la cabeza y encuentro sus hermosos ojos azules mirándome.


—Oh, Dios, Pedro. —Las lágrimas empiezan de nuevo, pero ahora son lágrimas de alivio. ¡Él está despierto!


—Cálmate, cariño, estoy bien. —Me acomodo, para que pueda envolver su brazo derecho alrededor de mis hombros y le paso los dedos por el pelo.


—Lo siento mucho. Por todo. — Besa mi frente otra vez.


—Yo también lo siento. —Me pasa los dedos por el pelo y yo beso su barbilla.


—¿Cómo te sientes?


—Dolorido. Pero aliviado de que estés aquí.


—Samy vino por mí esta mañana.


—¿Ella te buscó?


—Sí, tus padres llamaron y me encontraron en tu casa.


Sus cejas se levantaron sorpresa.


—¿Mi casa?


—Fui allí esta mañana para disculparme, pero no estabas en casa, así que estaba esperando por ti. Juana le dijo que yo estaba en tu casa.


Cuando recuerdo esos momentos horribles, sin saber si estaba vivo o muerto, me estremezco.


—¿Tienes frío? —me pregunta.


—No, estoy preocupada por ti. ¿Por qué estabas fuera tan tarde?


—Yo no podía ir a casa. Tú no estabas allí, no me dejaste que me quede contigo, así que decidí manejar.


Cierro los ojos y muevo la cabeza, avergonzada por la forma en que hablé con él ayer por la noche.


—Ayer fui difícil —le susurro.


—Sí, lo fue. Cuéntame sobre eso.


Me siento y frunce el ceño.


—En primer lugar, déjame llamar al médico, para que pueda examinarte y una vez que lo haga, si todavía deseas hablar, lo haremos.


—No me dejes. —Él me agarra con fuerza, contrayendo los ojos cerrados.


—Nunca. —Le digo y sus ojos se abren de golpe, buscándome—: Nunca —le repito.


Me acerco a la orilla, para pulsar el botón rojo que llama a la enfermera.


—¿Cómo puedo ayudarla? —dice una voz.


Pedro está despierto —digo sin dejar de acariciar su cabello.


—Alguien entrará pronto


—Hola, señor Alfonso. —El médico sonríe a Luke y al ver que me acurruqué a su lado, me guiña el ojo.


—Tengo buenas noticias para usted. Mañana ya podrá irse. El golpe fue duro, pero no hay nada roto y de acuerdo con las pruebas, no tiene ninguna lesión interna. Es un hombre muy afortunado.


—Gracias. ¿Puedo comer?


—¿Tienes hambre? —le pregunto.


—Muero de hambre.


—Claro, puede comer. Comience con algo ligero. Por hoy nada de filetes.


Me levanto de la cama para que el médico pueda examinar a Pedro. Aprovechando que estaba el doctor, llamo a Juana y le pido que traiga un sándwich y una sopa para él de nuestro delivery favorito y luego llamo a la madre de Pedro, en el número que me dio antes, para hacerle saber que está despierto y que se le dará de alta mañana.


Prometen ir a visitarnos más adelante. El médico termina y cuelgo el teléfono.


—Juana está trayendo la cena —tomo su mano derecha en la mía y me toca la cara.


—Deberías ir a casa a comer y descansar un poco.


—Yo no voy a dejarte hasta que salgas. —Espero que él discuta un poco, pero sonríe tímidamente y me acaricia la mejilla.


—Muy bien. ¿Vas a decirme lo de ayer?


—Persistente, ¿no es así?


—Quiero saber lo que pasó.


—Tal vez deberíamos hablar de ello mañana después de llegar a casa.


—Habla conmigo, bebé. —Su rostro está sombrío y un poco triste y yo cierro los ojos. ¿Debo decirle lo del bebé mientras está en el hospital o debo esperar?


Abro los ojos y todavía me mira con paciencia y sé que él merece saber la verdad.


Respiro profundamente.


—No me sentía bien ayer, antes de que viajaras, pero pensé que era nervioso porque estabas volando, estaba asustada.


Agarro su mano en la mía y él la aprieta suavemente.


—Ojalá me lo hubieras dicho.


—No quería preocuparte. Cuando volví a casa, estaba muy enferma. Me pasé más de una hora vomitando, incluso cuando no había nada más que vomitar —arrugo la nariz con disgusto—. Sexy, ¿eh?


—Sigue hablando —responde.


—Juana me hizo ir a la sala de emergencia cuando el vómito no mostraba señales de detenerse.


—¿Por qué ninguna de las dos me llamo?


—Estabas en reuniones todo el día y no había nada que pudiera hacer desde LA.


—Podría haber cogido el siguiente vuelo.


—Yo sólo quería saber lo que el médico me diría. Estaba segura de que era sólo la gripe y que me enviaría a casa a beber mucho zumo y descansar. —Me encojo de hombros.


—¿Qué te ha dicho?


Me muerdo el labio y cierro los ojos por un momento.


—Bueno, estoy sana


—¿Pero?


Aquí va.


—Estoy embarazada de seis semanas. —Le susurro.


Tengo la mirada en nuestras manos. La sala está tranquila. 


Finalmente, después de lo que pareció horas, susurra:
—Mírame.


Niego con la cabeza.


—Mírame, bebé.


—No lo hice a propósito.


—¡Mira mi cara, Paula!


Miro lentamente hacia él, y él me mira con amor, admiración y un poco de confusión. Pero no está enojado.


—¿No estás enojado? —le pregunto.


—¿Por qué iba a estar enojado?


—Porque es demasiado pronto —cierro los ojos negando—. Es demasiado pronto.


—Yo no estoy enojado. Pero Pau, ¿no dijiste que estabas tomando la píldora?


—Sí. Y soy muy rígida cuando se trata de tomar medicamentos, pero el doctor dijo que al igual que todos los métodos anticonceptivos pueden fallar, y claramente, fallaron.


Miro su hermoso rostro y respiro profundamente, para conseguir terminar la historia.


—Entonces el doctor me dijo que estaba embarazada y me hice un ultrasonido para ver de cuánto tiempo estaba. Tengo una imagen. Te voy la mostrar en un minuto.


—Está bien —susurra.


—Después de que el médico salió, Juana se puso a cambiar los canales de TV en la habitación, y se detuvo en un programa de chismes y fue allí que te vi. —Trato de liberar mi mano, para poder ponerme de pie y explicarle, pero él me sostiene apretadamente.


—No te vayas. Termina la historia.


—Mi mundo se vino abajo. Odié ver las fotos, te odiaba más que nada en mi vida.Odiaba la forma en que la mirabas... —mi voz se quiebra y me aclaro la garganta.


—Pau, no era nada.


—Lo sé, pero cuando lo vi, no pude pensar en nada y entonces pensé que habías estado involucrado con ella. Yo estaba asustada y embarazada y sólo quería estar en tus brazos.


—Sube acá.


Me acuesto a su lado, y me acerco a él.


—Cuando no conseguí hablar contigo ayer, me volví loco. No podía concentrarme en cualquiera de mis reuniones. No habías respondido o contestado el teléfono.


—Al principio no sabía qué decir además estaba enojada contigo.


—Cogí un vuelo de regreso a Seattle y me fui directamente a tu casa, y ya sabes el resto.


—Siento mucho las cosas que dije.


—Yo también.


Pedro, no te quiero cerca de esa mujer. No quiero que trabajes con ella.


—La llamé después de que salí de su casa ayer por la noche y le dije que buscara a alguien más para la película. No voy a hablar con ella de nuevo. Te pido disculpas, te lastimé. No la estaba sosteniendo cuando salimos del restaurante. Desde luego, no la besé. Probablemente le di un abrazo de despedida, pero no significa nada. Ni siquiera me acuerdo de lo que estaba haciendo, pero los carniceros siempre tuercen las cosas para que veas lo que quieren. Además estaba pensando en llamarte.


—Entonces —dice y me inclina la cabeza hacia atrás para que pueda ver sus ojos—. Vamos a tener un bebé.


Él sonríe ampliamente, y se ve tan... orgulloso de sí mismo.


—Eso parece.


—Creo que lo mejor es que nos casemos pronto.


Pedro, yo no quiero que te sientas obligado a casarte conmigo sólo porque estoy embarazada...


—Detente ahí. Te pedí que se casaras conmigo antes de saber que estabas embarazada.


—Lo sé, pero...


—Nada. Paula, te quiero mucho. Quiero tener hijos contigo. 
Esto es una cosa maravillosa. Es pronto, antes de lo que hubiera preferido, pero un bebé no es una mala cosa. Vas a ser una madre fantástica.


Yo no sabía que pudiera llorar tanto en un día. Otro torrente de lágrimas arden en mis ojos. Estoy aliviada, feliz y tan enamorada de este hombre hermoso. Él se inclina y frota su nariz con la mía y me besa suavemente.


—Te amo, nena.


—Yo también te amo.


—Oh, Dios, Paula, el pobre hombre estaba a punto de morir. ¿No vas a permitir que descanse? —Juana entra con una bolsa llena de comida. Ella planta sus manos en sus caderas y sacude la cabeza.


—No seas aburrida, Juana. —Me levanto y empiezo a preparar la comida para Pedro. Mi estómago gruñe y me alegro de ver que ella trajo comida para mí también.


—Vamos a tener un bebé. —Pedro da una amplia sonrisa a Juana.


—Lo sé. Estoy tan feliz por ustedes.


Juana se acerca y le da un beso en la mejilla, sonriéndonos.


—¡Mantén tu boca lejos de mi hombre, Montgomery!


—¡Jesús! eres tan egoísta.